Aurea

Capítulo 2: La ambición de Belle Mulhall

Belle Mulhall despertó con un dolor de cabeza tan intenso que durante unos segundos pensó que alguien le había disparado a quemarropa mientras dormía. El mundo le daba vueltas incluso con los ojos cerrados. Gimió, se llevó una mano a la frente y respiró hondo, intentando recordar por qué demonios su cuerpo se sentía como si hubiera pasado por debajo de un tren.

El olor fue lo primero que la terminó de espabilar: alcohol seco, madera húmeda y sábanas que no habían visto el sol en demasiado tiempo.

Abrió un ojo. Luego el otro.

El techo era bajo, de vigas irregulares, con manchas oscuras que parecían más viejas que el propio hostal. No reconocía ese lugar. Eso, por sí solo, ya era mala señal.

Se incorporó lentamente, sentándose en la cama y mirando alrededor con cuidado, como si esperara que algo saltara desde una esquina.

—No... —murmuró—. No habré venido con nadie, ¿no?— exclamó tras recordar partes de la noche anterior, un chico con el pelo azul y una sonrisa encantadora, ron y mucho tiempo en un bar.

Bajó la mirada hacia sus pistolas. Estaban ahí. Bien colocadas. Eso le dio un poco de tranquilidad.

Una silla

Una mesa

Pero dos mochilas.

—Otra vez no... —añadió mientras se tumbaba en la cama con las manos en la cabeza—. No me apetece huir ahora que me duele la cabeza.

Giró la cabeza hacia un lado... y entonces lo vio.

Un chico dormido en el suelo, apoyado contra la pared, con el pelo rubio despeinado y los ojos cerrados. Respiraba con calma, como si nada en el mundo pudiera molestarle.

Belle se quedó congelada durante un segundo.

Luego se levantó de golpe, dio dos pasos y le tiró del pelo con fuerza.

—¡Tú! —exclamó—. ¿Quién eres? ¿Tu nombre? ¡Identifícate ahora mismo!

—¡Au! —protestó el chico, despertándose sobresaltado—. ¡Belle! ¿Qué haces? ¡Me haces daño!

Ella frunció el ceño, lo observó mejor... y entonces todo encajó.

—...Auriel —dijo, soltándole el pelo—. Su puta madre, Auriel. ¿Qué haces aquí? Me has asustado. Pensaba que había traído a un apuesto caballero a este dormitorio.

Auriel se incorporó, frotándose la cabeza.

—Eso ha dolido —gruñó—. Y para que lo sepas, yo también soy apuesto.

Belle lo miró de arriba abajo con descaro, ladeando la cabeza.

—Solo cuando te lo propones.

Auriel suspiró y se levantó del todo.

—Tienes que intentar emborracharte menos —dijo—. Me haces pasar por cosas que no debería.

Belle se dejó caer de nuevo en la cama, apoyando los codos sobre las rodillas.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Qué pasó anoche? No me acuerdo de nada — mintió en parte porque lo que si que recordaba era a ese apuesto chico peliazul con el que había estado mucho tiempo, no recuerda de lo que hablaron pero recordaba la comodidad con la que se sintió hablando con ese chico que ahora mismo para ella era un misterio.

Auriel se llevó la mano a la cara.

—Te enfrentaste a Keanu Gaoth.

—¿Quién?— preguntó moviendo la cabeza un lado y con expresión pensativa pensando que tenía que recordar ese nombre por alguna razón.

—Un tipo fuerte. Mucho —respondió—. Te desafiaste a un duelo clásico, en mitad de la calle. Borracha.

Belle alzó la cabeza.

—¿Y gané?

Se levantó de golpe, posando una mano en la cintura como si fuera una heroína de cartel.

Auriel la miró con cansancio.

—No.

—Bah —chascó la lengua—. Seguro que estuve cerca.

Auriel negó con la cabeza.

—Belle... —dijo con más seriedad—. Si tu padre viera lo que estás haciendo, no le gustaría nada. Tienes que superarlo ya.

El aire se volvió pesado y Auriel tras escuchar el repentino silencio incómodo se dio cuenta de que la había cagado, nunca podías nombrar al padre de Belle delante de Belle.

Belle levantó la mirada lentamente. Sus ojos se endurecieron.

—No vuelvas a hablar de mi padre —dijo—. No lo vuelvas a mencionar.

Auriel dio un paso adelante y bajó la mirada con culpa, solo quería que la peliblanca viera la realidad de sus actos.

—Estoy aquí para apoyarte, Belle. No porque tenga que hacerlo, sino porque quiero. Desde el primer día no me he separado de ti.

—No sabes nada de mí —espetó ella.

—Sé que te encontré sangrando en un callejón —respondió—. Sé que ayudaste a alguien que no conocías solo porque podías. Sé que me diste una pistola y me dijiste "corre" sin preguntarme nada más — lágrimas caían del rostro de Auriel tras recordar esa escena, Belle le había salvado la vida sin conocerle de nada días atrás simplemente porque necesitaba ayuda, y es cierto que no la conocía mucho pero el alcohol era mejor contador de las historias de Belle que Belle.

Belle apretó los dientes.

—Fuera.

Señaló la puerta.

—Belle, escucha—

—Fuera te he dicho, ¿o es que estás sordo?

Auriel sostuvo su mirada unos segundos más.

—Me quedo porque alguien tiene que hacerlo —dijo al final—. Porque no quiero que te rompas sola, pero tú misma sabes que esto no te está haciendo ningún bien Belle.

Luego bajó la cabeza y salió con elegancia y sin hacer mucho ruido, le daba más miedo salir a la calle que enfrentarse a la furia de Belle, pero ella misma se lo pidió.

Belle se quedó en silencio. Sacó sus pistolas y empezó a limpiarlas, dejando que el metal respondiera a su tacto.

—Papá... —susurró—. Voy a encontrarte, estés donde estés.

Belle estaba sentada en el suelo del salón, con las piernas cruzadas y una pistola de madera entre las manos. La hacía girar torpemente, imitando los movimientos que había visto tantas veces, mientras levantaba la vista hacia su padre, que estaba apoyado en el marco de la puerta observándola con una sonrisa tranquila.

—Papá —preguntó Belle, rompiendo el silencio—, ¿tú crees que conseguiré ser una gran sheriff?

Nick Mulhall se acercó a ella sin prisas. Se agachó a su altura y le acarició la cabeza con cariño, despeinándole un poco el flequillo. Sus ojos se suavizaron mientras asentía.



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En el texto hay: fantasia, accion, aventura

Editado: 29.12.2025

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