Aunque ya no estés

Mujer

Otis

- Otis… – dice Zara a mi oído mientras no paro de besarle el cuello.

Esto no está mal, es decir, yo no estoy comprometido de verdad y ella mucho menos. Sé que cree que, si lo estoy, pero eso no me va a detener para estar con ella. Sus manos delicados jalan de mi cabello con desesperación. Aparto algunos mechones rubios de su frente para colocarlos detrás de sus orejas. Suavemente la dejo caer sobre mi cama sin despegar mi boca de la suya. Sabía a frutas, ya que anteriormente, estuvimos comiendo ensalada de frutas que yo mismo preparé, mi postre favorito. Oscuridad por toda la habitación, la única luz que entraba era por la ventana la emitía la luna. Me separo de ella y la miro, para dejarme hipnotizar por sus ojos verdes.

- Eres tan… hermosa – acaricio sus mejillas y observo como cierra los ojos. Se sonroja por completo.

 

La alarma no paró de sonar hasta que de malas ganas la apagué. La luz que entraba me quemaba los ojos. Trato de moverme para poder levantarme, pero hay un peso pesado sobre mí. Zara se encontraba durmiendo muy plácidamente encima mío. Sería un delito despertarla, pero me urgía ir al baño. Lentamente me deshago de su agarre, por suerte no se despierta, pero si se remueve entre las sábanas. Cuando termino con lo mío, me dirijo a la cocina con tan solo el pantalón de dormir. Sirvo jugo de naranja en dos vasos y preparo panqueques con frutas. No me sucede nada si una vez cada tanto me olvido de mi dieta. Cuando lo dejo en la mesa de la sala, observo a la rubia parada en el fin del pasillo, mirándome atentamente.

- Buenos días – la saludo mientras ella toma asiento.

- Buenos días – se inclina para besarme y la consiento – Que rico todo esto. ¿Y tú dieta super estricta?

- Mmm… Hoy la hice a un lado – doy el primer mordisco y me recrimino por no haber probado antes esta delicia.

Desayunamos mientras miramos las noticias de hoy. Nada interesante la verdad, solamente los nuevos fallecimientos de hoy, el dólar subiendo, los cambios de temperaturas y entre otras cosas mas. Cambio de canal para poner una película y lo único que encuentro son mas noticias. ¿Pero que mierda?

- ¿Buscas una película? – pregunta Zara en la cocina.

- Si, pero no paran de aparecer canales informativos.

- Siempre está la opción de ir al cine… – me mira divertida mientras me acerco a ella.

- Claro, pero allí no podríamos abandonar la película cuando queramos – susurro a su oído mientras la sujeto de su cintura.

- Vayamos, será divertido – propone al mismo tiempo que deja pequeños besos sobre mi rostro.

- De acuerdo.

Quería saber que pensaba ella de todo esto. ¿Me vería como un hombre infiel? Esto del matrimonio falso me está jodiendo muchas cosas, entre ellas la relación que solía tener con Zara. Mientras que yo me dispongo a hacer mi cama, observo como la rubia comienza a vestirse lo mas rápido posible. Se da cuenta que la estaba observando por mucho mas tiempo del debido y sus mejillas se tornan a un rosita clarito. Dejo de verla para no incomodarla y en menos de diez minutos, ambos estábamos listos. Trato de parecer un caballero y le abro la puerta de mi auto, para luego entrar yo. La obligo a ponerse el cinturón de seguridad y emprendemos viaje hacia el cine. Cuando llegamos, aparco en el único lugar libre. El centro comercial estaba lleno de gente, subiendo y bajando escaleras, entrando y saliendo de tiendas. Y como un impulso no tan impulso, tomo la mano de ella. Entrelazo sus delgados y cortos dedos con los míos. Ella me mira divertida antes de tirar a mi cuando vemos el cine a unos pocos metros.

- ¡Mira! Está Orgullo y Perjuicio – dice emocionada mientras señala el cartel.

- Un clásico, me gusta.

Ya la había visto y leído incontables veces, pero otra vez no me haría mal. Estuvimos mas de diez minutos discutiendo por quien pagaría las entradas y al final decidimos que cada uno se paga la suya. Me quedé sorprendido al ver a tantas personas dentro de un mismo lugar no tan grande. Tanta gente vino a ver una película que se estrenó hace ya mas de diecisiete años. Y me parece fascinante como no fue una moda y no quedó en el olvido. Para algunas personas habrá marcado la infancia, la adolescencia o puede que nunca la haya visto y cree que ahora es el momento de aventurarse a películas tan especiales y únicas como estas. Sucede algo parecido con el Titanic. Esto es un claro ejemplo que las personas que olvidan, es porque así lo quiere, porque si algo o alguien verdaderamente te marcó, es muy posible que ese recuerdo jamás abandone tu mente.

La película había terminado y ambos habíamos terminado acalorados. Al parecer el aire acondicionado no estaba funcionando muy bien. Y es acá cuando sentimos la diferencia de una temperatura y otra. Observo a Zara colocándose su abrigo mientras tiembla.

- ¿Vamos por un café? Te veo con algo de frío – trato de rodearla con mis brazos para calmarla, pero se aparta.

- No. Estoy bien – comienza a caminar hacia la primera escalera mecánica que hay cerca nuestro, y la persigo.

- ¿Qué sucede? ¿No tienes frío? ¿Es eso? – hago el ademan de agarrarle la mano, pero la esconde dentro de sus bolsillos.

- Dije que estoy bien, Otis.

Arrugo el ceño. No comprendía nada. Hace aproximadamente dos horas éramos como los mejores amigos, y ahora no puede ni hablarme sin decirlo con tono grosero.

- Si no me dices que sucede, no puedo adivinarlo…

- Solo… – masajea su frente y luego me mira – Llévame a mi casa, por favor.

De las escaleras hasta el aparcamiento me mantuve callado, ella igual. Por supuesto que no la llevaría hasta que me dijera que le pasaba. Volví a abrir su puerta, pero antes de que pusiera un pie dentro, la cinché y la obligué a mirarme.

- No tengo idea de lo que te sucede, pero si algo te molesta, te angustia o simplemente no te gusta, dímelo, lo resolveré.




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