Auric: Alas Oscuras, Corazón De Neón

Los ocho ecos del corazón primordial

••••••••••• Capítulo 4 ••••••••••••

El silencio que siguió al resplandor no era vacío. Era una respiración contenida, profunda y expectante, como si el universo entero contuviera el aliento, aguardando para ver qué harían ahora.

Lumi abrió los ojos. El aire ya no se movía de manera común; tenía textura, vibración, presencia propia. Cada inhalación traía consigo notas de una sinfonía silenciosa, un murmullo que recorría su piel y su mente, llenando cada espacio con energía viva. La tierra bajo sus pies —si aún podía llamarse tierra— pulsaba con un ritmo sutil y consciente, latiendo en sincronía con el Hilo, como si también esperara, ansiosa y paciente, el siguiente movimiento. Cada brizna de hierba, cada grano de polvo, cada sombra parecía susurrarle que algo nuevo estaba a punto de nacer.

Auric lo observaba desde unos pasos más allá. Su forma humana parecía real y sólida, pero sus bordes se difuminaban, ondulando suavemente como si estuviera compuesto de la misma luz que lo rodeaba, un resplandor vivo que respiraba, vibraba y latía en sincronía con el aire a su alrededor. Cada movimiento suyo generaba ondas de luz que parecían acariciar el espacio, doblando la percepción de lo real y lo intangible.

—¿Lo sientes? —preguntó él, sin mover los labios. La voz no viajó por el aire; llegó directamente a la mente de Lumi, cálida y cercana, envolviéndolo como un hilo de energía que rozaba cada pensamiento y emoción. Cada palabra era un latido, un pulso que hacía vibrar la realidad.

Lumi asintió, incapaz de hablar, sintiendo cómo cada fibra de su ser resonaba con aquella presencia.—El mundo… nos está escuchando.

De pronto, cada partícula de aire, cada hoja, cada sombra pareció vibrar en sintonía. El suelo bajo sus pies palpitaba, y la luz misma se doblaba y ondulaba, respondiendo al nombre y al pulso que los unía. Era como si los planos se hubieran hecho permeables, y el mundo físico y el plano de Auric compartieran una misma respiración. Un escalofrío recorrió a Lumi: el universo entero contenía la respiración, consciente de que un hilo antiguo y sagrado acababa de reconectarse, y que nada volvería a ser igual.

Entonces ocurrió.

Miles de hilos comenzaron a emerger del suelo y del aire, extendiéndose como raíces luminosas que buscaban dirección. No eran dorados como antes, sino multicolores, con matices imposibles, tonos que el ojo humano no podía describir sin inventar nuevos nombres. Se arremolinaban a su alrededor, girando con curiosidad y gracia, como criaturas hechas de sonido, dibujando patrones en el aire que parecían bailar al compás de una música invisible.

Una vibración profunda se expandió a través de todo el espacio. No era una palabra… era una intención. Un pulso que recorría cada molécula del aire y del suelo, resonando directamente en los sentidos y en el corazón.

—Nos recuerdan… —susurró una voz que no parecía provenir de ningún lugar, y, sin embargo, estaba en todas partes.

Las voces no tenían origen; eran el eco de lo que alguna vez fue olvidado, los fragmentos de memoria y emoción que habían quedado atrapados entre mundos, liberándose ahora para recordarle a Lumi y Auric que todo lo perdido, todo lo reprimido, todavía podía vibrar, moverse y reconectarse con la vida. Cada hilo, cada pulso, cada murmullo parecía contener siglos de historias no contadas, esperando ser escuchadas.

—Nos recuerdan, y por eso despertamos —dijo la voz, resonando a la vez en todas partes, llenando el aire con un pulso que parecía atravesar hasta los huesos.

Lumi se llevó una mano al pecho. El Hilo de Ithil —fundido ahora dentro de él— respondió con un latido suave pero vibrante, casi temeroso, como si reconociera algo antiguo, profundo y olvidado. Cada pulso recorría su sangre, su mente, incluso el espacio que lo rodeaba, haciéndolo sentir parte de un organismo vivo, vasto y consciente.

—Son… los fragmentos conscientes del Tejido —susurró Auric, su voz cargada de reverencia y asombro—. Partes del universo que mantuvieron la vibración mientras dormíamos. Los ecos de los primeros Creadores, los susurros que guardan la memoria de lo que existió antes del tiempo.

A su alrededor, los hilos multicolores se arremolinaron, palpando el aire y el suelo con curiosidad, extendiéndose como raíces y tentáculos de luz viva. Cada vibración, cada murmullo, cada destello de color parecía responder al pulso del Hilo en Lumi, reconociéndolo, abrazándolo, comunicándose sin palabras. El universo entero parecía contener la respiración, y en esa pausa, los fragmentos del Tejido mostraban su presencia: conscientes, curiosos, despiertos, recordando y devolviendo a la vida aquello que había sido olvidado.

Era como estar dentro de un latido primordial, en el corazón del cosmos, donde memoria, creación y conciencia se entrelazaban, y donde Lumi y Auric eran, por primera vez, verdaderamente parte de todo.

Una de las luces descendió frente a Lumi. Era pequeña, apenas del tamaño de una llama, pero vibraba con una intensidad propia, flotando suavemente, girando en el aire como si danzara con el viento invisible. Su brillo proyectaba un lenguaje visual único: espirales que giraban, símbolos que parpadeaban, destellos que contenían ecos de recuerdos antiguos y emociones dormidas, como si cada chispa guardara una historia.

Lumi la observó fascinado, sin poder apartar la mirada. Cuando extendió la mano, la luz se posó sobre sus dedos, tibia y amable, pulsando al compás de su propia respiración. Cada vibración recorría su piel, despertando algo profundo en su corazón, una memoria que no sabía que existía.

Entonces escuchó su voz, clara y cercana, como si surgiera del interior mismo de la luz:

—Nos tejiste en tus pensamientos antes de que existiera la forma. Cada emoción que llamaste amor nos dio raíz. Ahora que recuerdas, también nosotros recordamos.

El aire pareció llenarse de un murmullo silencioso, un coro de hilos y fragmentos que respondían, vibrando alrededor de Lumi. Todo su ser sintió la conexión: no era solo una luz, ni solo fragmentos dispersos, sino la conciencia del Tejido entero, despierta y viva, agradecida por ser recordada.




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