Aunque tú nunca me elijas

Capítulo 24

Sentí un peso en el estómago de inmediato. Todo eso era mi culpa.

—No puedes hacerle eso —me apresuré a decirle—. ¡La harás sufrir!

—Sufrirá más si sigo adelante con todo esto. Tengo que hacerlo, ella merece encontrar a alguien mejor.

—Pero ella está a punto de tener su presentación, ¡será uno de los momentos más importantes de su vida!

—Lo sé, esperaré a que todo eso pase. No soy tan idiota y sé lo mucho que esa noche significa para ella. No pienso arruinársela.

—Pero ella, ella...

Seguía buscando con desesperación motivos para evitar esa ruptura. Él tenía que elegirla. Tenía que darse cuenta de que mi hermana era lo mejor que podía haberle pasado.

—Ya está decidido —zanjó—. Cuando la presentación pase, ella no volverá a tocar en el teatro en mucho tiempo. No volverá a verme, y eso le hará las cosas mucho más fáciles... Y tú tampoco volverás a verme a partir de ese momento.

—¿Qué? —pregunté en un susurro.

—Que ambos somos adultos, Rodolfo... Puedo entenderte, ya sé que no sientes nada por mí. Prometí que no te molestaría más y pienso cumplirlo.

Mi gran bocota de idiota me había jugado una mala pasada de nuevo. ¿Por qué simplemente no me había quedado callado aquella noche? Todo era un desastre.

—Cha-Charlie..., tú... Es que..., yo...

—¡Seokmin! —Ambos miramos de inmediato hacia la puerta al escuchar la voz de Nae—. ¿Estás ahí dentro? ¿Estás bien?

Entonces, Charlie me dio una última mirada que me supo a despedida y se levantó. Observé casi en cámara lenta la manera en la que salió de la bañera y caminó hacia la puerta.

¿Todo estaba a punto de terminarse de verdad? ¿No volvería a verlo?

—¡Nae, estamos aquí! —dijo Charlie.

Yo continuaba encogido dentro de la bañera, tan perturbado por lo que acababa de escuchar que no era capaz de pronunciar palabra.

—¿Charlie? —preguntó ella con asombro desde el otro lado de la puerta—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a verte. Yo... olvidé que también tenías ensayo en la mañana. Lo siento.

Lo observé por un instante al ver que acababa de mentirle a mi hermana. La expresión de su rostro demostraba que estaba avergonzado al respecto. Supongo que no todos tienen una capacidad innata de mentir con tanta facilidad y sin remordimientos como yo.

El pomo de la puerta se movió ligeramente.

—No puedo abrir, ¿qué ocurre?

—Cuando llegué vi que tu hermano tenía mucha fiebre. Se... se sentía muy mal. Quise ayudarlo a bajarla y lo traje aquí. La puerta se cerró con el viento y cuando intenté abrirla se rompió el pomo. No sé qué ocurrió, creo que se atoró el seguro.

—¿Seokmin tiene fiebre? ¿Cómo está? ¿Está bien, Charlie? ¿Seokmin está bien?

La voz de Nae rozaba la desesperación. Sentí una punzada en el pecho.

Mi hermana me amaba demasiado y por mi culpa saldría herida. Me encogí mucho más y enterré mi rostro entre mis rodillas. ¿Acaso nunca en toda mi jodida vida sería capaz de hacer algo bien?

—Él está mejor, no te preocupes. Tuve que meterlo en la bañera y darle un baño con agua fría. Necesita cambiarse de ropa.

—Es-espera —respondió ella—. Abajo hay un juego de llaves en algún lugar. Cuídalo, Charlie, por favor.

—Lo haré, Nae, no te alarmes. Juro que está mejor.   

Sentí los pasos agitados de Nae al bajar por las escaleras. Ella debía pensar que yo estaba a punto de morir allí dentro. Y quizás mis esfuerzos nulos por hablar y decirle que estaba mejor no eran de gran ayuda. Simplemente no podía. Mi cabeza estaba demasiado ocupada en ese momento procesando todo lo que estaba a punto de ocurrir por mi culpa.

Tardó apenas un par de minutos en regresar. Abrió la puerta y corrió hacia mí. Se agachó a mi lado y comenzó a palparme las mejillas y la frente. Tampoco dije nada mientras lo hacía. Charlie permaneció tras ella.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, agitada—. Te llevaré al doctor. Venga, vamos a cambiarte.

Negué con la cabeza.

—¡¿Cómo que no?! ¡Mírate, Seokmin, luces terrible!

Volví a negar con la cabeza y me resistí a su intento de levantarme.

—No hagas esto, por favor —imploró—. Estás enfermo.

—Me siento mejor —susurré, finalmente.

—¿Mejor? Oh, Dios, ¿cómo puedes ser tan testarudo? —Se pasó la mano por la frente para apartarse el flequillo del rostro—. Sabía que no debí marcharme y dejarte solo esta mañana.

—No es tu culpa, Nae —dijo Charlie y puso una mano sobre su hombro—. Ya está mejor. Creo que con unas píldoras y ropa seca será suficiente.

Ella se volteó a verlo y fue entonces cuando notó que Charlie también estaba empapado. Frunció el ceño. Lucía confundida.

—No me lo puso tan sencillo para bañarlo —se adelantó él con un encogimiento de hombros—. A veces se comporta como un niño.




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