Aunque ya no estés

Un compromiso diferente

- Olivia he dicho que no.

- Pero Otis…  – con la punta de sus manos recorre mi brazo, y no genera nada – Ya van meses que no se nada de ti… en ese sentido.

Ahora es cuando me reprendo por haber saltado la línea de amistad con ella. Realmente pensé que no pasaría nada de malo si me distraía con ella de esa manera, pero la mujer me viene persiguiendo desde que no contesto sus mensajes ni atiendo sus llamadas. Y para eso hay dos razones: estoy mas ocupado conviviendo con otra persona y porque no quiero. Sabía donde me estaba metiendo y, aun así, lo hice. ¿Cómo le digo a una persona que sufre dependencia emocional que se aleje de mí, así como así? No podía, ella era mi amiga y no la iba a lastimar, pero tampoco iba a dejar que se acerque demasiado y crearme mas problemas de los que ya tengo.

- Olivia seré muy claro y directo. Yo a ti te tengo mucho aprecio, porque eres una muy buena amiga y supiste estar cada noche que me desmoronaba, aunque no te dijera ni una palabra. Pero eres solo eso, una amiga. Y lamento que no podamos ser mas que eso, porque no puedo.

Me sonrío tiernamente y se alejó.

- Lo entiendo, Otis. Estoy mas que conforme con ser tu amiga.

Siento un gran alivio por dentro, y que haya reaccionado de esa manera, fue aun mucho mejor. En varias ocasiones me planteó de formalizar algo que no existía, y de todas esas, zafé como pude. No estoy muy seguro de cuales sean exactamente sus sentimientos hacia mí, pero, aun así, no la heriría. Luego de la merienda que compartimos, la dejé en su casa, me invitó a pasar, pero preferí que no. Entonces fui directo a la mía, pero antes, paré en un supermercado para comprarle a Zara un poco de sus caramelos favoritos: los de yogur. Y no solo eso, también la comida para esta noche. Mientras aparco el auto, observo uno que se me hace familiar. Quizás eran ideas mías o no. Con las bolsas en la mano, entro a mi casa y las dejo en el piso para colgar mi abrigo, ya con ellas de nuevo, comienzo a caminar, pero freno de golpe. Esto no podía estar pasando. ¿Qué manía tenían las mujeres con la que alguna vez estuve, en volver hoy? Observo a dos rubias mirándome desde el sofá: la primera con esa sonrisa malévola que ya conozco, y la otra con expresión de no entender nada. Si Rebecca vino hasta acá por lo que creo, todo esto terminará muy mal.

- ¿Por qué estás acá? – traté de sonar duro.

- ¿Y los modales, cariño?

¿Cariño? ¿No lo había dicho en frente de ella?, ¿no? Noté como se me hacía un nudo en la garganta por todas las groserías que quería decirle, pero no podía. Miro a Zara, quien finge no haber escuchado nada y juega con sus manos, y su vista está en sus zapatos. ¿Por qué tiene que complicarlo todo? O mejor ¿por qué abrí mi boca y lo largué todo de una? Esta mujer realmente era la única capaz de sacarme de quicio en un segundo. Dejo las compras en la cocina para luego ir con Zara. Ella me escanea de arriba abajo con una mirada extraña. No podía descifrarla. No sabía si estaba triste, desanimada, decepcionada… Pero lo que sí sé, es que nada de esto me está gustando.

- ¿Qué te dijo? – iba a responder, pero otra voz se adelantó.

- ¿Qué le iba a decir? Lo obvio.

La ignoré completamente y repetí la pregunta.

- Nada… simplemente – se levanta de un golpe – Felicidades por tú compromiso.

Y se va. Mi mente piensa mil por hora. Lo único que quiero es estrangular a la mujer rubia que se ríe en voz baja detrás mío.

- ¿Qué mierda te pasa? ¿Cómo puedes venir a mi casa y decirle esa mentira tan grande? – la enfrento. Ella simplemente se encoge de hombros.

- Solo quería conocerla. Pero tranquilo, no es la gran cosa. Ahora ya sé porque te fijaste en ella – dice entre más risas.

¿Qué no es la gran cosa? ¿Justamente ella viene hablar sobre eso? Tal vez deba de recordarle lo que me hizo para ver quien realmente es “poca cosa”. Trato de tranquilizarme para llevar este tema bien y que en el trascurso, no se me agote la paciencia.

- Para tu información, aquí la única “poca cosa” eres tú. La mujer más ambiciosa, mala y más arrogante que conozco eres tú. ¿Por qué tuviste que decirle tal mentira?

Su fastidiosa sonrisa no se iba.

- Porque necesito de tú ayuda.

Otra broma mas, de seguro.

- No.

- Pero no sabes que quiero.

- Me da igual. No.

- ¡Otis! Te prometo que después de esto no volverás a saber más nada de mí.

Paciencia. Paciencia. Paciencia…

- Habla.

- Recuerdas a mis padres, ¿cierto? – confirmo – ¿Y lo densos que eran con que contraiga matrimonio? – vuelvo a afirmar – De acuerdo… Ellos vienen con lo mismo desde hace un tiempo largo. Un día, me tomaron con la guardia baja y volvieron a exigírmelo, y yo dije que estaba comprometida… Solo necesito que hagas un gran favor por mí.

- ¿Le dijiste el nombre de tú supuesto esposo? – niega – Entonces no me metas en tus problemas familiares.

- Por favor, Otis… Saldremos ganando los dos si aceptas fingir ser mi prometido.

- ¿Y quién me asegura que no sacarás provecho de eso?

- Yo. – río sin ganas – Se que fui de lo peor antes, pero te prometo desaparecer. Si finges ser mi prometido por un tiempo, y luego dejarme en el altar… Mis padres se darán cuenta que su hija no sirve para casarse y me dejarán en paz, e igual que yo a ti y a ella.

Por un lado, me servía, pero por otro… Zara pensaría que estoy comprometido realmente y no querrá volver a tocarme en su vida. No sabía si aceptar esto o no. Rebecca me hizo cosas muy malas durante nuestra relación, pero también sé que fue una muy buena persona con mi hermana, y Lizy para mi es una de las personas mas importantes que tengo en mi vida. Ella ayudó a mi hermana con su carrera de patinadora, también fueron muy buenas amigas hasta ese día.

- De acuerdo. Pero se lo diré a Zara – decidido comienzo a caminar hacia su habitación, pero su mano fría me detiene.




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