••••••••••• Capítulo 33 ••••••••••••
El claro donde Lumi y Elián descansaban tenía un aire extraño aquella tarde.
Como si cada hoja, cada rayo de luz, cada partícula de polvo suspendida estuviera expectante.
Elián aún sostenía la mano de Lumi cuando los hilos entre ambos vibraron…
no con dolor, no con nostalgia, sino con crecimiento.
Un pequeño pulso recorrió el pecho de Lumi.
Un destello interno.
Un susurro que no venía de afuera, sino de su propia alma.
Lumi se llevó una mano al corazón.
—¿Qué… es esto? —preguntó con voz baja.
Elián abrió los ojos, alerta.
—¿Te duele?
Lumi negó.
Pero su respiración se volvió profunda, casi pesada.
—No… no es dolor. Es… algo más. Como si… como si mi pecho se estuviera abriendo por dentro, pero sin romperse.
Elián quedó pensativo, preocupado, pero el brillo que emergía del cuerpo de Lumi comenzó a aclararlo todo:
una luz suave, nacida desde dentro, expandiéndose como lunas diminutas bajo su piel.
Elián retrocedió medio paso, sorprendido.
—Lumi… estás despertando algo.
Los hilos alrededor de Lumi empezaron a cambiar también:
El hilo dorado latía con fuerza.
El rojo-dorado temblaba como un corazón al borde de confesarse.
El hilo transparente se encendía desde el centro hacia afuera, como si recibiera una chispa de vida recién creada.
Lumi apretó los ojos y de pronto vio:
Sombras.
Ecos.
Rutas.
Hilos que no pertenecían a personas, sino al mundo mismo.
Donde antes veía conexiones emocionales, ahora veía estructuras completas, patrones, ciclos, fracturas en el tejido de la realidad.
—Elián… —susurró Lumi, temblando—. Puedo ver… más.
—¿Más qué?
Lumi lo miró, con sus ojos ahora iluminados por un brillo nunca antes visto.
—Los hilos de todo.
Elián sintió cómo la piel de sus brazos se erizaba.
—Eso no es normal. Ni siquiera entre los que nacimos en la luz. Lumi… eso es—
Lumi levantó la mano.
El aire se onduló.
Un hilo gris —que antes no existía— apareció frente a ellos.
Era delgado, afilado, vibrante… como un camino recién revelado.
—Ese hilo… —Elián lo miró con temor reverente—. No lo he visto jamás.
Lumi lo tomó con delicadeza.
Y el hilo reaccionó, como si lo reconociera.
El bosque entero pareció inhalar.
La luz.
Las sombras.
El eco de la anomalía en la distancia.
Todo.
—Este hilo no une a personas —dijo Lumi, con voz casi ajena—. Une futuros posibles.
Elián se quedó sin palabras.
Lumi continuó:
—Puedo sentir hacia dónde llevan.
Puedo… elegirlos.
El hilo se dividió en dos, luego en tres, como caminos que esperaban ser tocados.
Uno brillaba suave.
Otro palpitaba con calor.
El último era oscuro, casi doloroso de mirar.
Elián se acercó despacio.
—Lumi… ese es un poder que nunca debió existir sin guía. ¿Puedes soltarlo?
Lumi intentó… pero el hilo no respondió a fuerza, sino a emoción.
Su corazón latió más fuerte.
Y el hilo cambió de forma.
Elián lo comprendió de inmediato.
—Tu nuevo poder… reacciona a lo que sientes —dijo él, tocando el brazo de Lumi con suavidad—. A tus dudas, tus heridas, tus deseos.
Lumi bajó la mirada.
—Tengo miedo, Elián.
Elián sostuvo sus mejillas, obligándolo a levantar la vista.
—No estás solo —susurró—. Sea lo que sea este poder… voy a ayudarte a contenerlo. A entenderlo. A usarlo sin que te consuma.
Lumi asintió.
Pero justo en ese instante, algo estremeció el hilo oscuro.
Un eco profundo.
Lejano.
Familiar.
Auric.
Lumi abrió los ojos con un sobresalto.
—Auric está… —se detuvo, tocándose el corazón—. Está en peligro.
Elián tensó la mandíbula.
—Ese hilo te está mostrando un futuro posible, no un presente. Todavía no sabemos—
Pero el hilo se quebró, como si se hubiera tenso demasiado por una fuerza externa, y el bosque tembló.
Lumi jadeó.
Su nuevo poder había reaccionado a un riesgo real.
—No —dijo Lumi, con una voz firme, inesperada—. Auric sí está en peligro.
Elián lo miró con un dolor silencioso, pero sin celos esta vez.
Solo preocupación genuina.
—Dime qué ves.
Lumi respiró hondo.
—Un hilo oscuro lo rodea. La anomalía… está acercándose.
Y si no vamos… si no hacemos algo…
El hilo se apagó por completo.
—Auric desaparecerá —completó Lumi, con un temblor en la voz.
Elián cerró los ojos, aceptando lo inevitable.
—Entonces iremos —dijo él—. Juntos.
Y los hilos entre ambos brillaron con fuerza.
No por amor solamente.
No por destino.
Sino porque por primera vez, estaban caminando como uno solo.
La decisión de Lumi había marcado un antes y un después: había mirado a Auric a los ojos, había sentido el eco de sus hilos antiguos… y aun así había elegido quedarse con Elián.
Los hilos entre Lumi y Auric, antes brillantes como auroras vivas, comenzaron a volverse casi invisibles, como si se volvieran transparentes, no cortados… solo dormidos.
Auric sintió ese desvanecimiento en el corazón y retrocedió unos pasos, con un susurro quebrado en la voz:
—Si ese es tu deseo… no lucharé contra él.
Se giró para marcharse.
Y fue justo entonces cuando algo despertó dentro de Lumi.
Un pulso.
Un latido doble.
Como si dos ritmos se cruzaran y chocaran dentro de su pecho.
Una luz nueva.
Un poder que no pertenecía ni al jardín, ni a los ecos, ni al mundo de los vivos.
Elián dio un paso hacia Lumi, preocupado.
—¿Lumi…? ¿Qué ocurre?
Lumi llevó una mano a su pecho. La piel empezó a emitir un resplandor suave, nacarado, casi líquido. Pero no era solo luz: eran filamentos, como hilos etéreos que nunca antes había visto.
Hilos nacidos de él mismo.
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Editado: 18.11.2025