Aunque ya no estés

A nuestro modo

Zara

- ¡Apúrate que los nervios me consumen! – lo escucho gritar desde la sala.

Niego divertida mientras me envuelvo en la toalla de baño. Salgo de aquella habitación para ir hasta mi pelinegro favorito.

- ¿Cuál es la sorpresa?

Me mira de arriba abajo mientras me sonríe de lado. Ay dios mío, como no ponerme colorada con este hombre si cada vez que me mira así siento a miles de mariposas revolotear por mi estómago.

- Estoy pensando seriamente cambiar mis planes…

- Otis…

- Primero vístete. No puedo exponer a mi novia de esta forma.

- ¿Exponer? ¿Iremos a comer?

- Tal vez – se encoge de hombros sin quitar la sonrisa – Sea al lugar que vayamos, no puedes ir en toalla, Zara.

- Bien, iré a ponerme linda – le guiño el ojo.

- Siempre estás linda – se levanta solo para besarme y vuelve al sofá.

Estoy en una lucha conmigo misma. O me visto muy formal o no tanto. Si el pesado de Otis me hubiera dicho donde iríamos, ya estaría arreglada de pies a cabeza. Luego de haberme probado un montón de ropa, me decido por un enterizo negro algo – bastante – ajustado en la zona del pecho y el abdomen con algunos detalles plateados. Unos tacones de punta fina blancos para el contraste, joyería, mi pelo recogido en una coleta alta y bien pegada a mi cabello. Maquillaje nada sutil. Adoro jugar con las pinturas en mi rostro y ver que resultado puede salir de aquello. Tomo mi sobre negro con brillos y guardo mi teléfono y el dinero, es para lo único que sirve. Cuando voy hacia la sala, me espera un Otis con un traje negro. ¿De dónde sacó eso? Si mí memoria no me falla, el jamás entro a su habitación. Como sea, me acerco y le arreglo su corbata algo mal hecha. Me mira desde arriba y hace que me ponga nerviosa.

- ¿Cómo haces para lucir tan hermosa siempre con todo lo que te pones?

- No lo sé… Tú también te ves hermoso – dejo un delicado beso sobre su boca.

- ¿Nos vamos, cariño? – extiende su mano hacia mí.

- Por supuesto, cariño – tomo su hermosa mano y me guía hasta su camioneta. Como un caballero abre la puerta y luego la cierra.

He perdido la cuenta de le pregunté a donde nos dirigíamos, y sus respuestas siempre eran: ya lo verás. Cansada de intentarlo y no tener buenos resultados, abandono el tema y me concentro en la carretera oscura y al mismo tiempo iluminada por los faroles y las luces de los autos. Preocupada por mi hermana decido preguntarle si todo iba bien y en donde se encontraba. Me dijo que nunca se había sentido así y que ahora mismo estaba en la casa de Kevin. Solo espero que ese chico no esté jugando con ella porque no sabe lo que le esperará. Ella es muy valiosa como para ser tratada como una basura. Suspiro al saber que está bien y guardo mi teléfono. Otis deja el auto enfrente a la playa e inmediatamente baja y abre mi puerta. Entrelazo nuestros brazos y lo sigo. Comenzamos a adentrarnos a la playa y un camina de madera nos lleva hacia una mesa con dos sillas muy cerca del agua. El lugar estaba completamente iluminado, lleno de tulipanes amarillos y blancos. Comienza una alfombra roja donde termina el camino.

- Wow… – articulo asombrada por lo que veo – Es precioso, cariño.

- Y todo para ti. Hoy no pude darte un ramo de tulipanes porque se los compré todo a la señora de la florería.

- Alegraste dos vidas hoy. Buen trabajo – tomo asiento y observo todo detallado. Una rosa en el medio, cubiertos enrollados en servilletas, platos tapados, copas con vinos. Esto era de ensueño.

- Supongo que eso me hace mejor persona. Buen provecho.

- Buen provecho.

Destapo mi plato para encontrarme con mis fideos favoritos acompañados de una salsa barbacoa. Adoro que este hombre me conozca tan bien, por eso me gusta cada día mas. Chocamos nuestras copas y bebemos al mismo tiempo. La música estaba baja, se escuchaba el ruido del mar y eso lo hacía aún mas hermoso todo.

- ¿Postre?

- Claro.

Otis llama a alguien y aparece un hombre que parece ser el mozo. Le pide los postres y a los pocos minutos nos trae una rebanada de cheesecake, muy común de New York. Es fascinante la sensación de como se va disolviendo la galleta en la boca y el sabor del queso casi inexistente. Lamentablemente no lo pude acabar porque mi estomago estaba lleno, pero sí Otis.

- La dieta…

- Hoy hice la excepción.

- ¿Solo hoy? Patrañas – digo en español. Había escuchado esa palabra en un programa de televisión y no me la pude sacar de la mente.

- Fingiré que te entendí y procederé a pedirte que te levantes, por favor.

- Estos tacones no son muy cómodos para caminar, pero está bien.

- Esa es la mejor parte. Vamos a descalzarnos.

- Ni pienses que me meteré al agua.

- No, claro que no. Solo caminaremos por la orilla.

Ya mas tranquila de que no quedaré empapada y no me dará una neumonía, dejo mis zapatos en la alfombra, Otis hace lo mismo y toma de mi mano para poder caminar. El cielo estaba estrellado, había luna llena y el ruido de la brisa nos acompañaba. Amo la sensación de pisar la arena y sentir como mis pies se relajan. El agua nos alcanza y moja un poco mi vestido.

- Nunca olvidaré esto. Te quie…

Me doy vuelta para besarlo y lo encuentro arrodillado mirándome fijamente. De su bolsilla saca una caja roja y la abre. Mi mente no procesaba nada de esto. No sabía que decir y mi respiración se descontroló por completo.

- Después de tantos años perdido en la oscuridad, de tantas veces que me negué a salir de ella y afrontar la realidad, hoy puedo decir que estoy completo, que soy feliz y que si creo en un felices para siempre.

- Oh Dios – llevo mis manos a mi boca. Soy un mar de lágrimas en este momento.

- Zahara Hyland, ¿aceptas pasar el resto de nuestras vidas juntos, despertar a mi lado, ser la mujer que cure mis heridas, la que podrá besarme y tocarme cuando quiera, la que podrá retarme cuando me equivoque? ¿Aceptas ser mi rayo de luz en esta tormenta?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.