Aunque ya no estés

Muchos favores

Zara

Corría sin mirar atrás. Mis pies no daban mas y estaba muy cansada. Estaba todo tan oscuro que apenas podía ver con la linterna de mi teléfono, que por cierto, se estaba quedando sin batería. Estaba echa un desastre de pies a cabeza y olía algo mal. Corrí más rápido cuando escuché ladridos de perros y sus gritos que asustaba a todo el que lo escuche. De lejos vi una luz, de apoco se fueron aumentando… Tres… Cuatro… Llegué a una ruta totalmente iluminada, al otro lado se encontraba otro bosque más. Decidí correr por la mitad de la calle. Esperaba que pasara un vehículo y me ayudara, pero nada. Estaba muy asustada y cuando me asusto, lloro, así que, mientras corro, lloro. No sé cuánto estuve corriendo, pero me detuve cuando encontré una casa de madera iluminada por dentro. Desesperada por sobrevivir, toqué la puerta hasta que una mujer mayor me atendió.

- Ayuda. Por favor.

La mujer me repasó de pies a cabeza y se hizo a un lado para que pudiera entrar. No me había dado cuenta de lo frío que estaba afuera hasta que puse un pie dentro y el calor me arropó. Al parecer, no sentí el frío mientras corría. Mi garganta estaba seca y me sentía hambrienta. Escuché como trancaba la puerta y se acercó a mí.

- ¿Qué te pasó, muchachita? – me pregunta la señora mientras se frota las manos – ¿Llamo a la policía?

- ¡No! – pegó un brinco por mi grito – Solo… ¿Puedo quedarme aquí esta noche? Mañana antes de las 9 juro que me iré.

- ¿Estas en peligro? Porque si es así, llamaré a la poli…

- No, en verdad, no. – miré a todos lados en busca de una excusa – Me perdí y… no tengo donde dormir.

- ¿Tus padres?

- Muertos. – mentí.

Aunque la señora sea muy entrometida, me estaba dejando quedarme en su casa. Mañana me iría de aquí a algún lugar. No conozco para nada esta ciudad, pero si ellos me encuentran, todo acabaría para mí. Mi prioridad mayor ahora mismo era sobrevivir para salvarlas, sin ayuda de la policía o las matarían. Ya me lo advirtieron. Lo único que se de ellas es que siguen vivas y están juntas, no sé dónde. Tampoco sé cómo, pero yo misma me encargaría de que regresen conmigo y de que esto se termine. La señora me mira con desconfianza desde la cocina, no la culpo, si viene una chica, con toda la ropa rota, sucia y gritando, desconfiaría mucho la verdad. En un vaso de vidrio me sirvió agua fresca para que me la tome, le agradecí y en un segundo me la acabé. Me dejó pasar a su baño para sacarme la suciedad y me prestó ropa de su hija. Me quedaba un poco chica y apretada, pero me daba igual, ya no tenía frío. Después de la cena que la mujer me dejó degustar, la puerta sonó. Me paralicé en seguida y mi piel se erizó por completo. Pero el miedo se fue cuando vi a una muchacha – la misma de las fotos – y a otro muchacho parecido a ella, entrar. La señora los saludó con mucho cariño. Al parecer eran sus hijos. No habían notado mi presencia hasta que se dirigieron a un sofá para sentarse, pero estaba ocupado por mí. La chica le preguntó a su madre quien era yo, pero la anciana no le pudo responder.

- Buenas noches. Soy Zara Hyland – me presento mientras me siento correctamente.

- ¡Hola! Yo me llamo Lizy O’Brien – la chica de pelo muy oscuro, piel pálida y cuerpo delgado me saluda mientras se tira al sillón donde estoy – Y ese amargado de ahí, es mi hermano, Otis.

Miro al chico que tiene cara de no querer estar aquí. Se parecía bastante a Lizy en facciones: mandíbula marcada, nariz fina y respingada, labios finos con forma de corazón. La forma de saludo del chico era asentir con la cabeza. Aun no sabía ni el nombre de la mujer que me dejó pasar. Esta se sentó en una silla al lado de su hijo.

- No me he presentado… Soy Teressa – parece que leyó mi mente – Me iré a dormir, si necesitas alguna otra manta más, estoy en la primera puerta del pasillo.

Nos deseó buenas noches a todos y tiempo después de que se haya ido a su habitación, el chico se fue seguido por su hermana. Estaba realmente cansada, y escuchar el ruido del fuego, como se quema la madera, era algo relajante para dormir. Me quedé mirando el techo unos minutos perdida en mis pensamientos. Aún no tenía ningún plan de rescate, ni el principal, como irme de aquí. Necesitaba encontrar trabajo y obtener dinero. No podía vivir en la calle. Necesitaba estabilidad económica, ante todo. A ellos nada le pasaría si yo no hacía nada malo, no solo me buscaba a mí. Tenían a otra persona a quien perseguir por ahora, hasta que se cansen y vuelvan conmigo. Cerré los ojos con fuerzas y me obligué a dormir.

 

Me desperté más de cinco veces en la noche. Cada mínimo ruido me despertaba y asustaba. Dormía como los gatos, con los ojos semiabiertos, constantemente en alerta esperando lo peor. Miré el reloj y ambas agujas marcaban las 8. Entraba luz por las ventanas y el fuego ya estaba apagado pero el ambiente se sentía aun cálido y agradable. Fui al baño donde me duché anoche, pero se encontraba ocupado, esperé hasta que se desocupó. Me lavé la cara e hice mis necesidades. Ya de nuevo en la sala, me encargué de ordenar las mantas que me dio Teressa, las dos mujeres aun seguían durmiendo. En la cocina se encontraba el chico preparándose un café negro. Antes de irme, necesitaba desayunar algo, y como la dueña de la casa me deja, me preparé un café con leche. Otis se sentó en la barra americana y yo frente a él, mientras que él se perdía en su teléfono, yo en las fotografías detrás. Su hermana aparece en muchas, en pistas de patinaje para hielo, sonriente, y él levantado diferentes copas. Ambos parecían felices, pero pude notar que no había ninguna foto de algún hombre que parezca se su padre, Teressa, en cambio, si aparecía. También había otras donde se encontraban los cuatro con un chico de pelo rojizo, abrasados y sonriendo a la cámara.

- Oye – lo llamo, pero me ignora por completo – Oye…

Despega la vista de aquel aparato y la coloca en mí. Un escalofrió me recorrió. Su mirada era pesada y escalofriante. Tragué saliva para poder hablar, pero no parecía tener muchas ganas en verdad.




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