Aunque ya no estés

Ella

Zara

Gotas de mis mejillas caen al recordar a mi madre, al recordar a Abby y al recordar a ella. Día tras día me sigo lamentando por no decirle la verdad de mi familia, de lo difícil que sería tener cualquier tipo de relación conmigo y sobre todo el daño que le haría cuando me tuviera que ir y dejarla sola. Ella era muy sensible, estaba rota, era tan frágil como las alas de una mariposa. Pero estaba viva, quería vivir y recuperarse, la ayudé, pero también terminé con lo que un día fue. No le advertí sobre nada de lo que podría sucederle, su familia me odia, sus amigos y cualquier conocido de ella que sepa de mí. Su ausencia me sigue doliendo hasta el día de hoy, fue una persona importante para mí como yo lo fui para ella. Recuerdo que me decía muy a menudo lo afortunada que era al haberme conocido, lo mucho que me quería, me agradecía por no haberla deja sola en ninguna de sus recaídas. Fui una estúpida al creer que no le sucedería nada. En un año mi vida se desmoronó, ahí acabó mi vida por completo. La oscuridad me estaba consumiendo mediante pasaban los meses sin ella. Entonces, cuando tuve el valor de ir a verla, aunque no sea físicamente, no pude ni acercarme, no pude 1entregarle el ramo de flores que le había comprado. Se me había dificultado respirar, mi cabeza daba vueltas y yo no paraba de llorar. Entonces me fui a mi casa. Dejé las flores en un jarrón y las tiré cuando se empezó a marchitar. Soy un imán de problemas, y lo peor es que no me atacan a mí, sino a los que mas quiero. Tomando su vida como amenaza de que la próxima seré yo.

Querida Juliette,

Yo…

No. Arrugo la hoja, saco otra y vuelvo a empezar.

Querida Juliette,

Lo siento…

¡Carajo! No puedo.

Queri…

Me rindo. Es imposible escribir algo cuando ni siquiera se que quiero decirle. ¿Para qué le voy a escribir si nunca leerá la carta? Solo para lastimarme a mí y recordarme la mala persona que soy. Las hago bolita y las tiro en la papelera. Comienzo a preparar el almuerzo y al rato sale Zaira, de lo que un día fue mi habitación en la casa de Otis. Parece enfadada.

- Hola Zai…

- ¡Te odio! – me grita con la cara totalmente roja.

- ¿Qué pasa? – dejo lo que hacía y me acerco hacia ella.

- ¡¿Qué pasa?! ¡Pasa que ayer te escuché diciéndole a Otis que quieres deshacerte de mí!

- ¿Qué? – arruga el ceño – Claro que no. ¿Estás segura de que lo escuchaste todo?

- ¡Claro que sí! ¡Me quieres mandar a Harvard y tú te quedarás acá!

Está confundida, realmente lo está. Trato de tranquilizarla dándole un abrazo. Mi pequeña hermana, ha pasado por tantas cosas, está tan rota como yo que verla así me entristece el corazón, saber que no puedo hacer mas que llevarla a terapia y ayudarla a que cumpla sus sueños me pone triste. Ojalá estar completa para ayudarla. Ella no merece una hermana que no puede con su vida…

- Cálmate Zai… Yo jamás te dejaría. Si tú quieres irte al otro lado del mundo, iré contigo – beso su frente y le seco las lágrimas con mis manos.

- ¿Juras que nunca me dejarás?

- Te lo juro, pequeña.

Hablamos tranquilas y la invité a cocinar conmigo. También conversamos si se quiere quedar en Brooklyn o en Boston y me dijo que prefiere quedarse en este pueblo, estudiar aquí para hacer su vida en la ciudad donde pasó nuestra madre sus últimos días. Cada día la amo más. Si le pasa algo malo sería mi final. Colocamos la comida en la mesa justo antes de que llegara el dueño de esta casa. Últimamente se la ha pasado en su trabajo entrenando a sus alumnos para un torneo importante que tienen en unos días, y yo he estado muy concentrada aprendiendo las coreografías nuevas de ballet que nos enseñó Bea. Quería el solo de lo que tanto hablan mis compañeras, pero no quiero sacarle esa posibilidad a alguien que también ha estado entrenando duro para llegar donde está. En la comida, Zaira comentó que su psicóloga la invitó a entrar a un taller de dibujo, ya que le dijo que le ayudaría para poder expresar mejor sus sentimientos y para también perder un poco de su tiempo en eso porque casi todo el tiempo, mi hermana, se la pasa yendo a una cafetería cerca de este barrio donde conoció a un chico. No ha dicho mucho de él, solo que se están conociendo y ambos tienen la misma edad. Me pone feliz por ella. Me pone feliz que poco a poco se abra con el resto de las personas y no se encierre en su caparazón.

- Hoy será mi primer día en el taller de dibujo… – informa la rubia mientras juega con Chubby.

- Oh, que bien. Espero que te guste y te familiarices con ella – la aliento.

- ¿Necesitas algo para llevar? – le pregunta mi novio a mi lado, fregando.

- No, ellos me darán todo…

- ¿Necesitas que te llevemos? – vuelve a cuestionarle algo el pelinegro.

- No… Pasará por mi Kevin – comenta nerviosa.

Otis y yo compartimos miradas de asombro para luego volver a mirarla.

- ¿Qué tanto miran?

- Nada Zai… Es solo que… Ten cuidado. Él no sabe lo dañada que estás para hacerte mas daño.

Ella asiente y el ruido de una bocina interrumpe nuestra charla. Le deseamos lo mejor y luego se va, dejándonos solo por completo, bueno no, también está este perro que no para de seguirnos donde sea que vayamos. Luego de terminar de limpiar, le digo a Otis que me daré una ducha porque el olor de la comida quedó impregnado a mi ropa. Froto mis dedos contra mi cuero cabelludo para sacar cualquier basura que tenga. Cierro los ojos para disfrutar este momento donde me siento limpia. Al finalizar me visto rápidamente con una camiseta negra, un pantalón de tiro alto y unos zapatos negros. Seco, peino y arreglo mi cabello para luego ir hasta Otis. Tiene el ceño fruncido mientras observa algo en un papel. Lo abrazo por detrás para inhalar su hermosa colonia.

- ¿Por qué llevas esa cara?

- ¿Quién es Juliette? – se da vuelta y me muestra el contenido del papel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.