Aunque ya no estés

Muchas horas

Zara

20:24 p.m. Sábado 15 de junio.

- ¡Lizy, Teressa! – grito enseguida las veo entrar a la camisería, desarmadas. Corro hacia ellas y las abrazo con todas mis fuerzas.

No las solté en ningún momento. Lloré con ellas y ellas conmigo. Aun no podía caer, no podía creer lo que estaba pasando, pero lo peor es que lo negaba, no quería que eso estuviera sucediendo. Hubiera preferido que me llevaran a mí antes que a ellos. Entonces, cuando logramos calmarnos un poco, logré contarles todo: desde la desmentira de la no muerte de mi familia hasta hoy. Tomé pausas repetitivas veces para poder continuar, ya que mi boca se trababa y las lágrimas no me permitían seguir hablando. Otro café más, y uno detrás de otro sin parar. Necesitaba mantenerme despierta, no me iba a mover hasta saber que ellos están bien.

01:00 a.m. Domingo 16 de junio.

- Señoritas, si quieren pueden ir a descansar, no dudaremos en avisarles si sabemos algo más.

- ¡No! ¡De acá no nos vamos sin saber dónde está mi hermano y la familia de Zara!

- Shhh, hija… – Teressa entre llanos, trata de tranquilizar a su hija besándole la frente.

Miro a la pared y no aparto mi vista de ahí. Me reprendo por no cuidar mejor de mi familia. Me castigo por no haberme alejado cuanto antes de Otis, por no haberlos denunciado cuando debí, por causar tantos problemas. Me reprendo por existir. Si, soy una basura, por mi culpa las personas que más quiero siempre salen lastimadas.

05:34 a.m. Domingo 16 de junio.

El sueño me quería consumir, pero yo no lo iba a dejar. Aún no había nuevas noticias de ninguno de los tres. No podía aguantar mas. Para dejar un poco el café de lado, comienzo a caminar por toda la comisaría. Su madre y hermana se encontraban hablando con un oficial que le niega la cabeza, otra confirmación de que nadie sabe nada. No voy a criticar a la seguridad pública como suele hacer la gente cuando no obtiene lo que quiere ya que ellos están haciendo hasta lo imposible para encontrar una mínima pista que pueda hacer que este caso avance. De tanto llorar mi cabeza comenzó a dolerme y ya no tengo mas lágrimas, casi.

- ¿Cómo están? – les pregunto a ellas mientras les ofrezco café y los aceptan.

- ¿Cómo crees, Zara? – me pregunta Teressa - ¿Cómo estás tú, pequeña?

Me siento a su lado y suspiro, antes de darle un sorbo a mi agua.

- Destruida. Siento como si el mundo se me haya caído de un día para el otro.

- Estamos igual, linda – me frota la espalda con sus manos y me recuesta a su pecho – Volverán, yo lo sé…

- Es lo que más quiero en este momento…

10:00 a.m. Domingo 16 de junio.

- Señoritas, vengan por acá.

Al mismo tiempo, las tres comenzamos a seguir a los policías.

- ¿Noticias? Por favor, necesito saber dónde está mi hijito… – dice Teressa entre llantos.

- Tenemos la ubicación exacta de donde están.

Inmediatamente después de que el oficial habló, mi corazón volvió a latir con normalidad, mi respiración poco a poco se fue controlando y un gran alivio se ubicó en mi pecho. Las tres nos abrazamos sin poder creerlo. No puedo descifrar muy bien este remolino de sentimientos que estoy teniendo actualmente, pero sé que es mucho mas que alegría. Los policías nos acompañan hasta uno de sus autos y nos subimos sin pensarlo dos veces. Conducen a la velocidad de la luz. Delante y detrás de nosotras, había mas patrulleros con las bocinas encendidas. El camino era feo, lleno de piedras, pozos y mucho barro que salpicaba cada que vez que los pisábamos y ensuciaban los vidrios. Nos detenemos frente a un gran galpón donde cualquier persona pensaría que hay maíz dentro y no humanos por su gran logo de choclo encima del galpón. Los policías logran abrir las grandes puertas y entran con cuidado sin bajar la guardia. Teressa, Lizy y yo nos quedamos por orden de los policías en el patrullero, pero obviamente no queríamos estar acá.

- ¡Los encontramos! – gritan a los pocos minutos, después de escuchar varios tiros y gritos.

Bajamos en un segundo y comenzamos a correr sin mirar atrás, sin importarnos que sea mentira o que dentro de ese lugar nos espere un monstruo gigante. Lo primero que hago es detenerme por el shock.

- ¡Zaira, Otis! – corro hacia ellos y los abrazo como si fuera mi último de vida - ¡Perdónenme por no cuidarlos y dejar que esos enfermos sigan sueltos por ahí! – beso su frente desesperada – ¡Mamá! ¡¿Dónde carajos está mi madre!

- Lo lamentamos.

Entonces, mi mundo se detiene otra vez. Escucho muchas sirenas. Veo personas uniformadas de blanco corriendo hacia una dirección y otros vienen hacia nosotros. Observo como se los llevan mientras que yo, no puedo ni siquiera ver a los policías que me están hablando. Siento como unas personas me elevan. Todo estaba acabado para mí. Ya nada tenía sentido, nada. La mentira que desee con mi fuerza que jamás se hiciera realidad, sucedió. Y de repente, todo se vuelve negro…

- Zahara Hyland… Zahara…

Escucho voces que no reconozco. Trato de abrir los ojos, pero la luz me molesta, intento taparme con una mano, pero algo me lo impide. Logro por fin abrirlo y observo como en unas de mis manos hay una aguja intravenosa en ella. Entonces, con la mano libre trato de lograr tener una postura útil para descubrir quién me llamaba. Se trataban de varios enfermeros.

- ¿Te molesta la luz? – asiento. Cuando ya me dejan de arder los ojos, los abro por completo.

Sabía donde estaba, no era ningún misterio.

No me dolía ninguna parte de mi cuerpo físicamente, pero si el alma, el corazón. Enterarme de esta manera de lo sucedido me terminó por destruir. Ojalá todo fuera una pesadilla y vuelva a despertarme la voz de mi madre, como cuando de chica soñaba algo malo y entre abrazos y besos ella me calmaba. No podía haberla perdido, no a la mujer que más amo en esta vida, no a la mujer que me enseñó todo lo que sé, quien me incorporó buenos modales desde el primer momento que una Zara chica vio los ojos verdes de aquella mujer rubia que le sonreía con mucho amor. Simplemente no creía nada de lo que había sucedido en estas 24 horas. Me siento débil, sin ganas de hablar. Pienso en el ballet, no me ayuda, ya no está funcionando y eso me frustra aún más. El baile era mi única escapatoria en este momento y ni siquiera tenía las suficientes fuerzas para levantarme de esta cama totalmente blanca. Quería que un jodido doctor, entrara por esa maldita puerta cerrada con mi madre detrás de él, ella, mi hermana y Otis. Entonces en solo pensar que ellos también deben de estar siendo atendidos, me incorporo, los enfermeros hacen un ademan de intentar ayudarme, pero les hago señas de que yo puedo.




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