••••••••••• Capítulo 41 •••••••••••
Los primeros rayos del sol se filtraron a través de las cortinas blancas, extendiéndose como dedos tibios que acariciaban la habitación flotante. La luz se movía lenta, danzando con partículas doradas que parecían suspendidas en el aire, como si el alba misma estuviera conteniendo la respiración.
Lumi fue el primero en abrir los ojos.
Su cuerpo aún se sentía ligero, como si la noche anterior lo hubiera dejado flotando desde dentro. Con cuidado —para no despertar a quienes dormían profundamente a cada lado suyo— se deslizó fuera de la cama. Su cabello, todavía un desastre dulce, le cayó sobre el rostro mientras caminaba en silencio hacia la otra habitación.
Allí estaba el piano de cristal.
Blanco. Luminoso.
Su superficie reflejaba el amanecer como si fuese un lago detenido en el tiempo.
Lumi se sentó, respiró hondo… y dejó caer los dedos sobre las teclas.
La primera nota salió pura.
La segunda, suave.
Y pronto la habitación se llenó de una melodía nueva: cálida, nostálgica, dulce, como una caricia que recordaba y al mismo tiempo prometía.
Era una melodía que no había nacido del dolor, ni de dudas.
Era luz.
Era cariño.
Era la mezcla perfecta de dos corazones dorados acompañándolo desde lejos.
Después de un rato, se escucharon pasos.
Lumi siguió tocando sin voltear.
Auric apareció primero, con el cabello revuelto y los ojos aún entrecerrados.
Elian venía detrás, estirándose como un felino adormilado.
Ambos avanzaron a tientas, como si todavía no estuvieran del todo despiertos… y cuando entraron a la habitación, Lumi soltó una risita suave.
—¿Q-qué pasa? —preguntó Auric, rascándose la cabeza.
—Lumi… ¿por qué te ríes así…? —añadió Elian, bostezando.
Lumi dejó de tocar por un momento y se giró hacia ellos, sonriendo con dulzura… pero también con diversión evidente.
—No sé si se dieron cuenta… pero… —señaló a ambos con un gesto juguetón— ustedes dos están prácticamente en trapos menores.
Auric parpadeó.
Elian lo miró luego a él.
Luego a Lumi.
Luego a sí mismo.
Y los dos se quedaron congelados como estatuas vivientes.
—¿Eh? ¿Qué—? —Auric se cubrió el torso con las manos, como si eso ayudara.
—¡No me avisaste! —Elian le dijo a Auric, indignado en broma.
—¿Y yo cómo iba a saberlo? ¡Saliste detrás de mí! —respondió Auric.
Lumi no podía dejar de reír, suave pero encantado.
—Se ven… muy tiernos así —dijo, aún en su tono melodioso—. Como si fueran dos ángeles extraviados que acaban de caerse de una nube.
Elian se acercó, con una sonrisa ladeada.
—Bueno… si te hace sonreír así, no me quejo.
Auric soltó un suspiro dramático.
—Esto es una conspiración. Primero nos quedamos dormidos abrazándote como dos tontos… y ahora esto.
Lumi volvió a tocar unas notas, dulces, delicadas.
—No son tontos… —susurró, bajando la mirada—. Son… mis mañanas bonitas.
Elian se acercó detrás de Lumi y apoyó suavemente su barbilla en su hombro.
Auric se puso al otro lado, rodeándolo con un brazo mientras aún intentaba ocultar su estado “menos vestido”.
—¿Eso estás componiendo? —preguntó Auric.
Lumi asintió suavemente.
—Una melodía para ustedes dos… porque me hacen sentir así. Como este sonido.
La luz del amanecer los envolvió a los tres, como un abrazo silencioso.
Y en ese instante, con risas, sonrojos y esa torpe intimidad de recién despertados, parecían una familia recién nacida en un mundo hecho solo para ellos.
Auric seguía intentando cubrirse torpemente con una manta que había tomado del respaldo de un sillón, mientras Elian simplemente aceptó su destino, con las manos en la cintura y una sonrisa que era pura provocación.
—Auric… —dijo Elian, entrecerrando los ojos—. ¿De verdad crees que esa manta te está tapando algo?
—¡Más que tú, seguramente! —replicó Auric, enrojeciendo.
Lumi, aún tocando un acorde suave, dejó escapar una risita imposible de contener.
Elian se inclinó sobre Auric con un gesto dramático y burlón.
—Hermano dorado… hemos dormido juntos, hemos visto cosas peores que esto, créeme.
Auric abrió los ojos como si hubiera sido apuñalado por la verdad.
—¡No lo digas así delante de Lumi!
—¿Qué? —preguntó Lumi, parando la melodía—. ¿Qué cosas peores?
Elian sonrió con malicia pura.
—Me refiero a tus calcetines de colores, Auric. Esos sí son un crimen cósmico.
Lumi soltó una carcajada clara, musical.
Auric parpadeó, confundido, luego se cruzó de brazos.
—No me refería a eso y tú lo sabes…
Elian lo miró de arriba abajo, dando un silbido exagerado.
—Aunque… para ser sincero, estás tan pálido y despeinado que sí pareces recién escapado de un sueño prohibido.
—¡ELIAN! —Auric casi se cayó para atrás de la vergüenza—. ¡No digas esas cosas!
—Oh, vamos —Elian le dio un amistoso codazo—. Si Lumi ya nos ha visto peor… ¿o me vas a decir que no recuerdas cómo estabas anoche?
Auric tapó su rostro con ambas manos mientras Lumi reía todavía más.
—No… puedo… con ustedes dos —dijo Lumi, intentando volver al piano pero temblando de la risa.
Elian siguió con su espectáculo:
—Además —comentó—, de los dos, tú eres el que parece recién salido de una novela dramática. ¡Mírate! El cabello hecho un desastre, esa cara de “no sé qué pasó”… y—
Auric lo interrumpió, levantando un dedo.
—Antes de que sigas, déjame recordarte que tú tienes el pelo hecho un nido de cuervo.
Elian se tocó el cabello… y se quedó congelado.
—¿Qué…?
Lumi, muerto de la risa, asintió.
—Tienes… tienes un mechón que parece intentar escapar hacia otra dimensión…
Auric añadió entre carcajadas:
—Pensé que era un ave mágica del pueblo.
Elian soltó un ruido mezcla de indignación y humor.
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Editado: 19.11.2025