Mientras Aurora se adentraba aún más en el frío abismo del espacio, la tensión entre los supervivientes estaba a punto de alcanzar su punto máximo.
La votación terminó y, con cuatro votos en contra, el empresario Thompson fue elegido. Los otros votos fueron uno para Chen de parte de Thompson, y otro para el capitán Hughes de palabras de la Dra. Park.
— ¡No pueden hacerme esto!
Thompson no daba crédito a lo que oía, en su mente no cabía la posibilidad de ser el primero en someterse a la penitencia que él mismo impuso. Para el resto estaba muy claro que su desesperación por elegir un culpable rápidamente lo condenó. Enojado, se resistió amenazando con su arma, pero el teniente Rivera, que hasta ahora permanecía tranquilo, aprovechó un descuido y redujo al hombre. Seguidamente lo arrojó al sistema de desecho de basura pese a sus súplicas. Ahora el cuerpo de Thompson flotaba a la deriva en la inmensidad del espacio.
Con la expulsión, la tranquilidad regresó a nuestros cuerpos. Sin embargo, la expresión de culpabilidad y terror en los ojos de Chen revelaban que la pesadilla aún no había terminado.
— ¿Qué hemos hecho?
— ¿Qué pasa Chen? —preguntó Hughes.
— Su cuerpo … su cuerpo debería haber retomado su forma original al morir.
— ¿Me estás diciendo que Thompson era …?
— Sí. Él era inocente.
Esta nueva revelación acrecentó la desconfianza en el grupo y puso en tela de juicio la veracidad de los presentes.
— ¡Carajo! —exclamó Hughes— Chen tienes que contar todo lo que sabes ahora mismo.
— Hay algo más que deben saber sobre esta criatura, y es que nunca hubo invasión.
Las preguntas no se hicieron esperar, pero Chen no respondió ninguna y pidió silencio.
— El asesino abordó la nave junto con nosotros. Desde el inicio hemos estado transportando a la criatura. Thompson aceptó esto por dinero de las mismas personas que me contrataron para estudiarla. Él no quería que algo así se divulgara, por eso pocos sabíamos sobre esto.
Mientras analizaba la información que había recibido, sin querer desvié la mirada hacia la doctora Park y noté unas rasgaduras. Supongo que no oculté muy bien mi expresión de sorpresa, porque inmediatamente el teniente Rivera tenía su atención puesta en ella también. Sin embargo, mantuvo prudencia y disimuladamente realizó unas preguntas.
— Y tú muchacha. ¿Cómo terminaste cubierta de sangre si dijiste que dormías cuando el monstruo atacó y no tuviste contacto alguno con la tragedia? —me preguntó.
— ¿Yo? —respondí sorprendida. No tenía muy clara su intención— Yo me encontré con varios cadáveres en mi camino hasta aquí —en ese momento, aquel recuerdo de horror intentó paralizar mi cuerpo, pero lo suprimí—. Tropecé con uno de ellos y en mi caída terminé cubierta de … sangre.
— Entiendo —respondió Rivera—. ¿Y que hay de usted doctora?
— Yo comenté que un hombre herido llegó a mí. Fue él quien manchó mi bata —respondió tajantemente Park.
— Ya veo. ¿También los rasguños? Porque lucen más como rezagos de un ataque animal.
— Lo sé, pero fue el mismo hombre el culpable. En su desesperación me atacó —dijo Park—. No soy muy fuerte como usted teniente, si una criatura salvaje me hubiera atacado no estaría aquí escuchándolo a usted.
Su declaración no pareció convencer del todo a Rivera, pero el curioso temblor de sus manos lo convirtió ahora en el sujeto de interrogatorio.
— teniente Rivera —inició Park—, usted dijo que estaba como seguridad, y dijo que estaba rastreando a la criatura, no enfrentándola. ¿Por qué? Y cómo es que, de todos los que estuvieron conscientes del ataque, usted es el único que no se encontró con el monstruo. ¿Cómo es posible eso?
Rivera guardó silencio, pero las acusaciones despertaron más preguntas del resto, así que cedió a la presión y confesó la verdad.
— Yo sí encontré a la criatura, pero … el miedo me incapacitó de luchar. Nunca rastree a la criatura, me mantuve escondido hasta que oí el aviso y creí que esta sería mi única esperanza de sobrevivir. Solo actué como un cobarde.
La confesión de Rivera indignó al grupo, pero fue convincente. No obstante, Rivera continuó su defensa.
— Sin embargo, aunque tal vez no sea la persona más indicada para cuestionar esto, quisiera saber cuáles son tus verdaderas intenciones capitán Hughes.
— ¿A qué te refieres? —respondió rápidamente el capitán.
— Nos reuniste aquí para mantenernos a salvo, pero rápidamente aceptaste la locura de arrojar tripulantes hasta encontrar al culpable. Sé claro en tus intenciones.
Hughes dio un suspiro y luego respondió a la acusación.
— Venganza —dijo sin titubear—. Mediante algunas grabaciones observé como mi ese monstruo acababa con mis amigos cambiando de formas. Ellos eran mis amigos. Por eso decidí reunir a todos aquí para acorralarla y matarla.
— Tú nunca quisiste protegernos, solo querías venganza— reproché.
— Lo hecho, hecho está. Y locura o no, la criatura nos matará a todos cuando se recuperé, así que esta es nuestra única esperanza. Mejor dejemos de perder el tiempo y elijan a quién arrojaremos ahora.