Aunque ya no estés

Hogar dulce hogar

Otis

Por fotos era preciosa, pero en persona era el doble. La casa era tan grande que perfectamente entrarían todos los hijos que quiero tener con Zara en un futuro. Jamás me imaginé a mi decir eso ni muchos menos anhelarlo tanto, pero ahora mi mayor deseo es casarme con ella y formar una vida tranquila fuera del peligro que esa casa nos traía. Camino de la mano con mi mujer por la habitación que sería nuestra. Lo que mas mes disgusta es que no haya nada rojo, pero creo que es un buen momento para dejarlo ir y abrir mas mi paleta de colores. Se tira a la gran cama y me lleva con ella.

- Ya quiero mudarme, es tan perfecta. Gracias por hacerme tan feliz día a día – me besa y hace que se me acelere el corazón como el primer día.

- No, gracias a ti por ayudarme inconscientemente a ser la persona que un día fui. Te quiero, pimpollo – la envuelvo en mis brazos.

- Pero acá falta algo – dice al alejarse un poco de mí y sentarse en la cama.

- ¿Qué cosa?

- Paredes rojas.

Suspiro y niego.

- No, cariño. No puedo estar atado a mi pasado por el resto de mi vida.

- Pero el anillo…

- El anillo representa algo diferente, todo el amor que siento por ti. El rojo con Tobby era diferente… era su marca y yo me apropié de ella para recordarlo.

- Entonces hagámoslo por nuestro significado. Siempre rojo, recuerda.

- ¿De verdad quieres arruinar estas paredes por un simple color?

- No es un simple color, tú lo dijiste. Y no estaría arruinando nada.

- Que solo sea en esta habitación, por favor…

Sonríe y me besa como respuesta.

 

A los pocos días ya habíamos conseguido mudar la mayoría de nuestras cosas a esta casa. Solo faltaban alguna que otra caja con las cosas menos importantes. Entusiasmada, Zara, comenzó a pintar nuestras paredes. Le dije que alguien mas se encargaría, pero se negó todo el tiempo. Yo ayudé para no dejarla sola. Terminamos en un día entero de puro trabajo. Estaba contento de todo esto y aun mas sabiendo que hoy se la enseñaríamos a mi madre y hermana. Vendrían a cenar algo que yo preparé. Fueron las primeras en felicitarnos por nuestro compromiso, así que debían de ser las primeras en esto también. Cayó la noche por fin. Zara se veía hermosa con aquel vestido color coral. Ponga lo que se ponga, nunca deja de sorprenderme lo bien que lo sabe lucir. El timbre sonó y recibimos a mi familia.

- ¡Que preciosidad! ¿No tendrás espacio para tú pobre madre? – bromea Teressa.

- Siempre serán bienvenidas. Adelante – las saluda la rubia.

Las llevamos hasta el gran salón y toman asiento en la mesa.

- ¿Desde cuando eres rico, hermanito? Compárteme un poco de tú fortuna.

- Resulta que robé un banco y con ese dinero compré esta casa.

- Mansión diría yo – habla en voz baja Zaira.

- ¿Qué tal todo con Kevin? – pregunta su hermana.

- Bien… Me ha dicho que el próximo año comenzaría la universidad. Está muy contento.

Tomo la mano de mi novia al ver su cara triste. Ella me miró y me sonrió.

- ¿Le has dicho que tú también irás? – comento mientras le doy un pequeño bocado a la carne.

- ¿Qué? ¿Eso es verdad, Zara?

La había cagado. Era una sorpresa de su hermana, pero verlas así, fue mucho para mí. La pequeña rubio saltó de emoción cuando mi prometida le confirmó.

- Muchas gracias, a los dos.

- No tienes que agradecernos, pequeña. Será una muy buena maestra, ¿verdad, cariño?

- La mejor de todas, hermanita.

Finalizamos la cena y las invitamos a pasar la noche. Después de cepillar nuestros dientes, fuimos a nuestra nueva habitación.

- ¿Vemos una película? – ofrece mientras me coloco la ropa de dormir.

- ¿Jack el destripador?

- Me agrada. ¿Leíste los libros?

- Infinitamente. Nunca dejan de aburrirme.

Y así pasamos una noche tranquila mirando algunas películas sobre el asesino en serie y cuando el sueño se hizo presente, nos dormimos abrazados. No podría cansarme de esto ni, aunque quisiera.




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