Aunque ya no estés

La cena

Otis

- Y así, es como se prepara un omelette perfecto.

Si me hubiesen dicho, que en un futuro me vería a mí mismo, enseñándole a cocinar un omelette vegano a una chica que fácilmente podría ser mi bastón, no me lo creería y me echaría a reír en la cara de la persona que me lo haya dicho. Pero era verdad. Y ahora la observo comerlo tranquilamente mientras no deja de rallarme una hoja importante.

- ¡Ey! Qué solo son hojitas…

- Y nada. Búscate otro papel para garabatear – frunce el ceño y se cruza de brazo, pero sigue comiendo.

Al poco rato, salimos a pasear a Chubby que cada vez estaba mas grande. Parecía que el perro creía diez centímetros cada un día. No habían pasado dos meses de que llegó a la casa y estaba muy grande para su edad. Pero seguía siendo un cachorro y se comportaba como tal. Eso justifica el destrozo que le hizo a mis pantuflas favoritas. Tengo diez pares más, y de distintos colores y formatos, pero esas me gustaban porque eran rojas. Creo que tengo más zapatos que abrigo, y para el frío que está haciendo últimamente es necesario usar mas ropa abrigada. Zara no parece afectarle mucho, se conforma con usar su tapado y su gorrito, el cual me disgusta porque es negro y no rojo… Pero ese tema se tocará cuando regresemos al centro comercial por mas ropa y comida. Arrebató con mi heladera y ahora solo queda trozos de lo que un día fue un plato presentable y comestible. Pero no me quejo, prefiero que se alimente bastante para que no se le baje las defensas y luego se enferme, eso significaría que habría bacterias por la casa y le tengo un gran odio a los gérmenes, para colmo, me enfermaría yo. Y de la nada, escucho gritos por detrás de nosotros. Gritos masculinos. Ambos giramos con coordinación. Era Carlos, su “amigo” del cual habla sin parar. ¿Es que a este tipo no le alcanza con verla en el trabajo, que tiene que gritar como un maniático por las calles?

- Cameron, hola – la chica lo saluda con un abrazo – ¿Sucede algo?

- ¡Sí!... Bueno no. Simplemente creí verte y quería saludarte. Además, veo que andas con León y…

- Chubby es su nombre. – digo antes de que lo acaricie.

- Oh, si… Así le digo yo, de vez en cuando…

- Deja de llamarlo así. Lo confundirás y luego no sabrá cuál es su nombre.

El ambiente se tornó a tenso. El chico y yo no parábamos de lanzarnos miradas extrañas. Escuché varias veces a Zara carraspear, pero no le presté bastante atención hasta que vi que el tipo caminaba a nuestro par. ¿Qué demonios? No dije nada ya que ella parecía feliz con su compañía. Ambos se compraron dos barritas de chocolate y seguimos con el recorrido. Chubby caminaba alegremente delante de nosotros y perseguía a los pájaros que se cruzaban en su camino. Tiempo mas tarde, el castaño desapareció de nuestras vistas. Su colonia era fea y me fastidiaba. Llegamos a mi casa con bastante comida y alguna que otra golosina para Zara. Me ayudó a preparar un pastel vegano y como siempre, le gustó. Sabía que no estaba bien obligarla a seguir mi dieta, pero no se quejaba, y era ella quien rellenaba el carrito con comida saludable. La he visto comparar precios de verduras en diferentes supermercados, algo le interesa. Mientras merendábamos lo que habíamos cocinado, ella me cuenta sobre sus clases de ballet. Al parecer va todo bien… pero de momento… ella se calla y no dice mas nada. Simplemente, cambia de tema y ya. Por ejemplo, habló sobre lo que ella siente al bailar sola bajo las luces de los reflectores, y antes de compararlo con un recuerdo, se calló. Sus ojos brillaban hasta ese momento. Otra cosa que me di cuenta de ella al pasar mucho tiempo juntos es que cuando está hablando sobre algo que le fascina, sus ojos brillan, tanto que dejarían ciego a alguien. No me quejo, de seguro yo me veía así cuando le mostraba a mi madre sobre los nuevos golpes que aprendía… Mamá… ¡Cierto! Se me había olvidado lo de la cena.

- Zara – comienzo.

- ¿Ajam? – pregunta con la boca llena.

- Mi madre nos ha invitado a ir a cenar con ella – confieso. Ella no dice nada.

- Bonito de su parte, pero… ¿Cuándo?

- Mañana.

 

De camino a la casa de mi familia, escuchamos “Feelings” de Lauv. Siento que canciones así, merecen mucho mas reconocimiento, además de que tiene una buena letra y puede llegar a tocar el alma… depende. Zara la tararea mientras yo la canto en mi mente. La música es tan única. Es otra forma de expresar los sentimientos. De decir algo cuando no puedes con las palabras. Bendito sea quien lo inventó, porque gracias a la música, puedo expresarme mejor. Además de que sirve para desactivarte un poco de este mundo, al igual que la lectura. Pero es solo eso, “desactivar” porque no dejamos de ser personas reales, viviendo en un mundo real. Pero de vez en cuando, me gusta imaginarme un mundo donde lo malo no exista y en el cual, el pasado sea posible de cambiar y el futuro de prevenir. Pude haber evitado tantas cosas… pero no. Así estaba hecho su destino, y no se podía cambiar. No quería pensar en eso, estaba conduciendo y debía tener la mente en blanco, pero el escenario que se presentaba no era el correcto­: Zara durmiendo, la carretera oscura y música tranquila. Había tanta paz, hasta que vi la casita a tan solo unos pocos metros. Estacioné el auto para poder despertar a Zara. Como pudo bajó y yo la ayudé, trayendo conmigo nuestros bolsos para esta noche. No pensaba volver a conducir de madrugada, por ende, dormiríamos aquí.

- Pasen, pasen. La estufa está encendida – mi madre nos recibe con un abrazo largo y fuerte –¿Cómo estás querida?

- Yo bien madre, gracias. – ironizo mientras dejo nuestras pertenencias en el sofá.

Escucho una risita por debajo. Era Zara.

- Muy bien Teressa. Espero que usted igual. Ha sido muy amable en invitarme y dejarme pasar de nuevo…

- Sabes que no es molestia. Hijo – alzo la cabeza hacia ella – Ya les preparé su cama en tu habitación.




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