A Martín le agradó mucho Charlie. Bueno, a Martín le agrada todo el mundo, incluso yo. Es la persona más sociable que he conocido y tiene la capacidad envidiable de encajar en cualquier contexto. Se lo presenté como mi cuñado y le dije que necesitaba tener la juerga de su vida. Eso sí, aclaré que no podía haber chicas incluidas porque mi hermana estaba de por medio —algo bastante ingenuo de mi parte, porque no necesitábamos chicas para cagarlo todo.
A Charlie le intimidó un poco Martín cuando lo vio. No es para menos, Martín nos saca una buena diferencia a ambos de tamaño, eso sin contar lo mamadísimo que está por ir tanto al gimnasio. Durante el semestre lo acompaño, pero tengo la regla inviolable de que las vacaciones son para descansar, ni siquiera me ejercito en ese tiempo —además de que ni volviendo a nacer llegaré a tener una complexión física como la suya—. Sin embargo, después de unos minutos de charla y de un par de comentarios estúpidos de Martín, Charlie terminó por relajarse.
Martín siempre tiene una fiesta bajo la manga. No tengo idea de cuántos contactos tiene para enterarse de cada celebración universitaria que se celebra en la ciudad, por muy pequeña que sea. Esa noche tuvimos que tomar un autobús y luego caminar bastante para llegar al lugar señalado, pero la buena vibra que había hizo que todo valiera la pena.
Charlie quería fiesta, y justo eso le íbamos a dar.
—¡Diablos! —exclamó Martín al darse un trago de uno de los vasos rojos que alguien le alcanzó—. ¡Esto está jodidamente bueno!
No tenía siquiera que mencionarlo, su cara de éxtasis lo delataba.
—Ahora vuelvo, traeré para ustedes.
Él era el que siempre conocía a alguien a dondequiera que fuéramos, así que me senté en uno de los sofás con Charlie. Aún no había demasiadas personas, pero sabía que en menos de una hora estaría tan lleno el lugar que no habría espacio ni para caminar, por eso me gustaba llegar temprano.
Martín volvió a los pocos minutos con un vaso rojo para cada uno.
—¿Qué diablos trae esto? —preguntó Charlie mientras olía con escepticismo el contenido del suyo. Trató de encoger la nariz de manera inconsciente, pero no le salió muy bien. Todavía le dolía, al parecer.
—No te matará —respondí con una sonrisa divertida.
—Juro que si muero mi fantasma te perseguirá hasta el último de tus días y no te dejará en paz ni un jodido segundo, Rodolfo. ¡No te dejaré ni dormir!
Solté una risotada.
—¿Tu versión fantasma dormirá conmigo, entonces? Suena tentador, Charlie.
—Dios —dijo Martín con una mueca de desagrado—, ¿pueden dejarse de mariconadas? ¿Acaso no te estabas cogiendo a su hermana?
—¡Eh! —protesté y le di un puñetazo en el pecho—. No hables de Nae de ese modo, imbécil.
Martín soltó una carcajada. Sin embargo, Charlie dejó de sonreír y bajó la mirada con incomodidad. Optó por encogerse de hombros y probar finalmente la bebida. No estoy seguro aún de qué le molestó, pero por suerte se le pasó rápido.
***
Una hora más tarde, íbamos por el cuarto o el quinto vaso del coctel misterioso. Estaba tan eufórico que la música y el ambiente me envolvían cada vez más. Charlie también parecía estarse divirtiendo, a pesar de que no nos habíamos movido del mismo sitio. Solo estábamos hablando de tonterías sin relevancia y riendo del ridículo que estaban haciendo unos chicos y chicas que jugaban Twister frente a nosotros. Martín nos había traicionado justo después de que una mujer —que podía ser perfectamente la madre de alguno de los invitados—, había aceptado bailar un poco con él.
Según fueron llegando más invitados, el espacio en el pequeño sofá se fue acortando, sobre todo porque la atención estaba puesta sobre la reñida partida de Twister. Apenas podíamos respirar entre tanta gente, pero si nos levantábamos perderíamos el lugar.
Una cuarta chica llegó para ver el juego y se metió entre sus otras dos amigas en el extremo opuesto a nosotros. Sin quererlo, me acerqué mucho más a Charlie, tanto que el lado izquierdo de mi cuerpo estaba en contacto por completo con el suyo. Pensé que se sentiría incómodo y se movería, pero ni siquiera pareció notar lo cerca que estábamos uno del otro, a tal punto de que estaba casi sobre él. De no ser por el alcohol, quizás me hubiera sentido algo nervioso e intimidado en ese momento. No obstante, tampoco me importó.
—¿Lo ves? —dije con dramatismo e intenté señalar con un dedo a Martín mientras se enrollaba con la mujer al otro lado de la habitación. Mi lengua ya estaba un poco enredada—. Él no me merece... Me hace ese tipo de cosas todo el tiempo, me cambia por cualquiera y ya estoy harto de llorar por su indiferencia...
Charlie soltó una carcajada que me llevó a sonreír también.
—Dios... Ni siquiera recuerdo la última vez que fui a una fiesta como esta —comentó y se tomó otro trago. Sus palabras también salieron algo atropelladas a causa del alcohol—. Creo que... estoy trabajando demasiado últimamente. Es más, creo que siempre he trabajado demasiado.
—Bien, dime cuándo quieres que vuelva a romperte la nariz para que tengas otra noche libre. Mi madre me castigará de por vida y jamás volveré a ver la luz del sol, pero puedo sacrificarme por ti, Charlie. Tendrás que recordarme como tu héroe.