「06 de diciembre del 2015」
Las habitaciones vacías siempre tienen las tonalidades más lúgubres. Dar un paso hacia adelante o retroceder, ¿qué más importa? El resultado nos llevará tarde o temprano hacia el mismo destino: la muerte.
Donde no existe algo fijo, ¿será necesario apostarlo todo por una felicidad momentánea que más adelante traerá arrepentimiento?
La escuela es uno de los peores lugares a los que puedes asistir. Se trata de una prisión con reglas injustas, las cuáles limitan tus acciones, reprimiendo tus pensamientos. Si buscas ser escuchado, uno de los requisitos es ser popular para que entablen diálogo contigo, o peor, debes ser llamativo y falso para que tus compañeros noten tu existencia.
Todo el mundo lo sabe, si quieres escapar de ello debes ir en contra de la corriente. Con tal de no caer en ese error, seré un chico al que no le importe si la gente nota su presencia o no, bastará con conocerme a mí mismo y ser consciente de mis acciones. Alguien digno de admirar para los fantasmas, sin necesitar de ninguna otra persona para ser feliz.
Una alegría contemplativa donde es inevitable sonreír por no pertenecer a un grupo tan desagradable.
Mi nombre es Inoue Tsutomu, tengo 18 años y curso el segundo grado en la preparatoria, todo el mundo me conoce por ser el que se sienta al fondo junto a la ventana para poder admirar el paisaje, algo bastante relajante para todo ser humano. Descansar de esa forma es un obsequio mientras realizo las actividades escolares.
Ser un estudiante es realmente pesado, preferiría permanecer en casa, recostado en mi futón mientras instalo un videojuego que servirá para entretenerme más tarde. O cocinar algo delicioso que terminaré disfrutando y compartiendo con mi hermana. Incluso la idea de trabajar no suena tan mal, cualquier opción resulta agradable, excepto el pasarla rodeado de personas que te hablan por beneficio propio.
Mi mente se mantiene con su ingenio a tope, siento la necesidad de expresar mis ideas aunque al final solamente puedo sentir que es absurdo cuando otros halagan a los primeros de la clase, a quienes ponen en un pedestal ; no hay lugar en el mundo para la equidad. Si quieres llegar lejos y ser "reconocido" deberás pasar también por muchas injusticias, en ese caso, ¿cuál es el punto de manejar tan engorrosas herramientas si se trata de algo efímero?
Es impresionante la forma en la que se les aplaude tanto sus triunfos como sus errores. Pero los fracasos de un chico insignificante siempre son remarcados hasta el cansancio. Si analizo mi situación, yo soy una persona que camina sin rumbo, no tengo un objetivo, me mantengo en un agujero estático y me convierto en una escoria humana que vive de gastar su tiempo en cosas inútiles. Eso me ha resuelto evidente tras ver que se trata del segundo año consecutivo en el que mis compañeros olvidan mi cumpleaños.
Para mí no resulta una fecha tan especial, no obstante, siendo parte de la clase, se espera que por lo menos alguien se acerque a dar una felicitación. Por el contrario, mujeres y hombres se encontraban rodeando al peor de todos los estudiantes: Takayama Kishō. Amistoso, amable, sonriendo cada día y con el puesto de presidente del consejo estudiantil. No era una gran sorpresa, a diario le llevaban presentes.
Tan irritante de ver.
❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀ ♡ ❀
Había llegado la hora de la salida, todos los estudiantes se retiraron a sus respectivos hogares. Yo intenté hacer lo mismo, iría corriendo a casa para descansar y repasar los apuntes que realicé durante la clase, nada mejor que retroalimentarse tras una cómoda siesta, preparándome para ser productivo en la noche.
Por azares del destino eso no fue posible, intenté cruzar la puerta y deshacerme de todo lo relacionado con la esclavitud escolar y los castigos de convivir con el resto de la sociedad, pero ese muchacho irritante estaba adelante mío, prohibiéndome avanzar más.
—¿Me darías permiso? Trato de ir a casa —mencioné con un tono cortante, haciéndole saber que anhelaba retirarme tan pronto como fuese posible.
—Me tomará unos minutos, ¿sí?
¿Por qué? No infringí ninguna regla, ¿a qué se debía la detención? No eso no era lo importante, ¿por qué estaba buscando algo entre sus cosas?
En un abrir y cerrar de ojos, Kishō sacó una pequeña caja, entregándomela con sumo cuidado, sin dejar de sonreír.
—Es para ti. —Continúo hablando con aquella voz sumamente masculina que no terminaba de convencerme; era Kishō, el chico que odiaba, o eso quería creer— Sé que hoy es tu cumpleaños, quise hacerte un pequeño detalle, Tsutomu.
—Te agradezco —respondí con enfado—, pero no quiero recibir lo que te regalaron otras personas.
—¡Estás completamente equivocado! Yo hice ese regalo, incluso te escribí algo en una carta que te dejé.
—¿Y por qué piensas que voy a creerte?
Al parecer no estaba respondiendo de una forma muy agradable, pues su reacción fue quedar perplejo ante mi pregunta, hasta que decidió hablar, mostrando un semblante serio:
—Siempre caminas por los pasillos, mirando al resto con indiferencia y sonriendo de vez en cuando, sin embargo, cuando crees que nadie te está prestando atención, en tu mirada se percibe un ligero cambio cuando estoy cerca. Pensé que me odiabas, así que intenté saber más de ti. Como presidente del consejo estudiantil conseguí la información fácilmente, por ello sé que cumplíamos el mismo día.