Era lunes, mi primer día en belvedere había llegado, no estaba entusiasmada pero tampoco me sentía disgustada, era una sensación normal, aún me seguía hablando por mensaje con mis antiguos amigos y eso nunca cambiaría. Me observe en el espejo de mi closet que mi uniforme estuviera bien puesto no quería pasar ninguna vergüenza, aunque eso ya era algo normal en mi.
Mamá me había comprado unos broches Chanel para el cabello pero hoy no los usuaria, mejor me enrede un palazo negro con tejidos dorados y le di forma de moño. Durante todo el fin de semana no hubo movimiento raro y sospechoso en la mansión vecina, desde ese día que vi a los tres chicos llegar, duraron tres horas ahí y luego se fueron, desde entonces no han vuelto. Y lo agradezco, no los conozco pero ya me transmiten una mala vibra, tengo la intuición más desarrollada que el cuerpo pero no se puede tener los dos.
Mi primo vendría a recogerme para irnos juntos a belvedere, Zachary entra en mi habitación sin tocar la puerta, sonrió por entre el espejo al verlo y me volteo con una sonrisa.
—La linda Mérida esta de vuelta—dice con una sonrisa mientras se acerca a mi.
—Mi vaquero. Como te extrañe.
Zachary y yo teníamos unos apodos especiales cuando éramos niños gracias a nuestras películas favoritas. Aún cuando estábamos lejos siempre mantuvimos contacto y nunca se desestabilizo nuestra relación. Me acerco a él para darle un abrazo, me recibe con gusto rodeándome en sus brazos en un cálido y afectuoso abrazo.
Me separo de él y lo observo con curiosidad.
—Háblame sobre Belvedere.
Zachary resopla como si le hubieran hecho la misma pregunta siempre.
—No es lo que parece querida.
Lo observo con interés mientras tomo mi bolso y me encaminó a la puerta para irnos.
—¿Explícame?
—Podría decirte que ser una Lefebvre te salvará la vida y te dará cierta inmunidad, y también eres tu.
—Tan mal está—me burlo mientras salimos juntos de mi habitación y el me sigue con las manos en su bolsillo.
Zachary asiente.
—Claro mientras no te acerques al rey.
—¿Al rey?—le pregunte con diversión.
—Las personas en belvedere no son lo que parecen, Olive, pero estaré contigo para cuidarte.
Fruncí el ceño mientras bajábamos las escaleras, omitió mi pregunta.
—¿Cuidarme? ¿De quien?—pregunté confundida.
—¿Has olvidado a Christopher Abernathy?
—¿Chris?
—Cambio bastante.
Chris fue mi vecino de pequeños, jugábamos y siempre nos la pasábamos juntos. Hasta que me fui y no volví a verlo y tampoco a saber algo de él. Era alguien débil y risueño, alguien así no podría cambiar, no del todo.
—¿Estas seguro?
—Pronto lo veras.—aseguro Zachary.
Fuimos hacia el auto y mi madre me esperaba para despedirme.
—¿Y papá?—le pregunte mientras le daba un beso en la mejilla.
—Se fue temprano, pero dijo que te dijera que, te iría muy bien y que te vería en la tarde para preguntar como había sido tu día.
Le sonreí a mamá, aunque me doliera que papá no estuviera presente debía ser comprensiva, al final solo era un primer día de clases en comparación a un primer día de ser el presidente de una gigantesca fundación.
Salimos de la mansión y durante el trayecto hacia belvedere no pude dejar de pensar en lo que me había dicho Zachary sobre Chris, eso era imposible ¿no? Alguien tan amable y cálido no podía cambiar tan pronto, Chris jamás cambiaría y se volvería lo peor y como esos niños que lo molestaban.
—¿Cómo cambio?
Zachary me observo sabiendo a que me refería.
—La viva imagen de su abuelo.
Con eso lo entendí todo, ese señor, tan cruel, tan malvado, tan calculador, ¿Cómo podía Chris volverse igual a él?
—Oh hasta peor—agregó Zachary— pero de que ya no es el mismo, no lo es.
—Pronto lo veras,—volvió asegurar.
La duda me carcomía, y si, solo podía creerlo si lo veía yo misma. No me cuenta cuando llegamos solo porque Zachary me sacó de mis pensamientos y me ayudó a salir del auto.
Todas las miradas se posaron en nosotros, era obvio que aquí todos saben quien era yo y eso me causó ansiedad, no soy una amante de la atención y ahora tengo todos los ojos posados en mi.
—Como vez Olive eres famosa—bromeó Zachary poniéndole más leña al fuego, ósea mi ansiedad.
—¿Por qué?—pregunté entre dientes mientras entrábamos al lugar, me aferre a su brazo.
—Eres una Lefebvre, naciste en cuna de oro.
—Como todos aquí.—digo con obviedad.
—No todos tienen la fortuna de nacer en cuna de oro y con un apellido tan longevo como Oxford. Somos casi de la realeza.—Zachary presumió sin importarle mi ansiedad.
—Nuestra tía dijo que eso era mentira.
—La tía margo puede decir que la luna es de queso.
Reí.
Seguimos caminando por el pasillo, yo aún aferrada de su brazo y el presumiendo.
—Te dejare en la dirección para que te den tu guía y la llave de tu casillero, nos vemos en el almuerzo.
—¡Espera! ¿Me dejaras sola?—lo detuve antes de que se pudiera ir, le hable con pánico en mi voz.
—Estarás bien Bonnie.
Hice un puchero de desesperación pero lo seguí hasta que me llevó a la dirección, me dejó frente a la puerta y le seguí haciendo puchero esperando en que cayera bajo mi rancia demostración de ternura pero lo único que hizo fue reírse y luego irse. Como quisiera que Alice estuviera aquí para rescatarme y hacer todo por mi, pero mi hermana se caso antes de que muriera la abuela y ahora es feliz en Edimburgo.
Con mucha pena y timidez logre hablar y pedir mi guía y las llaves de mi casillero, salí de la dirección y observe a mi alrededor como si fuera un cachorro perdido, suspire intentando darme fuerzas para seguir pero antes de que diera un paso fui detenida por un brazo que me salvo de topar con tres chicos que pasaron frente a mi, era el chico pelinegro. Me observo, sin ninguna emoción o interés en su rostro, pero, había algo más, algo en su mirada que no pude descifrar, deje me observación y luego pude observar a los otros chicos a su lados mirándome con interés, quite su mano de mi brazo y di un paso atrás.
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Editado: 05.11.2024