Aunque Sea Mentira

42: Ellos

Todos esos besos con Trey me hicieron olvidar que ahora el mundo me odia de nuevo.

Cuando llegué a la escuela el siguiente día siguen las miradas y los murmureos pero es extraño porque ya no me siento como antes, ya no me siento pequeña y fácil de aplastar.

Tal vez ayuda el hecho que no estoy sola como antes. Destiny me habla, los del grupo siguen conversando conmigo y a otras personas no les importa mucho. Supongo que sí han madurado algunos.

Wynter sigue odiándome, no lo oculta más y sus ataques son cada vez peor.

Pero lo peor estaba por venir, pues esa vez que desinflaron las llantas de mi auto no fue nada con lo que pasó días después de San Valentín.

Estaba saliendo del baño cuando dos chicos del equipo de soccer se colocaron frente a mí. Primero pensé que lo mejor era solo esquivarlos e ignorarlos pero ambos me tomaron de los brazos.

Eric y Jett.

— ¿Qué están haciendo? —pregunto enojada, tirando de mis brazos.

Ambos me toman y me arrastran al baño de al lado, el de chicos. Siento frio por todo el cuerpo, ¿Qué quieren hacerme?

— ¡Déjenme! —grito.

Jett me suelta solo para colocarme la mano en la boca y me toma con fuerza. Me llevan al baño y cierran la puerta, Jett me suelta contra la pared y casi me golpeo contra el dispensador de toallas de papel.

— ¿Qué hacen? —digo, mi voz tiembla.

Eric y Jett ríen. —Vamos Lani, hemos escuchado los rumores y claramente son ciertos —Jett camina hacia mí—. Sé que te gustan los del equipo, primero Edgar, luego Trey, ¿Por qué no con nosotros también?

Abro los ojos. — ¿De qué hablan? Déjenme ir.

Eric también se acerca y toma mi muñeca. —Vamos, Lani, no finjas que esto no lo quieres.

Aprieto los dientes y parpadeo rápido. —Por favor, solo déjenme salir.

Jett baja la mirada por mi cuerpo y quiero vomitar. Mis manos empiezan a temblar y es como si alguien hubiera pegado mis pies al suelo. Tampoco puedo respirar correctamente.

— ¿Con quién quieres primero? —Jett pregunta.

Y es ahí cuando la primera lágrima se desliza por mi mejilla. No puedo creer lo que están sugiriendo, están locos. Son unos enfermos. Esto es horrible.

—Por favor —suplico.

Eric sube la mano por mi brazo y me esfuerzo por no dejar escapar todas las lágrimas, intento pensar en una manera de irme o de defenderme pero toda mi mente se ha nublado.

—Tal vez puedes hacer algo por nosotros y te dejamos salir —Eric sugiere.

No quiero saber qué es lo que quieren que yo haga.

Cierro los ojos y empiezo a desear que algo malo les pase, que algo ocurra y los detenga, que el suelo se rompa y ellos se vayan a un abismo muy lejos. Pero eso no pasará.

Ni siquiera puedo gritar por ayuda.

Aprieto los ojos cuando siento las manos de uno de ellos en mi cintura y ahora sí, lloro. Pero no importa si lloro, ellos no se detienen. Sus manos pronto estarán en lugares que nadie ha tocado antes y me harán todo eso que nunca he hecho ni he querido hacer.

Por favor, por favor, por favor ayuda. Por favor. Por favor

Es una plegaria sin palabras, una con muy poca fe y con mucha desesperanza pero quiero creer. Yo sé que no he sido una buena persona pero no creo que merezca esto. Nadie merece esto.

Rayos, ni siquiera le desearía a Wynter que le pasara algo así.

Por favor.

Y se detienen de pronto.

Abro los ojos y veo qué es lo que los hizo detenerse, la manecilla del baño se está moviendo como si alguien estuviera intentando abrirla.

Escuchamos un ruido de algo que tintinea y un “clic” finalmente, la manecilla se mueve y la puerta se abre.

Es el conserje.

Sus cejas espesas se curvan y sus ojos pasan entre Eric, Jett y luego en mí. — ¿Qué está pasando aquí?

Eric levanta las manos. —Nada.

Jett se mueve unos pasos lejos de mí.

El conserje los mira, entornando los ojos. — ¿Qué le estaban haciendo? ¿Por qué está llorando?

Jett mira a Eric pero ninguno habla.

Me señala. —Señorita, vamos con el director — ¿estoy en problemas otra vez? —. Y ustedes también, no sé qué estaban haciendo pero esto no está bien.

Eric bufa. — ¿Qué sabe usted? Solo limpie y déjenos ir a clases.

Pero el conserje, quien ahora noto su apellido “Turner” en su uniforme, lo mira con enojo. —Dije que vamos a ir a la dirección. Si son inocentes, háblenlo con el director.

Respiro profundo y camino lentamente hacia la puerta. El señor Turner asiente para que yo pase primero y cuando salgo del baño, es como si finalmente pudiera respirar.

Escucho a Eric decir: —Que estupidez.

Ellos siguen quejándose durante el camino hacia la dirección. Cuando llegamos, el señor Turner llama a la puerta antes de abrir y mostrar la pequeña recepción.

La secretaria le sonríe pero cuando nos nota, deja de hacerlo.

—Creo que el director debería enterarse que estos dos alumnos le estaban haciendo algo a esta jovencita.

La secretaria abre los ojos. —Claro, sí, ahora le digo.

Permanezco con la mirada en una planta artificial para evitar el contacto visual con ellos. Sé que me odian, sé que están deseándome la muerte. Sé que están enojados por lo que ya no pudieron hacerme.

Unos instantes después, la secretaria abre la puerta que dirige a la oficina del director y nos deja pasar. Una vez más el señor Turner me hace una seña para que yo vaya primero y lo agradezco, así no estoy cerca de ellos de nuevo.

El director tiene el rostro serio y solo me observa sin ninguna expresión, el señor Turner y ellos dos entran. La secretaria cierra la puerta.

— ¿Cuál es el problema? —pregunta el director Robert Sandern.

El señor Turner explica lo que encontró y como nos encontró.

El director me mira. — ¿Cuál es su versión?

Aún tengo lágrimas sobre las mejillas. —Yo estaba saliendo del baño y ellos llegaron y me encerraron en el de chicos. Estaban… no sé qué querían hacer pero tocaban mis brazos y mi cintura y decían cosas muy asquerosas.




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