— ¿Estás bien? —Trey pregunta lo suficientemente alto como para que escuche a través de la música.
Me quito los auriculares. — ¿Qué? Ah, sí —pero sigo sosteniéndome el hombro—. ¿Dónde está papá? Digo, ¿El entrenador?
—El director lo mandó a llamar —explica—, ¿realmente estás bien?
Edgar y sus amigos se acercan. Se cubren del sol con la mano extendida sobre la frente a manera de visera. Trey lo nota también y suelta una exhalación.
— ¿Por qué estás aquí? —Edgar me mira.
Me encojo de hombros. —Porque sí, la escuela es libre.
Resopla. —Claro que no, tú no deberías estar aquí es por eso que te golpearon, ¿ves?
Entorno los ojos. — ¿Acaso fuiste tú?
Sus amigos ríen, volteando hacia el suelo. — ¿Yo? ¿Puedes probarlo? —Le da una mirada a Trey—. Tal vez fue él.
Trey lo mira con el ceño fruncido. — ¿Yo? ¿Crees que yo haría eso?
—Entonces dile quien fue —Edgar se cruza de brazos.
Trey rueda los ojos y suspira. —Quien sea que haya sido debe tener cuidado, si esto fuera un partido podrían haber golpeado al público.
Edgar da un paso hacia él. — ¿Disculpa? ¿Dando órdenes? ¿Quieres que te recuerde quien es el capitán?
Hay demasiada tensión entre ellos y yo solo quiero que me dejen en paz. —Soy la asistente de tu entrenador, Edgar, por eso estoy aquí —me levanto del asiento y tomo mis cosas.
— ¿Asistente? —un chico que creo que se llama Félix me mira—. ¿Entonces tienes que ayudarnos? ¿En lo que queramos?
Sus amigos incluyendo Edgar ríen y hacen unos gestos raros. Sé que estar entre chicos no es una buena idea, en especial después de todo eso que pasó pero no esperaba que papá no estuviera cerca.
Guardo rápidamente mi teléfono y auriculares en la mochila y camino entre las sillas hasta el otro lado. Los chicos siguen haciendo muecas y riéndose de mí.
No es justo. Sé que merecía lo que me pasó en aquel año pero, ¿ahora? ¿Cuánto más tengo que aguantar esto?
Papá regresa eventualmente y todos siguen con el entrenamiento. Yo ya no sigo escuchando música, solo veo la hora y pienso en que aún falta para irme a casa.
Odio esto.
Mucho tiempo después, el entrenamiento termina y papá manda a todos a cambiarse a los vestidores. Papá me hace una señal para que vaya a ayudarlo.
Me coloco la mochila y bajo hasta el nivel del campo. Los chicos ya están regresando y no me notan, eso es un alivio.
—Necesito que tomes todos los conos y los balones, los guardes en esa red y lo lleves a los vestidores. Los dejas en la pared cerca de la entrada, por favor —pide.
Asiento. —Está bien.
Me muevo pero él toma mi hombro. —Lani, ¿estás bien? ¿Cómo ha estado tu día?
Es todo un contraste escuchar su voz suavizada cuando estuvo gritando y ordenando a todos hace unos minutos con la voz firme y seria. —Estoy bien papá, no te preocupes.
Asiente y me da una sonrisa muy corta. —Ve, no tienes que preocuparte por los chicos, los vestidores están al fondo así que no te verán ni tu a ellos.
Arrugo la nariz. Realmente no me interesa verlos cambiarse.
Me muevo por el campo tomando todo lo que papá me pidió, él tiene que irse ahora pero me recuerda que debo ir a comer algo y afirmo con un pulgar arriba.
Veo cuando entra al edificio de nuevo y suelto un suspiro. Paso mis ojos por el lugar vacio. Al fondo a la derecha hay un muro alto, detrás de ese muro está el gimnasio que es para Educación Física y algunos eventos, luego del lado opuesto están otro muro que es tan solo el fin de la propiedad escolar.
Me aseguro de apilar los conos y guardar los quince balones en la red pero los veo durante un segundo, no son los objetos más livianos del mundo y llevar todo esto al mismo tiempo será un problema.
Pero lo intento de todas formas, arrastro la red en el suelo y muevo los conos cargándolos contra mi cuerpo. Jamás me hubiera imaginado en esta posición pero si esto es algo que tengo que hacer para no estar en la cafetería, lo acepto.
Voy al área donde están los vestidores y como siempre, para mi mala suerte, llego al momento que la mayoría de chicos están saliendo. Entre todos, Edgar.
—Con permiso —susurro entre dientes.
Edgar extiende ambos brazos y empuja a sus compañeros hacia atrás. —Dejen pasar a la chica, sean amables.
Estallan en risas. Que idiotas.
— ¿Necesitas ayuda? —Kevin Baker me pregunta. Odio que recuerdo los nombres de la mayoría sabiendo que ellos probablemente me recuerdan por alguno de esos apodos.
—No —sigo arrastrando los balones hasta que siento como si se hubiera atorado con algo, volteo como puedo por los conos cerca de mi rostro y noto que uno de ellos está tirando de la red.
Vuelven a reír.
Dejo los conos en el suelo. — ¿Por qué les parece gracioso? ¿Son niños?
No se intimidan, siguen con esas sonrisas burlonas. —Ya déjenla, no queremos hacerla llorar —Edgar dice antes de darse la vuelta y seguir caminando.
Todos se van llenando el pasillo con risas y voces ruidosas. Al menos ya no están aquí. Me inclino para tomar los conos otra vez cuando escucho pasos contra las baldosas.
Ay, no, ya no más.
Levanto los ojos y es Trey, de nuevo con mi sudadero puesto. —Lani Lane —su mirada pasa al pasillo, aun se ven las espaldas de los demás antes de cruzar—. Déjame ayudarte.
Él toma los conos y me ayuda a tirar de la red. Solo quedaban unos metros para dejarlas donde papá me indicó de todas formas.
—Gracias —digo.
Trey asiente. —Um, ¿Qué clase tienes ahora? —rasca su cuello.
Sacudo la cabeza. —Tengo periodo libre.
Se recuesta en la pared. —Yo también, ¿quieres que estemos juntos? Digo, pasar el periodo libre juntos.
Frunzo el ceño. — ¿Quieres estar conmigo? Digo, en el periodo libre.
Se encoje de hombros. —No tengo nada qué hacer, además, eres intrigante.
Bufo. — ¿En un buen sentido?
Trey sonríe y me hace una seña. —Ven, sígueme.
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Editado: 29.01.2025