Aunque tú nunca me elijas

Capítulo 20

Pasé casi todo el día durmiendo. Esa es la única y más efectiva forma que siempre he tenido para lidiar con los problemas. Alerta de spoiler: no resuelve nada.

Sin embargo, Charlie no fue a recoger a Nae esa tarde, y al menos eso me facilitó un poco las cosas. Cuando me atreví a bajar, la encontré en el salón.

—Guau —dijo ella con diversión mientras recogía sus cosas para marcharse al ensayo—, pensé que no lograría verte antes de irme. La salida debió estar muy buena, ¿eh? Has dormido como un lirón.

Intenté fingir una sonrisa, pero mi estado de ánimo —como la mierda— no me lo permitió. Me le acerqué un poco, pero sin mirarla de manera directa. La culpa me carcomía las entrañas.

—¿Charlie no te contó cómo estuvo? —pregunté, intentando sonar casual y ocultar mi ansiedad.

Negó ligeramente. Su gesto me llamó la atención.

—En realidad, no he hablado mucho con él hoy. Me dijo que tenía que ir a la librería a trabajar y que luego tenía un par de cosas que hacer en su casa. Supongo que nos veremos esta noche en el teatro.

—Ah.

En otras palabras: Charlie le había estado huyendo a mi hermana todo el día. ¿Cómo se suponía que debía interpretar eso? ¿Estaba tan aterrado como yo? Aún no lograba descifrar por qué diablos me había besado, así que esas otras dudas tendrían que esperar un tiempo, algo así como... para siempre. Me causaba escalofríos el simple hecho de recordar sus labios sobre los míos, y lo peor es que no sabía si eran de disgusto o de placer. Quizás debía dormir un poco más para aclarar las ideas.

—¿Estás bien? —preguntó Nae.

—¿Yo?

Miró a nuestro alrededor con extrañeza.

—Hasta donde sé, estamos solos, Seokmin. ¿A quién más le podría estar preguntando? Estás actuando un poco raro, ¿sabes?

Se me acercó con desconfianza y me miró de cerca los ojos. Su gesto me puso nervioso y retrocedí.

—Nae, no ando en drogas, ¿de acuerdo?

Al menos en eso no estaba mintiendo.

—¿Y por qué andas tan extraño, entonces?

—Quizás porque trasnoché y acabo de despertarme —respondí con un encogimiento de hombros y bajé la mirada—. Deberías confiar en mí al menos una vez.

Suspiró profundo.

—Lo siento —dijo—. Sí confío en ti. De hecho, eres la persona en la que más confío, pero aun así me preocupo por tu seguridad.

Tragué en seco al escucharla.

—No te preocupes, yo no te mentiría.

«Primera mentira», pensé.

—Lo sé —respondió y me sonrió con cariño—. En fin, olvidemos eso. ¿Qué tal les fue anoche, lograron acercarse un poco? Creo que ustedes dos podrían llevarse muy bien, tienen varias cosas en común, ¿no es cierto?

«En realidad, Nae, nos acercamos demasiado», me dije. Sin embargo, me limité a sonreírle.

—S-sí, nos fue bien. Nos... divertimos mucho.

—Oh, ¡eso me alegra tanto! —exclamó, emocionada—. Debo confesar que al principio pensé que no te agradaba Charlie y que todo sería más complicado.

—¿Por qué pensaste algo así, Nae?

«Además de porque arruiné tu primera cena, me burlé de tu novio y le rompí la nariz cuando se suponía que debía arreglar las cosas», añadí mentalmente.

—Tienes razón, suelo sobre pensarlo todo por gusto. Me alegra mucho haber estado equivocada —dijo y tomó su violín y su bolsa—. Tengo que irme, calienta la cena y llama al cerrajero para que venga luego y revise la puerta del baño, no me dio tiempo a hacerlo. Y, por cierto, llevo semanas haciéndome cargo por completo de Toby y, si mal no recuerdo, fuiste tú quien insistió hasta el cansancio para tener un cachorro. Mamá te advirtió bien claro que sería tu responsabilidad, deberías sacarlo a pasear al menos.

Asentí. Me dio un pequeño beso en la frente y se marchó con prisa.

Necesité sentarme en el sofá para recobrar toda la energía que esa conversación me había consumido. Me sentía peor que si hubiera corrido un maratón. Y, por supuesto, no sacaría a pasear a Toby. En ese momento lo odiaba porque por su culpa había ido a vengarme y había conocido a Charlie. Incluso estaba considerando regalárselo a una de mis compañeras de la facultad que era una rescatadora compulsiva de animales. La emoción inicial de salirme con la mía y tener una mascota se había disipado demasiado rápido.

Pero así era yo con todo, ¿no? Siempre deseaba lo que no podía tener, ya después perdía el encanto.

***

En la noche, como era de esperarse, no tenía nada de sueño. Ni tampoco tenía nada que hacer, porque había discutido con Martín por abandonarnos en la fiesta. Bueno, no discutimos, en realidad, sino que yo lo llamé para gritarle cuánto lo odiaba por traidor y que no quería verlo en el resto de mi vida. Él ni siquiera me respondió porque me conocía muy bien y sabía que aún tenía resaca y que el berrinche se me pasaría con rapidez. No obstante, yo insistía en buscar un culpable, y si él no se hubiera ido, Charlie y yo no hubiéramos tenido la posibilidad de mandarlo todo a la mierda.




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