Auric: Alas Oscuras, Corazón De Neón

Pueblo flotante

••••••••••• Capítulo 40 •••••••••••

El sol apenas rozaba las cortinas cuando Auric abrió un ojo, luego el otro, y vio a Elián mirándolo con la misma expresión traviesa. Los dos habían despertado antes que Lumi, que seguía profundamente dormido entre ellos, respiración suave, cabello revuelto como si aún conservara rastros del baño y del cariño de anoche.

Auric hizo un gesto silencioso con la ceja.
Elián sonrió de lado.
Los dos estaban pensando lo mismo.

—Creo que merece algo especial hoy —susurró Elián, acomodándose sin despertar a Lumi.

—Después de… todo lo de ayer —dijo Auric con una sonrisa cómplice—. Sí, se lo ganó.

Elián bajó la voz aún más.

—¿Y si lo llevamos al pueblo mágico?
El que está suspendido en la zona de gravedad lunar… donde flotas si respiras demasiado profundo.

Auric parpadeó lentamente, como si la idea lo iluminara desde adentro.

—El mismo que tiene los zulíferos —esos animales que parecen una mezcla de zorro y luciérnaga, cuyas colas brillan cuando alguien está enamorado.

Elián asintió con un gesto triunfante.

—Exacto. Y los aurelingos, los que cantan imitando los pensamientos de quien los escucha. Lumi se derretiría.

Auric miró a Lumi dormir, con el rostro relajado y una mano descansando sobre su pecho, como un pequeño rastro de vulnerabilidad feliz.

—Sí… —susurró Auric—. Se merece un día sin miedo, sin visiones, sin distorsionadores… solo magia bonita.

Elián sonrió suavemente.

—Y con nosotros cuidándolo.

Auric le dio un golpe suave en el hombro.

—No te pongas cursi.

—¿Yo? Tú estabas a punto de recitarle un poema —replicó Elián en voz baja.

Auric lo empujó un poco más.

—¡Mentira!

Pero ambos se callaron de golpe al ver a Lumi moverse entre ellos, murmurando algo mientras se acurrucaba más al calor.

Los dos lo miraron con esa mezcla de ternura que solo tenían para él.

Elián acercó su boca al oído de Auric.

—Entonces… ¿plan sellado?

Auric respondió igual de bajo.

—Plan sellado.

Elián extendió la mano.
Auric la estrechó.

Una alianza silenciosa.
Un regalo que ninguno de los dos podía esperar para ver reflejado en el rostro de Lumi.

—Cuando despierte —dijo Elián—, le decimos que lo llevaremos a un lugar… donde sus pies podrán flotar.

—Y su corazón también —agregó Auric, más poético de lo que admitiría.

Los dos se quedaron contemplando a Lumi un momento más, como guardias suaves en una mañana tranquila, mientras el día nacía… y el plan para hacer brillar a su amado se solidificaba entre ellos.

Lumi despertó con un suspiro pequeño, ese que siempre hacía cuando el sueño se aferraba aún a su cuerpo. Parpadeó un par de veces y lo primero que vio fueron dos pares de ojos mirándolo… demasiado cerca… demasiado atentos… y con sonrisas sospechosamente idénticas.

—¿Qué…? —murmuró Lumi, todavía con voz somnolienta—. ¿Por qué me ven así?

Auric, muy serio:

—Estamos verificando si sigues vivo.

Elián añadió igual de solemne:

—Porque después de anoche, honestamente… teníamos nuestras dudas.

Lumi se puso rojo instantáneamente, hundiendo la cara en la almohada.

—¡No empiecen! —protestó en un tono que sonaba más a risa que a enojo.

Pero Auric se inclinó un poco más y le despeinó el cabello —más de lo que ya estaba, cosa casi imposible—.

—Mira nada más… parece que un torbellino te pasó por encima.

Elián, no queriendo quedarse atrás, tiró suavemente de un mechón rebelde.

—O dos torbellinos —corregió.

Lumi soltó un quejido ahogado.

—¿Por qué son así…?

Auric lo abrazó por la cintura, jalándolo un poco hacia sí.

—Porque te ves adorable cuando te avergüenzas.

Elián hizo lo mismo desde el otro lado.

—Y porque despertar contigo es… —lo vio a los ojos— lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo.

Lumi los miró a ambos, aún con la cara encendida, pero esa calidez en su pecho creció inevitablemente.

—Yo… ustedes… —balbuceó—. No sé cómo sobrevivo a esto.

Elián respondió:

—Con cariño, paciencia… y hoy, con un regalo.

Lumi parpadeó.

—¿Regalo?

Auric y Elián intercambiaron esa mirada de “ya es hora”.

—Sí —dijo Auric—. Pero te lo diremos cuando desayunes.

Elián lo picó suavemente en la mejilla.

—Y puedas caminar.

Lumi abrió la boca, horrorizado.

—¡Cállate!

Los tres rieron, y al final, Lumi se dejó abrazar, enredado entre ellos, como si ese pequeño caos matutino fuera el verdadero hogar.

—Vamos —dijo Auric levantándose—. Tenemos un día especial por delante.

—Muy especial —repitió Elián.

Lumi los miró, sospechando algo, sintiendo esa mezcla de curiosidad y nerviosismo dulce.

—Está bien… pero primero café —concedió, todavía rojo.

Auric lo levantó de la cintura como si fuera lo más natural.

—Eso viene incluido en el paquete.

Y él, envuelto entre ambos, sintió que ese día estaba hecho de magia… antes incluso de saber a dónde lo llevarían.

Lumi insistió en levantarse por su cuenta.

—Hoy yo preparo el desayuno —declaró, señalándolos con una cucharita imaginaria—. Ustedes dos, lejos de la cocina.

Auric levantó una ceja.

—¿Lejos… cuánto es lejos?

Elián cruzó los brazos.

—Porque técnicamente todo esto es una habitación grande.

Lumi los empujó hacia atrás, riendo.

—Pues inventen distancia. Pero fuera. Siéntense ahí y no entren hasta que yo diga.

Auric se dejó empujar, divertido.

—Está bien, general.

Elián murmuró con tono dramático:

—Me gusta este lado mandón tuyo… aunque me asusta un poco.

Lumi rodó los ojos y caminó a la pequeña cocina. Había algo diferente en él: un aire suave, decidido. Después de tantas tensiones, emociones y miedo, preparar un desayuno se sentía… humano. Normal. Y eso lo reconfortaba.




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