Aunque Sea Mentira

3: Balones

—Entonces es verdad que estas de vuelta —Wynter retuerce la punta de su cabello largo entre sus dedos.

Edgar tiene un brazo sobre sus hombros y odio tanto como se ven perfectos juntos. Wynter es alta, delgada, su piel es bronceada naturalmente y sus ojos son grande y oscuros. No creo que el rostro de Wynter conozca lo que es tener un grano.

Me muevo al casillero pero ella se recuesta justo en medio del de Edgar y el mío. — ¿Por qué te fuiste?

Tengo sed, mis labios se sienten secos. —Por trabajo de mis padres.

Es una mentira.

Tuerce sus labios. — ¿De qué trabajan tus padres?

¿Por qué siquiera le importa? —Mamá es nutrióloga —respondo.

— ¿Y tu padre? —insiste.

Bajo la mirada. —Ya sabes quién es mi padre.

Edgar suelta aire por la nariz. Wynter suspira. —Entonces, ¿te fuiste a otra escuela a pesar que tu padre sigue aquí? ¿Tu mamá se mudó? —Abre la boca—. Ah, tus padres están divorciados.

Separados, aun no se divorcian. —Ajá —respondo solo para que deje de hablar.

—Te extrañamos Lani —se inclina hacia Edgar—. Espero que no tenga que preocuparme que tu casillero esté tan cerca del de mi novio.

Quiero poner los ojos en blanco peo no lo hago. —No, no hay problema —estiro la mano para introducir la contraseña pero me detengo cuando Wynter presta atención a los números.

—Ah, sí, te daremos privacidad —se mueve tomando a su novio de la mano—. Te extrañé realmente, me hiciste famosa —dicho eso, se aleja riendo al lado de Edgar.

Quisiera poder tirarle algo en la cabeza aunque algo que no la mande al hospital, tal vez una almohada, de esas pesadas. Solo quisiera un poco de venganza, no del tipo que te manda a la cárcel sino, algo para que sienta aunque sea un gramo de lo que yo sentí.

Pero es Wynter Hattie y creo que esa chica es indestructible. No es como si todos se arrodillan frente a ella pero tiene muchas amigas, es hermosa y su autoestima está en el cielo.

Mamá dice que si actúas con seguridad, ya vas ganando. Wynter siempre tiene esa expresión de saber que es mejor que tú y tal vez, en mi caso, lo es.

Abro el casillero y recuerdo que no traje nada hoy. Aún tengo que pasar a la oficina para que me entreguen algunos libros pero lo haré después, así me los llevo en el auto.

Las siguientes clases no fueron estresantes a pesar que algunos de mis compañeros antiguos me miraban y susurraban entre ellos. En ninguna de esas clases me encontré con Trey o con Destiny, solamente con Sophia pero ella ahora tiene otras amigas y no parecía interesada en invitarme a sentarme cerca de ella.

Es hora de ir a la cafetería y eso es algo que realmente no quiero hacer. Si estar en clases ya fue un castigo, ir a ese lugar donde estará Wynter y todas sus amistades es algo que no tiene nombre. Una tortura sería una palabra cercana a ello.

Pero, no sé a dónde ir.

Tengo una idea y no estoy segura si es una buena, lo más probable es que no pero al menos voy a perder tiempo. Viendo que todos van en dirección a la derecha, yo me giro media vuelta y camino a la otra área de la escuela.

Me mantengo en la orilla así es más fácil evitar chocarme con alguien. Sigo hasta que las voces y risas dejan de escucharse y son remplazadas por otras voces que gritan cosas como “aquí” “más fuerte”

Suspiro antes de empujar la puerta al área deportiva de la escuela. El sol brilla tan radiantemente que tengo que entornar los ojos por el reflejo del pavimento blanco. Mis ojos van al campo de futbol soccer, el equipo está calentando y el entrenador está hablando con algunos reunidos a su lado.

Camino hasta la tribuna, donde gracias a una estructura de madera, se produce sombra en las sillas. Todavía no subo los escalones para sentarme, necesito saber si esto está bien.

Sigo esperando a que el entrenador deje de hablar cuando un balón pasa demasiado cerca de mi rostro.

Estuve a punto de morir y no vi pasar mi vida frente a mis ojos como dicen. Bien, bien, seguro no iba a morir pero estoy segura que eso pudo romperme la nariz.

Los chicos rien, seguramente vieron mi reacción cuando pegué un grito y cerré los ojos.

— ¿Lani? —es la voz del entrenador, o como yo le digo, mi padre.

— ¿Lani Lane? —esa es otra voz.

Abro los ojos y un chico se acerca a mí desde el campo. Un chico que lleva una camiseta y no mi sudadero. Trey ahora está usando la del equipo, me pregunto dónde dejó mi sudadero, espero que no lo haya tirado también como su camiseta.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta papá al mismo tiempo que Trey.

Papá mira a Trey, Trey mira a papá y luego ambos a mí. Yo acomodo mi cabello. —Um, hola, ¿podemos hablar, papá?

Trey voltea a, aparentemente, su entrenador. — ¿Papá?

Papá suspira y levanta la mano. —Un minuto chicos, sigan calentando.

Trey se aparta sin necesidad que lo pida, papá me toma del hombro y me mueve a un lado. No parece feliz de verme aquí pero al mismo tiempo, luce preocupado.

— ¿Está todo bien? ¿Qué sucede?

Tengo que buscar una buena excusa para quedarme aquí. —Um —no hay ninguna—. ¿Puedo sentarme ahí? Prometo no hablar, ni siquiera me moveré. Olvidarás que existo.

—No —responde, su frente se marca por tres arrugas en horizontal.

Suspiro. —Papá, por favor, solo quiero quedarme aquí.

— ¿Por qué quieres hacer eso? —le da un vistazo a los chicos quienes están pasándose balones con patadas no tan fuertes.

Un momento, si así estaban entrenando, ¿Quién lanzó apuntando a mi rostro?

—Porque puedo ser tu asistente —digo, revisando a los posibles sospechosos. Algunos rostros son conocidos pero otros no.

— ¿Mi asistente?

Entonces, lo veo. Edgar está ahí, riendo y empujando a otro de los chicos sin entrenar. —Sí —aprieto mis puños—. Seré útil, como por ejemplo ahora te diré que Edgar no está entrenando.

Papá voltea el rostro y lo atrapa. — ¡McRon! ¡Song! ¡No se detengan si no doy la orden!




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