Aunque ya no estés

Conexión extraña

Zara

- ¿Q- qué…? – hablé entrecortado.

- Respóndeme. ¿Quién carajos eres?

No sabía que decirle. ¿Tenía que agradecerle por lo que hizo, o enfadarme porque me esté gritando? Me miraba con… odio… o parecido. Pero su mirada era dura y fea, muy fea. ¿Qué lo llevó a preguntarme eso? ¿Le habrán dicho algo? Me estaba enloqueciendo… Tenía a unas de las muchas personas que arruinaron mi vida frente mío, y ahora, Otis me hacía este tipo de cuestionario. Me froté las manos contra la cara mientras pensaba que decirle. ¿Qué se supone que tenía que decirle? ¿La verdad? Obvio no. Jamás.

- Si no me lo dices todo ahora, te tendré que pedirte que te largues de mi casa.

¿De verdad iba a usar la psicología conmigo? Me quedé en silencio unos minutos más, no pareció gustarle porque fue hasta mi habitación echo una furia. Lo único que hacía yo, era ver como aventaba todas mis cosas por los aires. Me gritaba que lo pusiera todo en una maleta, pero mi cuerpo no reaccionaba. Su voz se escuchaba muy baja. Solo estaba tratando de entender si todo esto era real. Cuando se detuvo se giró hacia mí y se acercó.

- ¿Por qué carajos no dices nada?, ¿eh? ¿No ves que te estoy echando? ¡Reacciona de una maldita vez, Zara!

Y lloré. Lloré por lo que tenía callado. Lloré por mi vida de mierda. Lloré por venir aquí y arruinarle la suya. Y lloré… porque de nuevo me quedé sola. Pero mientras lloraba, recogía mis cosas y le hice caso. No debí quedarme acá aquel día que me lo ofreció… Ahora tenía algo de dinero… Ya era hora de irme y de dejar de joderle la vida a los demás. Mi familia estaba en peligro y yo fingiendo tener una vida que no es. Me obligué a mí misma ser feliz, cambiar, mejorar. ¿Pero que saqué de todo eso? Exacto, problemas. Justo cuando comencé a traer a la Zara que había abandonado hace mucho… me veo obligada a volver a dejarla. Miro a Chubby. No entiende nada. Me parte el corazón tener que dejarlo aquí sabiendo que Otis se deshará de él en cuanto pueda. Escucho sus pasos detrás de mí mientras me acerco a la sala en busca de mi abrigo y bolso. Los cuerpos de las personas seguían en el porche. Los esquivo como puedo hasta llegar a la vereda. Las calles estaban iluminadas. Y antes de irme, le doy una última mirada a la persona que me acogió en el peor momento. No mostraba ninguna expresión de lastima o de arrepentimiento.

- Gracias por todo. De todas formas, mis problemas, se quedan conmigo.

Y sin decir nada mas, comienzo a caminar sin rumbo fijo. Me detengo en un banco para llamar a alguien que pueda ayudarme con esto.

- ¿Zara?

- Disculpa que te llame a esta hora… pero necesito un favor.

- Dime…

- ¿Puedes venir a buscarme?

Hubo un largo silencio desde el otro lado.

- Pásame tu dirección.

 

- No se cómo agradecerte esto, Cameron.

- Sabes que no es molestia… Ven, prepararé un poco de chocolate caliente y me cuentas lo sucedido.

Y eso hice, o al menos lo intenté. Le conté desde los sonidos fuertes que comencé a escuchar hace horas atrás hasta las palabras crueles de Otis. No sabía que hacer, porque si me seguía juntando con mas personas, las cuales, no tienen la culpa de nada, acabarían lastimadas. Y todo porque yo soy un problema andante. Lugar que voy, lugar que arruino. No podía volver a joder a otra persona. Esta vez si solo era una noche acá y me iría. Tenía dinero para pagar un hotel y mi comida. Cameron me dejó quedarme en su habitación de invitado, en realidad me ofreció quedarme hasta cuando yo quiera, pero rechacé su petición, para mi suerte me entendió. A la mañana siguiente todo se sentía distinto. No me desperté con Chubby a mi lado, y en la mesada, no había ninguna nota. No había ni rastros de muebles rojos, tampoco de un orden y limpieza absoluta. Suspiré y terminé de secar las tazas sucias. Miré la hora y ya era tarde, tenía que estar en la parada de tren para llegar a mi trabajo. Llego sin dificultad alguna, y como siempre, Cameron ya estaba ahí, atendiendo. Un ladrido conocido me recibió. Mis ánimos se elevaron al ver a un perrito marrón de ojos celestes, correr hacia mí. Elevo a Chubby por los aires y le doy un abrazo antes de devolverlo a tierra firme.

- ¿Cómo dormiste? – me pregunta mi amigo mientras peina a un perro.

- Muy bien… Gracias otra vez – hace un gesto con la mano quitándole importancia – ¿Quién lo trajo? – señalé a mi perro con la cabeza.

- El chico de la otra vez… con el que te encontré en el parque.

- ¿Y… lo dejó porque si o…?

- Dijo que necesitaba que lo cuidara mientras él trabaja – se encogió de hombros – Lo vendrá a buscar a las nueve.

¿Nueve? Pero si a esa hora Cam ya no está… Ese es mi turno para esperar a los dueños de estos perros a que los vengan a recoger.

- Yo… hoy me iré antes.

- ¡Denegado jovencita! – la voz de mi jefa nos asusta a los dos – La dueña de ese caniche vendrá mas tarde que de lo común. Te necesito acá.

- ¿Tarde cuánto?

- No lo sé… ¿Nueve y media? – y sin decir nada mas, salió por la puerta principal.

En momentos como estos, son cuando extraño a Zaira mas que nunca, ella se podría hacerse pasar por mi sin dificultad alguna. Zaira… Cuando pienso en mi familia se me destroza el corazón… aún más, sabiendo que están desprotegidas y ni siquiera se donde se encuentran… Tampoco tengo idea de lo que sucedió con las personas que vinieron a atacarme anoche. Lo obvio era llevarlos con la policía, pero… todo se arruinaría si ellos llegaran a intervenir… o eso pienso yo. Me han amenazado de millones maneras distintas, y por ahora lo mas “peligroso” que me han hecho, es obtener mi antigua dirección e ir hasta ahí. Dejo de pensar en todo eso mientras le coloco colonia canina a la perrita de la cual estoy encargada, y la culpable de que espere hasta las tantas acá sola. Mientras despedía a los últimos cachorros en irse, miré la hora. 21:10 p.m. Chubby y la caniche se encontraban jugando con una pelota de goma que hace ruidos, hasta que escuché el ruido de las caracolas. Mi perro corrió hasta el encapuchado y éste le acarició la cabecita. Luego su vista cayó en mí. No sabía que hacer o que decirle… Así que, simplemente me acerqué y le entregué la correa. Su mano rozó con la mía e intercambiamos miradas.




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