Mi teléfono vibró una vez más. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había hecho en las últimas horas.
Suspiré profundo y me di otra vuelta en la cama. Debía ser alrededor de la una de la tarde, pero no sentía ganas de bajar y enfrentar la realidad todavía. Apenas había dormido en la noche y me sentía enfermo. Y patético, me sentía muy patético.
La puerta de mi habitación se abrió muy despacio y vi la silueta de Nae acercarse a la cama. Ni siquiera me esforcé por pretender que seguía dormido.
—Hola —susurró—. Ya es tarde, ¿no piensas bajar a comer nada hoy?
Sonaba nerviosa y algo avergonzada. Quizás pensaba que mi comportamiento estaba relacionado con el encuentro accidental entre su nuevo novio y yo. Y tenía razón, aunque no fuera por los motivos que ella imaginaba.
—Hola —respondí y me incorporé ligeramente.
Me dio una mirada de preocupación.
—¿Te... sientes bien?
Miré hacia el espejo del armario y me vi a lo lejos. Parecía un enfermo de gravedad. Las ojeras casi me llegaban a las mejillas y tenía los ojos inflamados. Sin contar que seguía con la misma ropa que la noche anterior y que mi cabello parecía el hogar de una familia de gorriones.
—Estoy bien. Solo me quedé jugando hasta muy tarde.
Mi afirmación pareció tranquilizarla un poco.
—Hice tu almuerzo favorito, aún está calentito —dijo con una pequeña sonrisa y se sentó a mi lado.
Por algún motivo, me sentí enojado. ¿Por qué tenía que ser tan ciega y tan jodidamente dulce a la vez?
—Nae, tienes veintitrés años —solté con algo de dureza.
—¿Qué? —Me observó con desconcierto.
—Eso. Que no necesitas aprobación ni permiso para tener novio e intentar ser feliz. Ni de mí ni de nadie.
—Lo sé —susurró.
—¡¿Entonces por qué te sientes tan culpable?!
Permaneció en silencio por un instante. Sabía que yo tenía razón. Subió las piernas a la cama y las abrazó contra su pecho.
—No lo sé. —Me miró a los ojos y me pareció que estaba a punto de llorar—. Esto de tener algo serio con alguien es demasiado nuevo para mí. Además, sé que Charlie y yo no tenemos nada en común, que incluso puede parecer raro que estemos juntos. Pero cuando lo conozcas mejor te darás cuenta de que él tiene algo que lo diferencia del resto, algo que impide que te alejes de él una vez que te lo cruzas.
«Por desgracia, ya lo sé», pensé mientras mordía mi labio inferior.
—No lo dudo, Nae, y sé que a mamá le agradará.
—Quizás, pero... ¿qué hay de ti?
—¿De mí?
—Sí, de ti. —Se puso de pie y dio un par de vueltas en la habitación—. Es que... anoche cuando nos viste actuaste demasiado raro. No entiendo por qué, yo ya te había hablado sobre él.
—Oh..., es eso...
Resoplé y la evité con la mirada.
—Me sorprendí al verlos. Es todo.
—¿Estás seguro?
—Claro —respondí con simpleza—. ¿Qué más podría ser?
—Seokmin —dijo, mirándome a los ojos—, tu opinión y la de mamá son muy importantes para mí, lo sabes bien. Charlie es un buen chico y... estoy comenzando a tener sentimientos hacia él... Sentimientos serios.
Sentí mi estómago revolverse al escuchar la seguridad tras sus palabras. Tragué en seco y pronuncié una de las oraciones más dolorosas que tendría que formular en toda mi vida:
—Lo sé, Nae, y solo quiero que seas feliz. Si Charlie es el indicado, pues... tienes todo mi apoyo.
Con el poco ánimo que tenía, fui capaz de fingir una sonrisa. Sin embargo, mi farsa fue suficiente para que sus ojos centellaran de felicidad y me abrazara. ¿Qué derecho tenía yo a arruinarle su momento?
—Gracias —me dijo al oído—, eres el mejor hermano del mundo.
No, soy el peor, pero ella aún no lo sabía.
—Eso sí —intenté bromear—, que no piense que por ser tu novio tendrá alguna especie de privilegios en casa. Sigo siendo el menor y el más mimado.
Soltó una risilla y asintió.
—Descuida, sin importar qué, siempre serás mi hermanito pequeño y estarás primero. Por cierto, ¿crees que deba contarle a mamá hoy mismo?
—¿Por qué no?
Mi desgano era tan palpable que no sé cómo no lo notó. Quizás soy mejor actor de lo que creo.
—Tienes razón, y quiero hacer las cosas bien. —Debatió algo consigo misma por unos segundos y añadió—: ¿Sabes qué? Lo invitaré a cenar mañana.
—¡¿A cenar?! ¿Aquí? ¿A casa?
—Oh —replicó, alarmada—, ¿crees que sea demasiado pronto?
Negué con la cabeza con rapidez.
—No, no. De hecho, creo que es... es una buena idea.
«Y lanzarme delante de un tren es incluso mejor», pensé.