••••••••••• Capítulo 34 •••••••••••
El Jardín vibró como si un corazón gigantesco hubiera despertado.
Lumi cayó de rodillas, no por dolor… sino por exceso: demasiada luz, demasiada nostalgia, demasiados hilos resonando al mismo tiempo dentro de el.
Los hilos de Auric y Elián —dos melodías incompatibles— se enredaron en su pecho como si buscaran reclamar un mismo origen.
La Sobrecarga los convocó, los arrastró, los unió… para luego enfrentarlos.
Auric dio un paso adelante, sus ojos ardiendo en oro quebrado.
—¿Qué estás haciendo, Lumi…? Mi eco vibra dentro de ti, pero ahora… no me responde.
Elián apareció entre sombras pulsantes, su forma temblando.
—Porque ya no te pertenece —rugió—. Ninguno de nuestros hilos lo hace. El… los tomó.
Lumi trató de hablar, pero su voz se fracturó en cientos de emociones simultáneas: miedo, deseo, pérdida, amor, rabia, ternura. Cada una se proyectó como destellos que chocaban entre sí.
Y entonces ocurrió.
El espacio se partió en dos, luego en tres, en diez.
Auric y Elián fueron lanzados a un círculo de resonancias donde solo existía una ley:
lo que Lumi siente, se materializa.
Auric atacó primero, movido por un impulso que no era suyo. Una lanza de luz pura surgió de su columna.
Elián la desvió con un muro de sombras vivas, tan rápido que parecía anticiparlo.
Pero no había estrategia.
No había voluntad propia.
Lumi los estaba sintiendo… y cada emoción generaba un nuevo choque.
Cuando Lumi sintió miedo, ambos retrocedieron.
Cuando sintió ira, ambos atacaron sin dudar.
Cuando sintió ternura, sus movimientos se volvieron casi suaves… como si pelearan a cámara lenta.
Cuando sintió culpa, sus cuerpos se fragmentaron en ecos temporales que chocaban entre sí sin saber quién era el original.
Era un combate hermoso.
Y trágico.
Y perfecto en su caos.
Porque ninguno podía ganar.
Los dos hilos pertenecían a Lumi.
Sus emociones los alimentaban.
Sus dudas los debilitaban.
Su amor los volvía invencibles… pero por igual.
Una paradoja viviente: dos fuerzas opuestas que no podían vencerse porque eran, en el fondo, el mismo pulso dentro de un solo corazón.
Lumi gritó, su voz quebrando el Jardín.
—¡Deténganse!
Pero ellos no podían.
No mientras siguiera sintiendo tanto.
El poder de la Sobrecarga Emocional crecía.
Y la pregunta inevitable se formó en el aire:
¿Puede un solo corazón sostener dos destinos sin romperse?
El choque se detuvo no por fuerza… sino por un suspiro.
Lumi cayó hacia adelante, agotado, y el Jardín mismo pareció inclinarse para sostenerlo. Los hilos de Auric y Elián se desenredaron lentamente de su pecho, sin romperse, como dos manos que no querían soltarlo.
Auric fue el primero en acercarse.
No brillaba.
No imponía.
Solo se arrodilló a su lado, temblando.
—Lumi… yo no quiero lastimarlo —dijo con la voz rota—. Y menos a ti.
Elián llegó después, su sombra más suave que nunca, casi azulada por la culpa.
—Tampoco yo. Solo… te sentí alejarte y me dio miedo.
Lumi levantó la mirada. No había luz en sus ojos. No había sombra.
Solo humanidad.
—No puedo elegir… aún —susurró—. No es que no quiera. Es que lo que siento por ustedes es distinto, y es real en ambas direcciones… Y mi corazón no sabe dividirse sin doler.
Auric bajó la cabeza, como si esas palabras fueran un golpe y un alivio a la vez.
Elián cerró los ojos, respirando un “al fin” silencioso.
Entonces Lumi extendió sus manos.
Auric tomó una.
Elián, la otra.
La Sobrecarga Emocional se calmó de inmediato, como si los tres compartieran un mismo ritmo.
—Quiero intentar algo —dijo Lumi, con la voz temblorosa pero firme—. Si están dispuestos.
Los dos la miraron.
—Pasar días contigo, Auric… conectando, sintiendo tu luz, aprendiendo de tu forma de sanar.
Y otros días contigo, Elián… con tus sombras que no asustan, con tu forma de mostrar lo que nadie quiere ver pero todos necesitan.
Auric tragó saliva.
—¿Hasta que tu corazón lo sepa?
—Hasta que yo sepa —corrigió Lumi—. Y no… no quiero que esto sea una guerra. Quiero que sea un viaje. Con los dos. Sin promesas rotas ni máscaras.
Elián entreabrió los labios, sorprendido.
—¿Eso es lo que decides?
Lumi negó suavemente.
—No es una decisión. Es un camino.
Quiero conocerles desde la calma. No desde la sobrecarga. Quiero ver quién soy con cada uno… y quién soy conmigo mismo.
Hubo un silencio largo.
No frío.
No incómodo.
Sino profundo.
Finalmente, Auric apretó su mano con una delicadeza que jamás había mostrado.
—Entonces… prometo esto.
Protegeré tus emociones, Lumi. No las empujaré, no las exigiré. Las acompañaré hasta donde tú quieras llevarlas.
Elián hizo lo mismo, su sombra envolviendo su promesa como un velo suave.
—Y yo prometo no manipular tus silencios, ni tus dudas.
Seré tu refugio, no tu sombra.
Lumi exhaló como si soltara un peso enorme.
Los tres se unieron en un abrazo extraño, imperfecto, hermoso.
Luz, sombra y humanidad entrelazadas sin lastimarse.
Una triada.
No de posesión.
No de lucha.
Sino de respeto.
Y por primera vez, Lumi sintió algo que la sobrecarga nunca pudo darle: Paz.
El amanecer en el Jardín no llegó como un destello… sino como un susurro.
Las hojas de los árboles de memoria se encendieron con tonos dorados cuando Lumi abrió los ojos.
Auric estaba sentado a su lado.
No irradiaba como siempre.
No vibraba.
No imponía su presencia.
Era solo él: cansado, vulnerable, con un brillo tenue que parecía pedir disculpas incluso antes de hablar.
—No quería despertarte —susurró—. Solo… quería asegurarme de que estabas bien.
#1689 en Fantasía
#199 en Ciencia ficción
fantasia amor magia mundos paralelos, amor romance misterio suspenso, fantasía ciencia ficcion suspenso
Editado: 18.11.2025