Aunque las flores se marchiten

Nosotros

Alice.

En un momento de la vida te das cuenta que morirás solo, nadie quiere morirse en realidad. Esa es la verdad, alguien que quiera eso... está loco. O, bueno, estaríamos locos. Me siento cansada, cansada de caminar, cansada de sonreírle a alguien más, cansada de estar acá. Soy una adolescente, pero tengo que vivir como una adulta. Una triste adulta.

Cuando llego a la escuela estoy sola, no hablo con nadie. Solo miro a la pizarra hasta que el profesor o Amaia vengan. Esperar a alguien... es tan triste.

—Chicos, buenas. Eh... Alice, podemos hablar un rato. —"¿De nuevo él?", me pregunté

—Sí, no hay problema.

No soy de hablar mucho con las personas que están en el colegio, siempre... no, desde hace dos años he tratado de tener la cabeza baja. Pero por una estúpida razón estoy aquí, yendo al aula del profesor que ha estado atento a mí.

—Toma asiento, por favor. Quería decirte que ese día no quise hacerte nada. Solo quería hablarte acerca de tus notas y...

—Entraré a la banda de nuevo.

—¿Eh? No, no estás entendiendo. Eso será tu nota con otro profesor, pero como tu tutor tengo que hacer todo lo posible para que ninguna de mis alumnos repruebe. —"¿Reprobar?", me dije— Este año no hay muchos participantes en el concurso de dibujo necesito que...

—No. Canto, pero no dibujo.

—Creo que no entiendes, no te estoy preguntando. Es una orden, tus notas son las más bajas, por no decir las peores.

Bajé la mirada, ¿acaso era cierto? Pero siempre resuelvo la mitad de mi examen.

—¿Por qué yo?

—Eres... eres la única opción que tengo ahora.

—Okey —se levanta— le traeré un dibujo... eh... la próxima semana —caminé hacia la puerta.

—Alice, gracias. No te arrepentirás.

—Sí, claro...

Benjamín.

—¿Estás practicando para el concurso?

—Creo que me retiraré...

—¿Qué?

—Me metí al concurso solo porque no quería ir a mi casa temprano. Pero creo que ya es el momento de hacer otras cosas, ¿no crees?

—Claro... como tú digas.

Ahí estaba ella, tenía una media más baja que otra.

—Voy a hacer que te arrepientas de tus palabras, ya lo verás.

—Ay, ¿por qué yo? Odio el... no, no. No odio el arte. La música es arte, aunque no es mi pasión. Ay... no sé dibujar. En mi vida he dibujado, ni siquiera sé cómo dibujar una cabeza —balbuceaba ella.

Me acerqué y le pregunté: "¿Vas a estar en el concurso de dibujo?"

—¿Eh? ¿Me hablas a mí?

—Sí, ¿a quién más le hablarías?

—Bueno, aun no sé si quiero estar dentro de... eso.

—Por favor —la miré a los ojos.

—Y-Yo... está bien —suspiró. ¿Estaba siendo molesto?

—¡Genial! Entonces, nos vemos... ¿mañana? —le sonreí de lo emocionado que estaba. Aunque ahora que me doy cuenta, ¿por qué lo hice?

—¡Ah! Sí, nos vemos. —me devolvió la sonrisa.

Al día siguiente:

Alice.

—Así que aceptaste entrar al concurso de dibujo.

—Sí, es algo nuevo, pero podré adecuarme.

—Claro... solo una pregunta. —me miró Amaia— ¿Y las clases de canto?

—¿Eh? Ay no, me olvide de eso. Y-Yo... ¡estaré en las dos!

—En las dos... dividirás tu tiempo en dos partes, entonces sería: las clases, el tiempo que tienes que pasar con tu papá y tu mamá, más las clases en las que tu mamá te va a meter... claro, que buena división.

—Solo quiero hacer nuevas cosas, quiero foguearme. Nuevas cosas, nuevos frutos.

—Nuevas cosas y nuevos problemas.

—Lo que sea...

Podía ver que estaba viniendo corriendo hacia mí.

—Hola... ¿podemos hablar?

—H-Hola, estoy...

—Tenemos que ir a clases —respondió Amaia.

—Oh... entonces, luego. ¿Está bien...?

—Claro, suerte.

—Tu nombre.

—¿Eh?

—¿Cómo te llamas?

—¡Ah! Y-Yo soy ¡Alice!

—Bueno, Alice. ¡Nos vemos! —siguió corriendo.

—¡Johan! ¡Vas atrás! ¿Qué te pasa? —le gritó el profesor.

Benjamín.

Volvimos de la clase de educación física. Su nombre era Alice, yo... mis manos están sudorosas tan solo pensarlo.

—Y así alumnos es como se encuentra la equis, alumnos.

—¿Cómo estuvo ayer?

—Genial, como siempre. Fuimos a un museo de huesos o algo así.

—Ah... estaba pensando en conseguir una beca para medicina.

—¿Medicina?

—Sé que es algo repentino, pero...

—No, ¡es genial! Mañana iremos con unos profesores de medicina a cenar, si quieres puedes venir.

—¿Estás seguro? ¿No crees que será algo sospechoso?

—Nah, es mejor para mis padres si un amigo mío está interesado en saber de medicina.

—Bueno en eso tienes razón.

—Ja, ja. Gracias, amigo. Ahora sí, sigamos atentos.

—Ja, ja, ja. Claro... 




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