Aunque las flores se marchiten

Cosas por no hacer

Alice.

—Y así es como concluimos la clase, chicos, no se olviden de hacer el proyecto. Es para el último semestre, pero les hago recordar no más.

Mientras el profesor hablaba todos salían del salón y yo me quedaba sentada esperando.

—¿Por qué siempre vienes y no tomas una clase?

—¿Eh? Porque... no me gusta. Solo vengo a acompañarte.

—Serías la mejor en cantar, ¡pero no te gusta!

Es verdad.

—Seguro... ¿por qué últimamente están ensayando aquí? ¿Ya no hay espacio en su aula?

—Eh... ¿acaso no sabes?

—¿Qué cosa?

—Ya se viene el evento de primavera. Nuestro grupo tiene que...

Y él estaba ahí, no escuché lo que mi amiga decía. Solo... me quedé tonta.

—Y así es como terminó botando la pintura, ¿puedes creer que lo hizo solo para llamar mi atención?

—Así son las chicas, cuando menos le haces caso, más quieren atención.

—Tonto, pero cierto. Oh tú —me señaló.

—No. —dije mirándolo y retrocediendo dos pasos.

—¿Qué?

—Nada, estaba pensando en algo.

—Ah... ya me parecía raro que dijeras eso. Oye, ¿conoces a esos chicos?

—¿Quienes? —maldita sea era lo único que pasaba por mi cabeza en ese momento.

—Los que nos están mirando.

—No... claro que no, es...

—Creo que son los de dibujo, él se llama... ¿Benito?

—Benjamín...

¿Qué estaba haciendo ahí él?

—¿Benjamín?

—Esto... ese es su nombre creo

—Claro, Alice... —decía mi amiga mientas me miraba con una cara de duda.

Tocaron el claxon, sabía que era para mí, pero no quería irme.

—Tenemos que irnos, Alice.

De alguna manera me puse nerviosa, podía sentir cada latido de mi corazón. Mi pulso acelerado era... raro en mí.

Benjamín.

He estado pensando en muchas cosas, no me pasaba nada emocionante en mi vida. Siempre fue, reuniones de doctores, cenas con señores ricos, quedarme solo en mi casa, escaparme para dibujar y ya. Nunca hice nada emocionante, mi vida estaba llena de pastillas, agujas, vendas y soledad. Desde que tengo uso de razón, mi nana ha sido la única que ha estado a mi lado, ella siempre me ha apoyado para cumplir mis sueños. Me acompañaba a ver museos de arte, a mis clases pagadas por ella y me defendía cuando mis padres se enteraban de lo que hacíamos.

Este año todo cambio, mis padres me pusieron un cuidador para que supervise todo lo que hago, desde que me levanto hasta que me duermo. También le dieron un cargo a mi nana en el hospital, no sé lo que quieren conseguir mis padres con esto, estoy tan arto de ellos. Solo... ¿por qué no me dejan en paz?

Ya habían pasado un día de mi encuentro con esa chica.

—El arte es... la razón para amar, la razón para vivir, la razón...—mientras el profesor hablaba lo mismo de siempre, yo solo podía bocetar y casualmente dibujar a esa chica.

—Ah... es por esto que vengo tarde a la clase. —le dije a Anderson.

—Aburrido, ¿no?

—Obvio.

No es que me crea por saber un poco más arte es solo que... repetir todo a cada rato cansa.

—Ángela, reparte las pinturas a tus compañeros.

—Ok, profe.

Ángela y yo hemos competido en todo o, bueno, ella dice eso. Pero siempre le he ganado en todo tipo de trabajos. Ella... no se cansa.

—Entonces, ¿esto es lo que llamas arte?

—Ay, cállate. Dibujo y pinto mejor que tú.

—Claro...

Cada vez que tengo buenos momentos algo termina arruinándolo.

—¡Mierda! —la miré, lo estaba haciendo apropósito.

—¡Ah! ¡L-Lo siento! —dijo ella cínicamente, solo pude responderle: "Eh... no te preocupes, solo fue un accidente." Mierda, no había sido un accidente, fue ella.

—No, no. Déjame limpiarte. —respondió.

—Oye, está bien. Solo... déjame...—la miré, y por un momento... me dio pena.

—Ángela, él ya te dijo que está todo bien.

—Yo... solo quería ayudar —me miró.

"¡Qué carajos! ¡Qué le pasa a esta chica!", pensé.

—No te preocupes. —le sonreí.

Para mi magnífica suerte, la pintura se había secado. Como no si ya había pasado 45 minutos.

—¡Genial, vámonos!

Maldita sea, no sabía cómo decirle a mi nana que una chica me ensució de "casualidad" mi uniforme.

—Perdí tres horas de mi vida. Tres horas, ¿sabes qué es eso? —escuché su voz.

—Lo de siempre. No sé porque te quejas tanto si antes estudiabas diez horas canto.

—Eso era porque... tenía ir.

—Eh... vamos por ahí. —le dije a Anderson caminando rápidamente.

—¿Qué? ¿Por qué? Nunca vamos por ahí.

—Solo camina.

—Ok...rarito.

—Anderson, ¿por qué el profe está tan abusivo últimamente? —empecé a decir cualquier cosa.

—Es un "profesor".

—Ja, ja, ja. Tienes razón, pero... estaba pensando en decirle al profesor si los resultados se podrían decirlos un día antes, para no estar viniendo si pierdo.

—No lo hará.

Cruzamos miradas.

—¡Oye! ¡Tú! —la señalé. Era mi oportunidad, ella estaba ahí. Pero repentinamente alguien tocó el claxon y ella se fue sin mirar atrás. 




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