Aunque tú nunca me elijas

Capítulo 15

Los pedazos de porcelana sonaban al caer y golpearse unos contra otros en la bolsa de basura. Me había cargado la mitad de la vajilla heredada de mi abuela.

Mamá ni siquiera me miraba mientras ambos recogíamos el desastre. Sus ojos estaban húmedos a causa de la tristeza y de la decepción. Sin embargo, mamá jamás había llorado frente a Nae o a mí, ni siquiera luego de su devastador divorcio.

Mi garganta quemaba por decirle algo, cualquier cosa. Pero no era capaz de hacerlo. Tengo posiblemente una de las madres más pacientes y comprensivas del mundo, y yo no paraba de amargarle la vida y de defraudarla con mi comportamiento.

Cuando terminamos, se levantó del suelo y llevó la bolsa hasta una esquina.

También me puse de pie sin atreverme a mirarla.

—Ya está —dijo en un tono neutral—. Iré a dormir porque me duele la cabeza. Termina de limpiar y deshazte de la bolsa.

Asentí sin levantar la cabeza.

—Que descanses —deseé en un tono de voz muy bajo.

—También tú. Mañana hablaremos sobre todo esto, por cierto. Hoy no me creo capaz de pensar al respecto sin perder los estribos, Seokmin.

Sus palabras se clavaron en mi pecho. Esa era una sentencia de muerte. En ese instante, prefería que me gritara que era un imbécil y que me pegara con una sartén. De ese modo, tal vez me hubiera sentido menos culpable. Pero mamá no es así.

Apenas escuché la puerta de su habitación cerrarse, me senté en el suelo. De repente, yo también estaba triste por todo lo que había pasado.

Creo que nunca lograré olvidar los ojos llorosos de Nae cuando me volteé a verla. Su vestido estaba arruinado por completo porque su plato se había volteado sobre ella, y también la ropa de Charlie y la de mamá estaban manchadas. Aunque su vestido era lo de menos, le había arruinado su cena especial y la bienvenida de su novio a casa. Debía existir un décimo círculo en el infierno para los hermanos de mierda como yo.

Miré la bolsa negra y me sentí avergonzado con mi abuela. Desde niño siempre fui insoportable y aun así ella me cuidaba y me mimaba con una paciencia infinita. Pensé en su sufrimiento si supiera que acababa de destrozar uno de sus más preciados tesoros.

Jeongmal mianhae, halmeoni —susurré mis disculpas en coreano porque mi abuela no accedió jamás a aprender español.

Entonces, comencé a sentirme muy estúpido al verme hablando solo y mirando al techo. Decidí levantarme del suelo y detener toda esa tontería. Quizás solo lo hacía porque me aterraba enfrentar la realidad y admitir que a quien le debía una verdadera disculpa era a mi hermana.

Ese día terminé de limpiar y luego me fui a mi cuarto y me quedé acostado bocarriba en la cama. No tenía deseos de salir ni tampoco de jugar. A media noche, escuché movimiento en la habitación de Nae. Había vuelto del ensayo. Quería fundirme con las sábanas y desaparecer. No obstante, decidí comportarme como el adulto que ya era —creo que por primera vez.

Me levanté muy despacio y me colé en silencio en su cuarto. Me alivió que no hubiera cerrado con llave, solo lo hacía cuando realmente necesitaba estar sola. La luz estaba apagada y ya se había acostado.

—¿Me haces un sitio? —pregunté muy bajito.

Se movió en la cama y me dejó la mitad libre. Me quité los zapatos y me acosté hecho un ovillo. No tardó mucho en abrazarme por la espalda. Dolía demasiado comprobar que Nae era incapaz de odiarme sin importar lo que le hiciera.

—Yo... lo... lo siento... —musité con dificultad, como si esas palabras quemaran.

En realidad, yo no suelo disculparme con nadie, no de verdad. Rara vez me arrepiento de las cosas que hago. Sin embargo, esa fue una de esas veces. Y, luego, por desgracia, le sucederían otras.

—¿Por qué lo sientes? No es tu culpa —dijo. Le era imposible enmascarar la tristeza en su voz.

—Arruiné tu cena.

—Fue un accidente, ya habrá cenas mejores.

—Pero... esa era especial para ti.

—Sí —admitió—, pero no pasa nada.

Suspiré profundo.

—¿Charlie se molestó por mi broma?

Estaba convencido de que no, él no se inmutaba con esas cosas. Sin embargo, debía fingir que no lo conocía.

—No —susurró—. Pero... debes dejar de bromear de ese modo, Seokmin. Dijiste algo horrible de su mamá sin conocerla siquiera.

«Pobre hermanita inocente», pensé. Ya comprobaría por sí misma que no había mentido al llamar a esa bruja «vieja gruñona».

—Tengo mucha suerte de que él sea extraordinario —añadió—, otra persona en su lugar hubiera decidido no regresar jamás.

Mi corazón se encogió al escucharla.

—Sí..., tienes mucha suerte —dije en un tono de voz casi imperceptible. Luego pregunté con auténtica curiosidad—: Nae..., ¿crees que la abuela me odiaría si supiera lo que ocurrió por mi culpa? Es decir, ella amaba esa vajilla, y no quiero que luego su espíritu ande por ahí persiguiéndome y apareciendo en mis sueños para obligarme a comer kimchi o alguna mierda de esas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.