La abuela de Aurora murió mientras dormía. Infarto fulminante. No hubo oportunidad de nada. No hubo despedidas.
Gran parte de su herencia se fue a la iglesia, pero una pequeña porción también fue para Aurora.
Dieciocho años. No había familia. No habían amigos. Solo ese interminable sentimiento de no pertenecer, de esfumarse con facilidad de la vida de cualquiera.
Aurora comenzó a escribir poemas el día que supo lo inevitable. Estaba por su cuenta.
He perdido la noción de la gravedad.
He sentido y admirado los horrores de este mundo.
He dado vueltas interminables a este mundo en sueños
Y veo cómo se mueven las personas,
cómo se mueven los árboles, las flores.
Quisiera ser hija de lo que pronto termina, porque este dolor se siente hasta los huesos.
Quisiera irme y volar lejos, pero este vértigo me impide salir.