••••••••••• Capítulo 44 •••••••••••
La quietud de la madrugada se deshacía lentamente dentro de la cabaña. La respiración de los tres era un ritmo suave: Lumi profundamente dormido entre Auric y Elián, quienes, aunque cansados, aún permanecían atentos a cualquier cambio… al menos, eso creían.
Un sonido agudo y quebrado atravesó la calma:
el llanto de Aurelian.
Un llanto pequeño, pero lleno de una luz vibrante que parecía pulsar con cada sollozo.
Auric abrió los ojos de inmediato, incorporándose con rapidez. Elián hizo lo mismo, casi al mismo tiempo, como si estuvieran sincronizados para reaccionar ante su hijo.
—¿Oíste eso? —murmuró Auric ya dando un salto fuera de la cama.
—¿Cómo no escucharlo? —respondió Elián, moviéndose con tal velocidad que casi tropezó con la manta.
Lumi, en cambio, apenas abrió un ojo, exhausto, con la respiración lenta y pesada. El cansancio lo tenía atrapado en la cama como si fuera parte de ella.
—Vayan… —susurró con voz adormilada, hundiéndose un poco más en la almohada—. Yo… no… puedo… levantarme aún…
Auric y Elián lo miraron un instante, enternecidos por su estado derrotado.
—Pobrecito —murmuró Auric con una sonrisa suave—. Lo dejamos KO.
—Totalmente —añadió Elián, riendo por lo bajo—. Vamos, antes de que ilumine toda la cabaña.
Ambos salieron casi corriendo a la habitación contigua.
El angelito estaba incorporado en su cuna, las alas temblando suavemente, sus ojitos brillando con lágrimas de luz. Cuando vio a Auric y Elián, el llanto se volvió más urgente, como si implorara ser sostenido.
Auric lo cargó con delicadeza.
—Ey, ey, pequeño —susurró apoyándolo en su brazo—. Ya estamos aquí.
Elian pasó su mano por la cabecita del bebé, iluminada en tonos dorados y negros.
—¿Qué pasó, hm? ¿Tu primera madrugada caótica? Bienvenido al mundo real.
Aurelian dejó escapar un pequeño chillido, que parecía mitad protesta y mitad demanda de atención absoluta.
—Tiene hambre —diagnosticó Elián con rapidez—. O quiere cariño. O ambas.
—Es hijo de Lumi —respondió Auric con media sonrisa—. Obvio quiere cariño, ya sabes cómo es si no le prestas atención.
El bebé estiró las manitas hacia ellos dos, calmándose poco a poco mientras ambos lo sostenían y lo acariciaban, compartiendo la responsabilidad sin siquiera pensarlo.
Mientras tanto... Lumi escuchaba el llanto ya más lejano, entre sueños, pero no tenía fuerzas ni para girarse.
—Estoy… demasiado cansado… —murmuró en voz baja, hundiendo el rostro en la almohada.
Sonrió un poquito, orgulloso y derrotado a la vez.
—Son un buen equipo… mis dos… tontos hermosos…
Y volvió a quedarse medio dormido mientras Auric y Elián resolvían la situación como padres primerizos pero sorprendentemente eficientes.
Auric y Elián se quedaron frente a Aurelian, cada uno sosteniendo un frasquito distinto, como si estuvieran intentando descifrar un código ancestral.
—Ok… primera prueba —dijo Elián, abriendo un pequeño tarro con una pasta dorada que brillaba como miel estelar—. Esto huele bien.
Auric lo miró con una ceja levantada.
—Eso es demasiado dulce. Va a terminar hiperactivo.
—Es un bebé angel, Auric. ¿Qué tan hiperactivo puede ser?
Aurelian respondió tomando la cuchara… para luego aventarla directo al suelo, donde rebotó haciendo un “ting”.
Los dos se quedaron congelados.
—…se parece a Lumi —murmuró Auric, llevándose la mano a la frente.
—Totalmente —añadió Elián con un suspiro teatral—. Misma actitud (“no me des eso, humano”).
Decidieron intentar con algo más.
—Prueba número dos —anunció Auric, preparando una mezcla verdosa que burbujeaba suavemente—. Esto tiene nutrientes, equilibrio energético, luz elemental estabilizada—
El bebé lo olfateó. Lo miró. Parpadeó.
Y le lanzó la cucharita a Auric en la frente.
—¡¡Oye!! —protestó Auric, llevando la mano al sitio del impacto.
Elián estalló de risa.
—Claramente tu receta no fue aprobada por su majestad.
—Es igual… igualito a Lumi —dijo Auric, negando con la cabeza pero con una sonrisa inevitable.
Elián chasqueó los dedos.
—Creo que ya sé… Aurelian, ¿te gustaría algo más… puro?
Del estante tomó un pequeño frasco cristalino que parecía contener luz líquida, brillante, con destellos cambiantes entre dorados, plateados y azul profundo. Al abrirlo, una nota suave casi musical llenó la habitación.
El bebé abrió los ojos, curioso.
Auric levantó la ceja.
—¿Luz líquida con sabor?
—Sabor mágico —confirmó Elián, orgulloso—. A veces dulce, a veces cálido, a veces como cuando amas a alguien. Se adapta a quien la toma.
Auric suspiró.
—Si esto no funciona, nada lo hará.
Elián humedeció la punta del dedo y se la ofreció a Aurelian.
El bebé probó la gota.
Sus alas se abrieron suavemente.
Sus ojitos se iluminaron.
Un pequeño suspiro de felicidad escapó de él.
Fue la reacción más clara del mundo.
—Ahí está —murmuró Auric, maravillado—. Eso le gusta.
Elián sonrió triunfante.
—Te dije. Tiene buen gusto.
El bebé se acurrucó contra ambos, finalmente tranquilo mientras bebía la luz líquida desde una pequeña cucharita de cristal.
Auric lo miró con ternura.
—De verdad tiene el carácter de Lumi.
Elián rió bajito.
—Se parece a mí y a ti… pero la actitud… eso es cien por ciento Lumi.
Desde la habitación contigua, una voz cansada pero muy clara se escuchó:
—¡Los escuché!
Los dos se quedaron congelados.
Luego, como un reflejo compartido, empezaron a reírse.
Auric: —Ay no, nos oyó.
Elian: —Corre, dile que era un elogio.
Auric: —¿Era un elogio?
Elian: —Claro… más o menos.
El bebé, contagiado por la risa de ambos, dejó escapar un pequeño chillido alegre, extendiendo sus manitas como si también quisiera participar en la broma.
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Editado: 19.11.2025