— ¿Cómo que por culpa de Edgar? —le pregunto a Trey.
La puerta se abre anunciándolo con el sonido de una campana y es un grupo de chicas y chicas. Parecen de nuestra edad pero no los conozco, probablemente no van a nuestra escuela.
Trey comienza a tomar las servilletas. —Voy al baño, ¿Si?
No espera mi respuesta, se levanta y antes de hacer su camino al baño tira las servilletas en el basurero. Miro la pizza y le doy un último mordisco.
Trey se toma su tiempo y cuando regresa, está hablando por teléfono con alguien, susurrando y cubriendo su boca con la mano. Este lugar tiene música de fondo por lo que no escucho nada de su conversación. Trato de mantener lejos los ojos de él pero su ceño fruncido y la manera en que niega es algo que noto sin querer.
Finalmente termina la llamada y gurda el teléfono en su bolsillo. —Creo que ya se lavó tu ropa —sonríe, casi parece que hace unos segundos no estuviera haciendo un gesto opuesto a este.
—Sí —veo hacia las últimas rebanadas de pizza—. ¿Qué hacemos con esto? ¿Ya te quieres ir?
Una pequeña parte de mí no quiere que esto termine tan pronto. Sigo pensando que cuando Trey se entere de la razón por la que no tengo amigos él dejará de estar cerca de mí así que no quiero que suceda tan pronto.
—Entonces, ¿la quieres para llevártela a tu casa? O podría llevármela yo —afirma.
Me encojo de hombros. —Tú puedes llevártelos.
Solo son tres rebanadas. Trey se acerca al mostrador para decirle algo a quien está atendiendo, el chico se mueve y le da un contenedor desechable y una bolsa.
Trey regresa para empacar lo que sobró. — ¿Con cuanto calificas la pizza? —pregunta.
Una de las comisuras de mis labios se eleva. — ¿Calificación? Bien, veamos, creo que es un sólido ocho.
—Sí, estoy de acuerdo —termina de guardarlo todo—. ¿Cómo está tu pantalón?
Arrugo la nariz. —Aun húmedo y aun parece que no aguanté las ganas de ir al baño.
Trey sonríe. —Sí, tienes razón, pero nadie se dará cuenta.
Suspiro. —A menos que en este momento alguien famoso decida entrar a este lugar y todas las personas volteen y se fijen en la chica con pantalones mojados.
—Serás famosa también entonces —bromea.
Pero mi estómago arde y no es por la pizza.
“Famosa”
Digamos que en algún punto, por la peor razón, conocí algo de fama.
Trey me hace una seña para que salgamos y lo sigo fuera del lugar. Volteamos a ambas direcciones antes de atravesar la calle y dirigirnos por mi sudadero.
—Trey, ¿A qué te referías con eso que Edgar es la razón? —aún no he olvidado lo que dijo.
Trey me da una mirada y suspira. —Tenemos que pasarlo a la secadora —evita mi pregunta.
¿Acaso hay una posibilidad que Edgar le haya hecho a Trey lo que Wynter a mí?
—Será rápido —anuncia.
Ambos nos movemos al área de las secadoras luego que él tomara mi sudadero. La coloca en la secadora y de nuevo presiona unos botones. Él está demasiado familiarizado con este lugar aparentemente.
Se mueve a una banca de color blanco y deja la bolsa con las sobras de pizza a un lado. Me siento también, viendo hacia el frente mientras me debato si es buena idea seguir insistiendo o no.
Pero si de todas formas él dejará de hablarme, tengo que hacerlo antes que ya no lo vea. — ¿Por qué Edgar? ¿Qué hizo?
Trey voltea a mí y cruza la pierna. —Tal vez no debí decir eso.
—Pero lo dijiste —contesto.
Aclara la garganta. —Es una historia larga y no vale la pena contarla.
—Está bien, no lo hagas —me rindo.
Trey recuesta la espalda en la pared y levanta la mirada al techo. Es blanco, con lámparas largas y nada más. —Tu padre, ¿te habla de su trabajo en la escuela?
Niego. —No, no lo hace —no hablamos sobre casi anda en realidad.
Asiente lentamente. —Mira, Lani Lane, solo debes saber que tengo motivos suficientes para que no me agrade Edgar.
Entorno los ojos observando a Trey, quien tiene la mirada fija en el techo. En el tiempo en que yo me fui de la escuela, Trey llegó y Edgar hizo algo, algo que ha provocado una enemistad entre ellos. Algo que Trey prefiere evitar.
— ¿Hace cuánto llegaste a la escuela? —pregunto.
Hace una mueca, como si el recuerdo fuera doloroso. —Hace un año y medio más o menos me transferí —abre la boca como para continuar hablando pero no lo hace.
Trey llegó meses después de mi caos.
Noto que sus ojos están apagado y luce mal ahora, no sé cómo describirlo ni sé por qué lo noto pero creo que es hora de dejar el tema. —Entonces, ¿Qué más haces aparte del soccer, leer, aparecer sin ropa en baños de chicas y hablarle a extraños?
La sonrisa de Trey regresa. —A veces también, como pizza con esos extraños.
Mi corazón late un poco más rápido. — ¿Y qué más?
Enumera con sus dedos: —Me subo a autos de desconocidas que huelen a vainilla, voy a la lavandería con esa desconocida y me siento a hablar con esa desconocida.
Sonrío sin poder evitarlo. Trey dice que soy rara pero él me sigue las bromas y aunque nos conocimos hace horas en la escuela, es como si fuéramos amigos. Pero no lo somos y dudo que nos volvamos cercanos.
— ¿Qué más? —pregunto entretenida.
Trey me mira a los ojos y mi corazón vuelve a pegar un salto. Por supuesto que lo hace, Trey es atractivo y es amable, pero no soy estúpida… bueno, no soy tan estúpida, Trey no está interesado en mí y jamás lo estará. Ese chico puede obtener lo que quiera con su mirada, no se conformará conmigo.
—Me gustan los juegos para teléfono —sonríe—. Ya sabes, esos de cubos que tienes que agrupar, números que tienes que emparejar, todo eso.
Resoplo. — ¿Enserio? ¿Acaso no son juegos para madres? Mi mamá los ama pero se obsesiona, llega siempre al último nivel.
Levanta las cejas. — ¿Lo hace? ¿Acaso tu madre es una genio?
Sonrío. —Lo es, aunque usa sus habilidades para juegos en el teléfono y enseñarle a la gente como comer —miro la pizza—. Tal vez no estará feliz de la pizza en medio de nosotros.
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Editado: 18.03.2025