••••••••••• Capítulo 1 ••••••••••••
Tres años después
El aire estaba lleno de luz.
No una luz cualquiera, sino esa claridad serena que solo aparece cuando algo en el alma está a punto de recordar.
Lumi caminaba sin rumbo por el parque central, dejando que el murmullo del viento y el perfume de las hojas lo guiaran. A su alrededor, el mundo parecía renacido: los colores eran más vivos, las voces más cálidas, los rostros más tranquilos.
Y, sin embargo, nada de eso lograba llenarlo por completo.
Dentro de él persistía un eco, un hueco imposible de nombrar.
No era tristeza, ni pérdida, ni siquiera soledad.
Era una nostalgia sin rostro —una vibración que recordaba algo que el tiempo había borrado, pero que su corazón aún se negaba a olvidar.
Se sentó en una banca. Las hojas danzaban con el viento, susurrando entre sí una lengua que casi alcanzó a entender… pero el sentido se desvaneció antes de poder atraparlo. Cerró los ojos y respiró hondo.
Entonces, la escuchó.
Una melodía. Suave, profunda, como si cada nota emergiera desde los pliegues ocultos del tiempo.
El primer acorde lo atravesó sin aviso. No era solo sonido, era una vibración antigua que despertaba algo dormido en su interior. Su corazón respondió con un latido tembloroso, como si recordara un idioma que alguna vez fue suyo.
—¿Qué es… eso? —susurró, incorporándose lentamente.
El sonido provenía del otro extremo del parque, y sin pensarlo, comenzó a caminar, casi correr, guiado por un impulso antiguo: el del alma reconociendo su reflejo antes que la mente.
Con cada paso, el aire cambiaba.
Las personas se detenían, sonreían sin razón aparente, quedaban inmóviles, como si el tiempo mismo contuviera el aliento para escuchar.
La melodía los envolvía a todos, tejida de nostalgia y luz.
Cuando por fin divisó el origen, una multitud lo separaba del escenario improvisado.
En el centro, un joven tocaba un arpa.
Lumi apenas alcanzaba a distinguirlo: una figura bañada en resplandores dorados, los dedos moviéndose con una gracia imposible, cada cuerda vibrando al ritmo exacto de un recuerdo que el universo parecía intentar pronunciar.
El mundo pareció contener el aliento.
Lumi sintió que algo lo llamaba, no desde afuera, sino desde el centro exacto de su pecho.
Cada nota era una palabra no dicha, un eco suspendido entre vidas, una promesa que su alma reconocía aunque su mente la hubiera olvidado.
“Si alguna vez te vas, no te seguiré…
pero te amaré en secreto por el resto de mi eternidad.”
La frase brotó sin origen, como si el aire mismo la susurrara. En ese instante, su respiración se quebró.
El músico levantó el rostro. Solo fue un segundo, pero bastó.
Sus miradas se encontraron a través de la multitud inmóvil, y aunque no hubo reconocimiento consciente, algo más profundo despertó:
un temblor antiguo, una vibración familiar…
idéntica a la del Hilo.
El corazón de Lumi comenzó a latir al compás de la melodía, como si cada nota lo recordara a sí mismo.
El joven del arpa esbozó una leve sonrisa, casi imperceptible, pero suficiente para que el aire cambiara. Fue como si también él hubiera sentido aquella resonancia secreta que los unía. Cerró los ojos, y sus dedos siguieron danzando sobre las cuerdas; el viento, travieso, tomó una sola hebra de su música y la llevó hasta Lumi… una nota solitaria que se posó en su pecho y ardió como un amanecer contenido.
Cuando la melodía terminó, el mundo guardó silencio.
El público estalló en aplausos.
Lumi no.
Permaneció quieto, con las manos temblando, el alma suspendida entre el recuerdo y el presentimiento.
Ante él, la figura del músico se desvanecía entre la multitud, como un sueño que huye antes del despertar.
Intentó moverse, abrirse paso entre los cuerpos, pero cuando llegó al centro, el arpa ya no estaba.
Solo quedaba en el aire un eco dorado… y una sensación imposible de olvidar.
Solo quedaba el arpa, apoyada suavemente sobre el suelo.
Una cuerda vibraba sola, emitiendo un último murmullo dorado, casi imperceptible, que parecía dibujar filamentos de luz en el aire.
Lumi se inclinó, y cuando la nota se apagó, sus labios pronunciaron, sin pensarlo:
—Auric…
El viento respondió como un hilo vivo.
Corrientes cálidas y plateadas se arremolinaron a su alrededor, trazando senderos luminosos que parecían buscar un punto de encuentro invisible. Cada hebra de luz resonaba con una vibración familiar, tocando recuerdos y emociones que el tiempo había intentado ocultar.
Lumi cerró los ojos y respiró profundo. Sintió cómo esos hilos de sonido y luz se entrelazaban con él, atravesando su pecho, girando y ascendiendo hacia un destino que solo su alma reconocía. Era como si el universo mismo le susurrara que Auric estaba ahí, cerca, más allá de lo visible, conectado por un hilo que ningún espacio ni tiempo podría romper.
El silencio volvió, pero no era vacío. Cada hebra de luz persistía, vibrando suavemente, dejando la certeza de una presencia que lo acompañaría para siempre.
El alma lo supo antes que la razón.
Él estaba de vuelta.
El nombre resonó sin permiso, arrastrando consigo una oleada de emociones que Lumi no sabía cómo contener.
—¿Por qué… te siento? —susurró, con la voz quebrada.
No hubo respuesta. Solo el eco de aquella vibración, extendiéndose más allá de lo audible, como si intentara abrir una puerta entre mundos, desdibujando los límites de su realidad.
Esa noche, Lumi no pudo dormir.
El sonido del arpa se repetía una y otra vez en su cabeza, incluso en el silencio más absoluto.
No era solo música: era un llamado, antiguo y urgente.
Y con cada repetición, un hilo invisible se tensaba dentro de él, tirando de algo que yacía dormido en su interior, despertando memorias y emociones que ni siquiera sabía que habían existido.
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Editado: 27.10.2025