—¿Por qué estás tan inquieto, eh? —me pregunta Nae.
—¿Eh? ¿Yo?
En realidad, llevo horas dando vueltas en la casa y mirando cada cinco minutos hacia la entrada de la valla. Según lo que dijo el cartero, hoy debe llegarme un segundo paquete. Apenas he dormido desde que recibí el primero hace dos días.
—¿Quién más? Parece que tienes parásitos —bromea.
Resoplo y sonrío.
—Debe ser el cambio de horario. Fue como viajar en el tiempo.
Suelta una risilla y se acomoda en el sofá con su violín en las manos. Va a hacer su ritual de limpiarle las cuerdas.
—Llevas ya cuatro días aquí, Seokmin. No seas dramático.
Suspiro y me dispongo a inventar otra excusa, pero veo que el jodido cartero finalmente se acerca. Abro la puerta y salgo corriendo para alcanzarlo. Me doy cuenta de que ando descalzo solo cuando siento que el pavimento me quema la planta de los pies.
—¡Park Seokmin! —exclamo y le quito el paquete y la planilla de entrega de las manos. Firmo a toda prisa mientras él no deja de mirarme con desconcierto—. ¡Gracias!
Corro de vuelta a casa y cierro al entrar. Me apoyo tras la puerta y observo el nuevo paquete. Es mucho más pequeño y ligero que el anterior, incluso me cabe en la palma de las manos.
Nae carraspea e interrumpe mi momento de reflexión, había olvidado que sigue sentada en el sofá. Me observa con una expresión que no revela nada.
Comienzo a sentirme nervioso y trago en seco. No puedo mentirle, no después de lo que nos costó arreglar las cosas entre nosotros. Jamás volveré a cometer los mismos errores.
—Son de Charlie —suelto sin pensar—. No tienen remitente, pero sé que los manda él. Lo siento, no sé por qué está haciendo esto.
Me quedo esperando su reacción. Imagino que va a soltarme algún reproche o que volverá a odiarme. Sin embargo, solo asiente.
—Lo sé —responde. Mi mandíbula casi roza el suelo.
—¡¿Qué?! ¿Cómo que lo sabes?
Camino con rapidez hasta ella y me siento a su lado sin pestañear siquiera. Le cuesta un momento mirarme, parece nerviosa. Respira profundo antes de hablar:
—Fui yo quien le dijo que estás de regreso.
—¿Nae? Tú..., tú...
—Sí —afirma—. Hablé con él. De hecho, he hablado algunas veces con él en estos meses.
Me recuesto para poder procesar la información. No puedo creerlo.
—Yo no —me apresuro a aclarar—. Juro que no.
Vuelve a asentir.
—Eso también lo sé. —Deja el violín suavemente en el sofá y se sienta mucho más cerca de mí. Toma mis manos entre las suyas y me sonríe con ternura—. Verás, Seokmin, yo..., yo estaba muy dolida cuando todo pasó, ¿sabes? Él significaba mucho para mí y aún no me acostumbraba a la idea de que lo nuestro no llegaría a ningún lugar. Luego, cuando me enteré de que tú eras esa otra persona, lo vi todo en blanco y negro. Dolió tanto que no podía ni mirarte a los ojos.
—Nae, yo...
—Shhh —me interrumpe—. Sé todo lo que vas a decir. No tienes que volver a disculparte, Seokmin. Yo te perdoné desde el momento en que salí de casa y te dejé atrás llorando. No podría odiarte, aunque quisiera, eres mi pequeño desastre... Y, por cierto, veo que te has enderezado un poco. Quizás debiste irte antes una temporada con papá.
Ambos sonreímos. Sin embargo, sus palabras no hacen más que causarme nostalgia y algo de tristeza. Es la primera vez que hablamos sobre el tema después de la tarde en que vio la foto.
—Nunca quise que algo así pasara —digo.
—Tampoco yo, pero ya no podemos cambiar el pasado. Me tomó semanas atreverme a leer tu carta, ¿sabes?
Asiento.
Recuerdo que, a poco más de un mes de haberme ido, recibí una llamada suya. Me impactó mucho al principio y no supe qué decir cuando descolgué el teléfono. No obstante, ella fue quien comenzó a hablar. Me hizo un par de preguntas triviales sobre mi nueva universidad, sobre la vida con papá y nuestra madrastra y sobre si estaba alimentándome bien. Todo como si nada hubiese ocurrido, aunque ambos sabíamos que no era más que un pequeño teatro. Algo se había roto entre los dos.
Sus últimas palabras ese día fueron: «Leí tu carta». Eso fue todo. Alrededor de tres días más tarde, fui yo quien me atreví a llamarla y volvimos a hablar un poco, así hasta que los meses pasaron y nuestra relación volvió a un estado de «casi» normalidad. Estuve muy nervioso antes de volver a casa porque pensaba que al vernos en persona las viejas heridas se abrirían. Seis meses no me parecían suficientes, pero le echaba mucho de menos a mi antigua vida. Corea no es para mí.
Sin embargo, su bienvenida fue un cálido abrazo, uno de esos que pensé que jamás volvería a darme.
—Después de leerla pensé mucho en ti —continúa—, en todo lo que te dije ese día. Siento que fui un poco dura contigo.
—¿Qué? —Abro mucho los ojos—. Nae, no. Fui un idiota, merecía mucho más.
—Tal vez —dice con una pequeña sonrisa irónica—. Pero yo también fui un poco tonta al ilusionarme de ese modo sabiendo que Charlie no sentía lo mismo. Supongo que es algo que no podemos controlar. Tú tampoco puedes. Ni Charlie. Por eso lo busqué, Seokmin, necesitaba hablar con él y aclararlo todo de una vez. Me impactó verlo, estaba muy mal, ¿sabes?