Donde el Alma Teme
Sirelle
No puedo dormir.
La cabaña está en silencio, pero dentro de mí, todo grita.
La madera cruje con cada ráfaga de viento, y juro que, por momentos, puedo sentir su presencia allá afuera.
Rowan.
Acechando. Observando. Esperando.
No necesita tocar la puerta. Él ya habita mis pensamientos, mis dudas, mis sueños rotos.
Y eso me aterra.
No porque me odie.
Sino porque una parte de mí… lo anhela.
Me abrazó una vez. No fue suave. No fue dulce.
Fue como ser sostenida por la tormenta.
Sus brazos eran cadenas envueltas en calor. Su voz, un cuchillo que me susurraba mi nombre como si lo hubiera creado él mismo.
Desde entonces, no he vuelto a ser la misma.
Me dijo que era suya. Que me había esperado, que me deseaba.
Pero no es deseo lo que vi en sus ojos.
Era hambre.
Hambre de algo más profundo. Más oscuro. Más antiguo que nosotros.
Y sin embargo… no puedo odiarlo.
Dioses, lo intento. Me repito que lo suyo no es amor, sino control.
Que lo suyo no es devoción, sino obsesión.
Y aún así, cuando cierra los ojos y murmura mi nombre, algo dentro de mí tiembla.
Como si ya le perteneciera. Como si esa palabra —Sirelle— sólo tuviera sentido en su boca.
Y eso me rompe.
Porque no sé si lo que siento es mío… o si es lo que los dioses pusieron dentro de mí.
¿Qué soy realmente?
¿Una mujer?
¿Una ofrenda?
¿Un símbolo?
¿Una maldita herramienta para el destino de otros?
Cuando estoy con Aiden, todo es distinto.
Puedo respirar. Su presencia no pesa, no quema.
Él me escucha. Me mira como si tuviera elección. Como si pudiera decir “no” y eso fuera suficiente.
Rowan nunca me ha dado esa opción.
Con él no hay libertad.
Con él hay vértigo. Fuego.
Y una parte de mí lo quiere igual.
Cierro los ojos y lo veo. De pie entre los árboles.
No lo he visto esta noche, pero lo siento.
Lo siento como se siente una tormenta antes de que truene el cielo.
Presente. Inminente.
—Rowan —susurro, aunque sé que no debería. Aunque sé que, si me oye, vendrá.
Y parte de mí quiere que venga.
Quiero que entre, que me tome entre sus brazos y me obligue a olvidar todo.
Quiero que me marque, que me ate, que me rompa hasta que no quede más que él en mi alma.
Pero esa no soy yo.
¿Verdad?
¿Verdad?
Mis dedos tiemblan mientras enciendo la vela del altar improvisado en la esquina de la cabaña.
Hierbas secas, piedras lunares, símbolos que no entiendo del todo.
Los ancianos dicen que el fuego revela la verdad, pero hasta ahora solo me ha mostrado más sombras.
“Eres el centro de un ciclo, Sirelle,” me dijo una vez la anciana Mirah.
“Serás la unión… o la ruptura. La Marca elegirá a través de ti.”
¿Y si ya lo hizo?
¿Y si el vínculo con Rowan no es una opción, sino una condena escrita mucho antes de que naciera?
Y si es así…
¿qué queda de mí?
Alzo la mirada.
Fuera de la cabaña, entre los árboles, hay una figura.
No se mueve. No se acerca. No hace ruido.
Pero sé que es él.
Mi pecho se aprieta.
Quiero correr. Quiero gritar.
Quiero abrir la puerta y decirle que lo odio, que no me toque, que no lo quiero cerca.
Pero me quedo quieta.
Porque si hablo, diré la verdad.
Diré que tengo miedo de lo que siento por él.
Que no quiero elegirlo… pero mi alma ya lo ha hecho.
Y eso, quizás, sea lo más terrible de todo.
Porque no hay guerra más cruel que la que se libra dentro de una misma.
#1876 en Fantasía
#954 en Personajes sobrenaturales
lobos alfa de alfas seres sobrenaturales, omega y alfa, lobos mate lunas
Editado: 05.08.2025