Aunque no sea contigo

9. Una reacción impulsiva

Su mirada me atraviesa con un odio tan profundo como el que intuía que sentía por mí

Su mirada me atraviesa con un odio tan profundo como el que intuía que sentía por mí. Es descorazonador ver cómo los ojos que antes creía que podían convertirse en mi hogar, ahora parecen ser mi infierno personal. Un lugar inhóspito, vacío, frío.

Tengo la mandíbula tan tensa que siento un dolor punzante. No quiero perder el control, no debo. Es más, ni siquiera debería estar montando esta escena. Tendría que darme igual lo que haga con su vida. Lo correcto sería alegrarme por ver que se está adaptando a la ciudad, pero no puedo dejar de pensar en que algo malo pueda pasarle.

Podría malinterpretarse como un pensamiento arcaico, puede que lo sea, pero por desgracia no deja de ser una realidad. Ser mujer implica estar expuesta a riesgos casi invisibles para los hombres. Es así.

Veo sus músculos contraerse. Está enfadada con toda la razón del mundo. Podría haberme quedado sentado en mi cómoda butaca junto a Julia mientras Thony corre de aquí para allá, pero no. Claro que no. Se trata de Ankala Brown y quedarme de brazos cruzados mientras ella está en la misma estancia que yo dejó de ser una opción el día que la conocí.

Sus mejillas rosadas adquieren un color rojizo. La gente sigue bailando y bebiendo a nuestro alrededor mientras nosotros nos sumergimos en una batalla de miradas interminable que solo puede acabar con un ganador o dos perdedores. Todo depende de cómo lo mires.

—Acompáñame a casa —susurro casi suplicante. No puedo simplemente dejarla aquí a su suerte, aunque haya sido lo que he hecho estos últimos días. Quería darle su espacio, o como dice Thony, huir de ella, de su presencia, su olor, de los recuerdos que me arrasan cada vez que la veo. Joder, que sí. Que no podía ni verla. No quería. No debía.

De pronto, el odio desaparece de sus iris. La música se silencia junto a las carcajadas y conversaciones insustanciales. La marea de cuerpos sudorosos se detiene y el mundo se para. Solo somos ella y yo en mitad de un lugar abarrotado de gente.

Escucho mi corazón latir frenético, como la primera vez que la vi. Observo sus manos temblorosas jugueteando con el collar que lleva puesto, las pequeñas gotas de sudor que hacen que su escote resplandezca bajo la tenue luz del local y el atisbo de sonrisa que tira del extremo de esos labios que tanto he echado de menos.

Estoy tan centrado en ella que paso por alto el reflejo dorado que vislumbro por el rabillo del ojo.

—¿Va todo bien? —Una mano pequeña y cálida se posa en mi hombro. Casi por acto reflejo la cubro con mía mientras asiento. En realidad no sé qué está pasando. Miento, Kala es lo que está pasando. Su sola presencia es suficiente para revolver la galaxia y establecer un nuevo orden de las cosas.

La voz de Juls es suficiente para ganarse toda la atención de la morena. Sus ojos relampaguean entre la rubia y yo, confundidos, hasta que se quedan posados en nuestras manos unidas. Veo las pequeñas arrugas de su frente acentuarse más con cada segundo que pasa con la mirada fija ahí. Justo donde mi piel y la suya se tocan.

Se aleja unos pasos, negando con la cabeza.

—No pienso irme contigo. Me lo estoy pasando bien, Dylan. Yo no me meto en tu vida y tú no te metes en la mía —recuerda enredándose un poco con las palabras. El alcohol está comenzando a tener sus efectos en ella—. Lo que pasa en San Francisco se queda en San Francisco. Ese era el trato, ¿no?

Sí, joder, ese era el trato. El puto trato que yo mismo establecí. Los límites de mierda que quise dibujar entre nosotros para evitar este tipo de situaciones. Pero, ¿por qué me cuesta tanto cumplirlos? No quiero meterme en su vida. Juro que es lo último que quería, pero después de ver cómo el castaño de ojos marrones lleva toda la noche comiéndosela con la mirada desde la barra, no he podido evitar que me saliera la vena protectora. Al fin y al cabo, es mi hermanastra.

Asiento a regañadientes.

—Perfecto, pues nos vemos en casa.

—¿En casa? —preguntan sorprendidas Julia y Anya al unísono. Me había olvidado de la presencia de las dos.

Kala asiente hacia la morena con puntas azules.

—Es mi hermanastro —escucho que le explica mientras se alejan de nosotros.

Anya asiente mientras escucha lo que sea que le está contando. Lanza algunas miradas distraídas en mi dirección y luego vuelve a la morena de ondas chocolate. Nos conocemos de vista y de alguna noche de fiesta que hemos compartido en el local. Es amiga de Thony y está loca por él desde que yo recuerdo. Lo que siente mi amigo aún es un enigma para todos, pero algo me dice que sus sentimientos no son del todo no correspondidos.

—Déjala que disfrute un poco, no está haciendo nada malo. Es más, deberías haberla invitado tú —susurra Julia afianzando nuestro agarre—. Es tu hermana, no tu propiedad. No tienes que cuidarla ni protegerla, ella solita se vale para ello.

—No es mi hermana —clarifico mirándola por primera vez desde que apareció a mi lado.




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