Aunque Sea Mentira

2. Otras personas

— ¿Entonces no iras a clases? —Trey me pregunta.

Hago una mueca sin pensarlo. La idea de llegar a un salón donde habrán personas que recuerden mi reputación y la larga lista de apodos que me dieron gracias a Wynter no me hace feliz en lo más mínimo.

— ¿Tú irás? —pregunto.

Asiente lentamente. — ¿Crees que si voy así me expulsen?

Bajo la mirada por un instante, su torso está más definido que el de la mayoría de los chicos de mi edad pero tampoco es demasiado musculoso como ese actor que tanto le gusta a mi hermana.

—Creo que ganarías muchas admiradoras y admiradores, ¿Por qué no?

Trey arruga la nariz. —Eres intrigante, Lani Lane, ¿Por qué no te había visto antes?

Espero que “intrigante” signifique algo bueno. —Porque soy nueva, algo así. No soy tan nueva realmente, pero, ¿sabes? Yo tampoco te había visto antes.

— ¿Cómo que no eres tan nueva? —baja una pierna.

Suspiro, doy un vistazo a la puerta solo por si acaso alguien quiere entrar y tenga que actuar rápido para que no nos encuentre en esta situación rara. Un chico sin camisa, una chica que no pensaba regresar nunca a este lugar.

—Estudié aquí —ya lo descubrirá después, cuando alguien le hable sobre mí—. Hace dos años me fui. ¿Qué hay de ti? ¿Eres nuevo?

Niega. —No.

Asiento y nos quedamos sin temas para hablar. Sí, debería irme y ser valiente pues no puedo quedarme aquí para siempre pero él comienza a levantarse.

—Me la pondré así —anuncia—. Diré que, llovió de camino a la escuela.

Suelto una risa sin poder reprimirla. — ¿Lluvia? ¿Cuándo ha llovido en este lugar seco como el desierto?

Se encoje de hombros.

Doy unos pasos hacia él, regresando al lugar frente al espejo. — ¿Qué te pasó?

—Tengo un hermano, muy pequeño, ama el jugo de naranja y me hizo esto antes de bajar del auto —explica.

Abro los ojos. — ¿No pudiste cambiarte? ¿Caminaste así hasta aquí?

—Tengo hermanos y no pueden retrasarse ni un minuto así que ni siquiera me di cuenta hasta que un estudiante más joven que yo no dejaba de verme la camiseta.

—Ah, ya veo —digo.

—Las clases ya van a comenzar —murmura y luego suelta algo parecido a un gruñido.

¿Qué haría yo en esa situación?

Seguramente no me quitaría la camiseta y no hubiera intentado quitar la mancha, sino me pondría mi sudadera y… oh, quizás eso sirva.

—Tengo una sugerencia —muevo mi mochila hacia el frente de mi cuerpo y abro el cierre—. Esto.

Saco la sudadera azul oscura que siempre llevo ahí. Aprendí muchas lecciones hace dos años y una de ellas era siempre llevar algo para cubrirme en caso de emergencia.

Levanta una ceja. — ¿Quieres que la use?

Me encojo de hombros. —Tendrás un poco de calor y será ajustada pero, ¿podría funcionar?

Inclina la cabeza. — ¿Por qué me ayudas?

Volteo la mirada al reflejo del espejo. Recuerdo esos días, como todo aumento como una bola de nieve y lo mucho que me hubiera gustado que alguien interviniera de alguna forma o que me diera un abrazo.

—Porque sí, solo úsala, es más grande que mi talla así que no te quedará tan pequeña pero, um, supongo que eres más alto.

Sin duda es más alto.

Trey la toma y la examina. Le toma unos segundos colocársela pasándola por encima de la cabeza y ajusta las mangas, subiendo la tela hasta sus codos. Se mira en el espejo y entorna los ojos, observando cómo le queda.

— ¿Por qué usas una tan grande?

—No soy delgada —suelto y me arrepiento.

Trey me mira con las cejas juntas. —Si tú lo dices, Lani Lane.

Me reacomodo la mochila. —La fábrica es de algodón y tal vez si te mantienes alejado del sol no sudaras sin parar.

Resopla. —Gracias por tus consejos —coloca su mano sobre mi hombro repentinamente—. Y gracias por ayudarme, te la daré mañana. ¿En qué año estas?

—Ultimo.

Asiente. —Yo también, seremos compañeros ahora —baja la mano—. De verdad, muchas gracias.

Me encojo de hombros. —De nada.

La campana finalmente suena y Trey se apresura a tomar todo de nuevo, toma la camiseta húmeda y suspirando, la deja en el basurero. No digo nada pero me pregunto si es de los chicos que pueden permitirse hacer eso.

Esta escuela está ubicada en un punto medio, hay personas con el dinero básico provenientes de una familia de clase media y otros que sus padres les pagan viajes, teléfonos y casi todo lo que quieran.

Digo, solo hay que ver en el estacionamiento. Autos de hace veinte años al lado de autos de último modelo.

Como si pusiéramos mi viejo auto heredado por papá al lado del impresionante convertible de Wynter, regalo de su cumpleaños número quince.

Puede que incuso ya tenga uno nuevo.

Arrugo la nariz pensando en Wynter. Tengo la esperanza que ella se haya mudado de país y ahora esté feliz en Europa, lejos de mí pero algo me dice que no es así.

Después de todo lo que pasó borre mis cuentas personales pero sí uso redes sociales y he espiado algunos perfiles que no están privados. Por supuesto que el de Wynter no es privado, ella desea obtener todos los seguidores posibles.

Ahí he visto que sigue en esta escuela. No suele publicar mucho que no sea su cara cantando o hablando de temas de la cultura pop actual pero un par de veces se ha grabado en los pasillos o en la salida y así sé que sigue en este lugar.

Me llevo las manos al estómago, me está doliendo pero no del tipo de dolor que siento cuando como los tacos especiales de mi tío Rick, sino del tipo de dolor que sientes cuando estas a punto de morir.

Bien, no voy a morir pero se parece.

— ¿No vas a ir? —Trey me habla.

Asiento y veo hacia la puerta. — ¿Sabes qué? Déjame salir primero, si alguien está ahí sería mejor que vieran a una chica salir del baño de chicas.

—O podríamos ser parte de la gente que aboga para que los baños sean para todos —afirma.

Sonrío un segundo. —No sé si a esta escuela le importen las luchas sociales —abro la puerta y me asomo. El pasillo sigue vacío y es un alivio—. Todo despejado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.