••••••••••• Capítulo 36 •••••••••••
La mañana avanzaba lenta y luminosa.
Lumi y Elián habían terminado de reír por el desastre capilar, y ahora el cuarto se sentía tibio, casi sagrado; la luz dorada entraba por la ventana y dibujaba sombras suaves sobre las sábanas arrugadas.
El aire olía a madera cálida, a la fragancia ligera del jabón de Elián y al resto de sueños que aún flotaban en la habitación.
Lumi estaba acomodando su cabello—tarea imposible, pero lo intentaba—mientras Elián preparaba algo en la cocina. Se escuchaban ruidos suaves de platos, cucharas, y el murmullo leve de una melodía que él tarareaba sin darse cuenta.
Fue entonces cuando el mundo cambió de ritmo.
Un temblor… casi imperceptible.
Una vibración leve, como si el espacio entre las paredes respirara distinto.
Lumi levantó el rostro.
La luz pareció diluirse apenas.
Un soplo frío rozó sus brazos desnudos, erizándole la piel.
—¿Elián…? —llamó, pero su voz sonó más pequeña de lo que esperaba.
Elian asomó desde la cocina, aun con un cucharón en la mano.
—¿Pasa algo? —preguntó, aunque ya lo estaba sintiendo también.
El silencio se volvió denso.
Se escuchó un crack, no de un objeto, sino del aire mismo partiéndose.
La casa, siempre tan cálida, se oscureció en un parpadeo.
Y allí, parado en el umbral que daba al corredor principal, apareció una figura.
No tocó la puerta.
No caminó.
Simplemente… se manifestó.
Una silueta alta, envuelta en un resplandor pálido.
Su presencia deformaba la luz alrededor, como si no perteneciera del todo al mismo plano.
Su rostro estaba cubierto por un velo de niebla brillante.
Al moverse, la temperatura de la habitación bajó un par de grados.
Lumi sintió que su corazón se tensaba.
No era miedo.
Era… reconocimiento.
Como cuando un sueño olvidado te mira a los ojos.
—Lumi… —susurró Elián con un tinte de alerta, dando un paso hacia él, casi protector.
La figura avanzó un paso.
Con ese solo movimiento, las sombras se estiraron hacia atrás y un aroma extraño llenó el aire: un perfume de lluvia eléctrica y pétalos quemados.
—No teman —dijo la figura, con una voz que no era una voz. Era como escuchar varios tonos superpuestos—. He venido porque los hilos han cambiado.
Lumi tragó saliva.
Elian entrecerró los ojos, tensando la mandíbula.
—¿Quién eres? —preguntó, y su tono era suave pero peligroso.
La figura inclinó el rostro velado.
—He tenido muchos nombres —respondió—. Pero solo uno importa ahora.
Levantó una mano.
De la palma salieron pequeñas chispas plateadas, que se elevaron como estrellas en miniatura, girando alrededor de Lumi.
Lumi sintió algo dentro de su pecho vibrar.
—Soy aquel que custodia lo que ustedes apenas empiezan a tocar —continuó—. Los caminos se están rompiendo, y uno de ustedes carga un poder que aún no comprende.
Elián dio un paso rápido, situándose ligeramente delante de Lumi.
—No lo toques.
La figura detuvo su movimiento y… sonrió.
No se vio la sonrisa, pero se sintió.
Un calor inquietante en el aire.
—No vine a dañarlo —dijo lentamente—. Pero alguien ha alterado su destino… y no debería estar donde está.
Lumi abrió los labios.
—¿Quién? —preguntó, sintiendo que ya sabía la respuesta.
La figura se volvió hacia él.
Su luz tembló con un tono casi triste.
—Auric.
El nombre cayó como un relámpago silencioso.
Elián se tensó.
Lumi se llevó una mano al pecho, donde sus hilos interiores siempre latían.
La figura continuó:
—Los hilos entre ustedes tres están reescribiendo el flujo del Jardín. Y si continúan así… uno de ustedes desaparecerá.
Lumi sintió que el piso se movía.
Elián dio un paso más adelante, desafiante.
—Dile a Auric —gruñó Elián— que deje de buscarlo. Lumi eligió quedarse aquí. Conmigo.
La figura lo observó.
—No es cuestión de elección —dijo, con voz suave pero grave—. Es cuestión de equilibrio. Y ese equilibrio se está quebrando.
Elián abrió la boca para responder, pero Lumi tocó su brazo.
—Déjame —susurró Lumi.
Elián bajó la mirada, aún tenso, pero dio un paso atrás solo porque Lumi se lo pidió.
Lumi respiró hondo y habló:
—¿Por qué viniste ahora?
La figura extendió una mano hacia él, sin tocarlo.
—Porque tú despertaste. Porque escuché el eco de tu poder… y porque, si no intervengo, no será solo Auric quien caiga en la oscuridad.
Un silencio profundo cubrió la casa.
La figura dio un último paso atrás.
Su cuerpo empezó a desvanecerse, desarmándose en polvo de luz.
—Lumi… —dijo antes de desaparecer— recuerda tus raíces antes de elegir tus alas.
Y con un estallido silencioso, se fue.
La casa volvió a la normalidad.
El calor regresó.
La luz también.
Pero Lumi se había quedado temblando.
Elián lo abrazó por detrás, fuerte, casi desesperado.
—No dejaré que nada te pase —murmuró contra su cuello.
Lumi cerró los ojos, sintiendo el eco de la visita aún vibrando en su interior.
Algo había cambiado.
Algo profundo.
Algo que no podrían ignorar.
La casa volvió a llenarse de luz, pero el aire quedó pesado, como si la visita hubiera dejado un espectro invisible flotando en las paredes.
Lumi estaba rígido.
Sus manos temblaban ligeramente, y el punto exacto donde la figura lo había mirado parecía arder con un frío interno.
Elián lo rodeó por atrás, abrazándolo fuerte, hundiendo el rostro en su hombro.
—Lumi… mírame —susurró.
Lumi lo hizo.
Sus ojos estaban húmedos, confundidos, casi asustados.
—¿Qué significa eso… de que uno de nosotros va a desaparecer? —preguntó, con la voz rota.
Elián exhaló despacio, intentando sonar tranquilo, aunque su corazón latía demasiado rápido.
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Editado: 18.11.2025