Aún recuerdo ese viernes en la noche, dónde llovía a cantaros, la ciudad parecía estar sumida en un silencio ensordecedor.
Nunca me perdonaré no haber llegado a tiempo, debí atender tu primera llamada, debí haber advertido que algo extraño sucedía, pero estaba tan enfrascado en mi dolor de no tenerte, que quise hacerte a un lado. Tampoco atendí la segunda, la tercera, ni siquiera la quinta, cuándo empecé a notar lo extraño que parecían tus llamados, llamados de auxilio que no supe ver...
Perdóname, Cam, por favor. No puedo perderte, no lo soportaría.
Él.