Aunque ya no estés

Pimpollo

Zara

- Lamento no haber asistido a tú anterior fiesta, Cam – digo mientras le acaricio el hombro.

- Descuida Zarita, hoy podrás divertirte – me regala una cálida sonrisa y sus ojos se centran en mi acompañante – Hola para ti también.

- Hola… – devuelve mi hermana el saludo, tiernamente.

- Pasen, la barra es libre.

Entrelazo mis dedos con los de Zaira para pasar entre la multitud y no perderla. El lugar estaba lleno. El calor que había provocaba mareos y presión baja, casi nadie tomaba bebida alcohólica porque eso no los refrescaría, sin embargo, mi hermana y yo nos pedimos dos Martini para comenzar con la noche. Ayudé a la rubia con su vestimenta, le presté un vestido azul marino con tirantes para que lo luzca, y debo de admitir, que le queda mejor a mí. Mientras tanto, yo me vestí con un vestido blanco con una apertura en un costado de mi cintura. Doy gracias a las diseñadoras que tienen ingenio para crear estas prendas que, al mismo tiempo de ser hermosas, son sexys. Lo combiné con unos guantes largos dorados, y tacones del mismo color. Me gustaba como me veía, no suelo usar mucho maquillaje, pero hoy estaba inspirada. Solía ir a varias fiestas en mi adolescencia, mayormente eventos de mis padres y, por otro lado, las salidas con mis amigos. Amaba salir y divertirme, olvidarme de todo un rato y pasar tiempo con ellos, hablando, sobre todo. Reírnos, bailar, cantar…

- ¿Te gusta? – la voz de mi hermana me saca de mis pensamientos.

- ¿Quién? – pregunto desentendida.

- Cameron, no has dejado de verlo.

- Oh, eso. Solo pensaba otras cosas – le sonrío, pero por su cara me doy cuenta de que no está satisfecha con mi respuesta – No lo sé, todo es muy complicado actualmente.

- ¿A qué te refieres?

Suspiro y miro a las personas que bailan felizmente en la pista, algunos con amigos y otros con sus parejas.

- No sé lo que siento… Mi corazón y mente están confundidos. Están en una pelea constante, uno dice una costa y otro, otra.

- Cuéntame Zara, ¿qué te dicen? – me doy vuelta en mi banco y dejo la copa sobre la barra, ella hace lo mismo.

- Una mitad de mí tiene claro lo que siente por… – no puedo decirlo, porque si lo hago, sería verdad.

- Otis, dilo. Cuanto mas lo niegues, peor será.

- Pero la otra se siente culpable, por pensar en alguien comprometido. Esta mitad quiere tocarlo como la primera vez, curar sus heridas otra vez, dormir abrazada a él como aquellas noches…

- Entonces habla con él – la miro como si hubiera matado a alguien – Hablando se resuelven las cosas hermana.

Y sin decir mas nada, observo como se pierde entre las personas. Pido mi segundo Martini y como si fuera agua, me lo acabo. Odio estar así de confusa, detesto este enorme nudo que se formó desde que me enteré de su compromiso. Ya nada sería igual y eso era lo que mas odiaba. Nada de esto me estaría pasando si me lo hubiera contado desde el primer momento que me dejó tocarlo o mirar a través de sus ojos color avellana. ¿Pero que podía hacer? ¿Obligarlo que deje a su prometida por mí? ¿Por alguien que no conoce hace mas de un año? De seguro se reiría en mi cara y me diría que me dejara de inventos. Porque es eso. Yo la vi, y es preciosa. Su pelo sedoso bien peinado, la piel muy bien cuidada, ropa carísima. Jamás me podría comparar con ella, me ganaría en todos los sentidos. ¿Y si nos hubiésemos conocidos hace mucho tiempo? ¿Yo ocuparía el lugar de esa chica? ¿Se hubiera fijado en mí?

Trato de despejarme y para eso necesito tomar aire urgentemente, pero primero localizaré a mi hermana, no la puedo dejar sola por ahí. Camino por la pista y la encuentro en plena conversación con mi amigo, sonrío al verla feliz. Jamás me interpondría entre su felicidad y la mía. Sabiendo que está en buenas manos, camino hacia la salida. La brisa fresca choca con mi cara y lo agradezco, necesitaba esto. Miro el hermoso jardín y los autos aparcados, entre todos eso, veo uno familiar. Camino hasta él para intentar verificarlo y parece ser que si. Quedo perpleja cuando nuestras miradas se cruzan, inmediatamente, fingiendo no haberlo visto, comienzo a caminar hacia la casa, pero una mano me detiene el paso.

- Zara… – dice con su voz masculina que tanto me gusta escuchar.

- Otis… – lo miro sin moverme, en cambio, él se acerca sonriendo.

- Luces muy… – se rasca la nuca con la única mano libre – preciosa.

¿Cómo se respiraba?

- ¿Q- qué haces aquí? – logro decir después de eso.

- Tú amigo me invitó. ¿No te lo dijo?

- No…

No al menos que yo recuerde. Solo recuerdo que nombró algo sobre que si alguien me incomodaba me podía ir. Pero no creo que lo haya dicho por este hombre.

- ¿Algo para tomar? – me pregunta mientras siento como su mano sujeta la mía y cincha de mí para que camine a su lado.

Sé que no debería de tomar nada, pero…

- Claro – tomamos asiento en una mesa alejada de la multitud y algo en la oscuridad, solo podía ver su rostro cuando los reflectores – de vez en cuando – lo alumbraban - Pero tú no bebes alcohol, Otis.

- Yo no voy a tomar nada, pimpollo.

Arrugo el ceño cuando pronunció la última palabra.

- ¿Pimpollo?

Se ríe en voz baja y asiente.

- Si. Tú me recuerdas a un pimpollo. ¿Sabes por qué? – niego – Por que mediante el tiempo avanza, tú te abres más y más.

Esta vez la que se ríe soy yo.

- Entonces, siguiendo tu lógica, tú también serías un pimpollo.

- Tal vez, pero en esta ocasión se trata de ti.

Otis pidió un agua sin gas y yo solo un Whisky. Mientras lo iba tomando poco a poco, no podía parar de observarlo. Su rostro se veía más lindo bajo las luces de colores y junto a su traje, todo era mucho mejor. Verlo así vestido, tan elegante era algo inusual pero cuando lo hacía, me dejaba sin habla. También noto que su corbata no es roja, sino azul. ¿Se le habrá acabado sus corbatas rojas? Extraño realmente. Comienzo a relajarme cuando escucho que se está reproduciendo Can´t Help Falling In Love y muero por bailarla, todos están bailándola con su pareja. Todos se ven preciosos. Es una de las canciones mas bonitas que tiene Elvis Presley, en mi opinión. Y entonces, es cuando dejo de ver a color para mirar algo negro, levanto la vista y era Otis, mientras me extendía la mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.