Aunque Sea Mentira

1. ¿Qué hace un chico aquí?

A veces cuando sales huyendo, terminas en el mismo punto donde comenzaste pues todo el tiempo estuviste yendo en círculos.

Eso me está pasando. Pensé que jamás volvería a este lugar, deseaba jamás volver a este lugar pero aquí estoy, intentando lucir como si no quisiera hacer un agujero en el techo y salir volando colgada de un helicóptero como en esas películas de acción.

Claro, no puedo hacer eso.

Quiero pensar que en dos años las personas ya se olvidaron de mí, que soy completamente irrelevante en sus vidas y que la última vez que me vieron desapareció de sus mentes.

Pero cuando veo a Sophia Iron acercarse a mí con los ojos entrecerrados y cejas juntas sé que todo está arruinado. — ¿Lani?

Podría decirle que no, que soy una persona muy parecida a esa tal Lani, que soy su gemela (eso no serviría debido a lo que pasó) o podría solo, tener valentía y aceptar mi derrota desde ahora.

—Hola Sophia —bajo la voz.

Sophia y yo no éramos las mejores amigas pero éramos amigas y fue de las pocas personas que no actuaron mal contra mí luego de ese horrible desastre.

Acomoda sus gafas. —Vaya, no pensé que volvería a verte —yo tampoco pensé que volverían a verme aquí.

Asiento, sin agregar nada más. No quiero ser grosera pero me siento vulnerable aquí, en medio del pasillo, luciendo como un venado en medio de tigres salvajes. Bueno, no estoy segura si los tigres viven en el mismo ambiente que los venados y estoy segura que todos los tigres son salvajes.

—Um, entonces, ¿Por qué regresaste? —Sophia pregunta.

Presiono mis labios por unos segundos. —Bueno, tenía que regresar, por mi educación. Digo, no es que me importe mucho pero tampoco no me importa, solo, tenía que regresar.

Esa es una verdad a medias. Tenía que regresar porque era mi única opción.

—Ah, está bien —Sophia asiente—. Entonces, supongo que te veo en clases.

—Sí —respondo a pesar que desearía que no me dejara sola.

Ya sé que tengo diecisiete años pero muchas veces me he sentido como una niña pequeña que necesita a su mamá y estas tan confundida y atemorizada que solo piensas en llorar.

Como esa vez que estábamos en una tienda de muebles, camas, sillas y mil cosas más y me perdí.

Bueno, no me perdí realmente, solo me quedé en el pasillo anterior y mis padres siguieron avanzando sin darse cuenta que yo estaba ocupada viendo una lámpara de oso polar y cuando volteé, ellos ya se habían ido. Lloré y un guardia hizo que me encontraran en la entrada.

Pero ahora ya no hay ningún guardia que me escolte en cada clase y llorar en la escuela sería el peor error de tu vida.

Me muevo a través de los pasillos, intentando no hacer contacto visual. Estoy segura que en algún documental de crímenes explicaron que hacer contacto visual puede salvarte la vida pero luego hay otros donde dicen que no.

De todas formas, yo evito el contacto visual.

Sigo hasta el pasillo donde está mi casillero. Creo que incluso el director o quien sea que se encargue de asignar los casilleros, me odia. Me dejaron en el último pasillo, en el que está cerca de la puerta que conecta con el área de los basureros y espacio para los camiones que traen la comida para la cafetería.

No es que huela mal aquí, digo, huele a demasiado limpiador de pisos y pintura fresca a base de aceite pero los casilleros son de los antiguos, no como los más modernos que están en la entrada. Estos están un poco doblados y la pintura de las esquinas se cae.

Ah, también son amarillos y odio el amarillo.

Empiezo a darle vuelta a los números para abrirlos con la clave que me dieron (bastante sencilla de recordar 3223) pero no abre. Suspiro y lo intento de nuevo pero sigue igual todo.

— ¿Me dejas abrirlo? —me hablan por detrás.

Giro en cámara lenta, como si eso hiciera que las personas no me reconocieran o se aburrieran de esperarme y se fueran. — ¿Qué?

Siento que alguien me rodea con una cuerda (no literalmente) y me aprieta con fuerza cuando noto quien es.

No, no, no, no.

Edgar McRon. Ha cambiado pero al mismo tiempo, sigue igual. Siempre fue guapo, siempre tuvo esos ojos avellana intensos, ese cabello alisado naturalmente que siempre está peinado hacia atrás y ese lunar cerca del labio pero ahora se ve como si se tomara en serio el entrenamiento y tiene esos hombros anchos y brazos que definitivamente no eran así.

A pesar que lo considero guapo también lo considero una de las peores personas del mundo por efecto colateral. Edgar fue (y seguramente sigue siendo) el novio de Wynter Hattie Salazar.

La chica que básicamente, arruinó mi vida.

—Estás en mi casillero, ¿Por qué intentas abrirlo? —junta las cejas.

Bufo. —No estoy en tu casillero, el mío es el número…

—Ah, ya te recuerdo —suelta una risa tonta—. Eres tú, ¿no? ¿Cómo está tu hermana?

Aprieto mis puños mientras siento como el corazón se detiene. Respiro profundo. —Mi casillero es este.

—No lo es, el mío es el 181 —se encoje de hombros.

Subo la mirada y leo el número. Tiene razón, el mío es el que está a un lado, ni siquiera leer un número puedo hacer bien. —Ah, sí…

—Así que has regresado —estira su brazo a un lado de mía para abrirlo, sin pedir permiso.

Me muevo al que sí es el mío aunque no introduzco la contraseña. —Creo que lo hice, ¿no? Aquí estoy, a menos que yo fuera un fantasma y solo tú puedes verme.

Arruga la nariz y me da un vistazo lleno de crítica interna. Lo sé, siempre digo cosas tontas y raras y es por eso mismo que me metí en problemas hace dos años, en este lugar.

Edgar guarda unos libros en el casillero y cierra la puerta con fuerza. —Intenta dejar de confundirte —sonríe de lado—. Tienes algo en los dientes.

Él se da la vuelta y casi me atraganto con mi propia saliva. ¿Será verdad o solo quiere molestarme?

Lo veo alejarse y recuerdo que en esta área hay unos baños, normalmente estaban desocupados pues caminar hasta aquí es solo para personas no perezosas y todos en la escuela tenemos pereza de una forma u otra.




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