「02 de agosto del 2016」
El tiempo transcurrió a una velocidad increíble, permitiendo la llegada de las tan esperada vacaciones de verano. Tras desarrollar mayor confianza en nuestra relación, decidí preguntar a Kishō si deseaba acompañarme a visitar la tumba de sus padres.
Al igual que en las ocasiones pasadas, Yui decidió llevó consigo un ramo de flores muy vistoso. Muchos solían pensar en la extraña elección de mi hermana, puesto que solo seleccionaba claveles de diversos colores, no elegía nada más.
La respuesta es evidente de su parte, Yui siempre se esfuerza por llenar de color el lugar en donde se hallan los cuerpos de nuestros difuntos padres. Es un gesto tan cálido y al mismo tiempo doloroso.
Una vez que acomodamos aquellas flores, al dirigir la mirada hacia Kishō, noté que su expresión afligida. Si lo hubiera conocido antes, tal vez hubiera pensado que era un tipo extraño. Aunque ahora que hemos convivido más, entiendo que su empatía es tal que podría estar reviviendo el mismo dolor que yo pasé tiempo atrás. Por ello pensé en decir algo para calmarlo.
—No tienes que preocuparte, Kishō —fui honesto, deseando que gracias a mis palabras cambiara su estado de ánimo—. Hace tiempo fue muy difícil aceptarlo. Ellos murieron en un accidente, aunque admito que mi mayor miedo era que me separaran de Yui, ya que los dos somos menores, no podía hacerme cargo de ella legalmente.
Kishō levantó la mirada y esbozó una radiante sonrisa, sintiendo interés por lo que acababa de mencionar. En realidad, temía que tuviera algún problema mental, tal vez era bipolar.
—Por suerte, terminaron adoptándolos a ambos, me alegra que así haya sido.
—Todo fue gracias a ese hombre —respondí—. Creo que no te he hablado al respecto...
Tardé unos segundos en organizar mis ideas, esperando ser claro y conciso al contar la historia que nos tiene a Yui y a mí reunidos a pesar de todo.
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「25 de mayo del 2013」
En esa tarde lluviosa, Yui y yo no hacíamos más que quedarnos frente a la tumba de nuestros padres, acompañados de algunos compañeros de trabajo con los que solían reunirse de manera recurrente.
Entre aquellas personas que estaban presentes, ninguno se acercó a nosotros para preguntar cómo nos sentíamos. Mantuvieron la formalidad al dar su pésame con una expresión neutral, demostrando que en realidad se sentían ajenos a la situación. No mostraron reacción alguna cuando mi hermana menor quebró en un desconsolado llanto en el cual no podía acompañarla.
Preferimos quedarnos par de horas más, sin soltar palabra alguna, esperando a que todos se retiraran en silencio. No podíamos aceptarlo, la noche anterior nos encontrábamos en casa, guardando nuestro equipaje para salir por la mañana del sábado y pasarlo en familia, como solíamos realizar frecuentemente.
En nuestro viaje por la carretera, los eventos se dieron con tal rapidez que fuimos incapaces de hacer algo. En realidad, nunca hubiéramos tenido oportunidad alguna de evitar ese cruel destino, pues perdimos la consciencia. Nos enteramos de los hechos al despertar en el hospital, donde recibimos la terrible noticia: nuestros padres no lograron sobrevivir.
¿Cómo se puede lidiar con una pérdida tan inesperada? No comprendía el llanto de las personas durante un funeral hasta que lo viví en carne y hueso. La ausencia de un ser queridos es tan devastadora que resulta complejo de tratar.
En mi interior se formó una mezcla de emociones que se acumulaban con cada segundo. ¿Por qué no podía expulsarlo de una vez por todas? Necesitaba librarme de ello para pensar en lo que sucedería después. Estaba seguro de que tratarían de buscarnos un hogar, y si todo iba como imaginaba, pronto terminaríamos separados. No consideraba posible que una persona pensara en adoptarnos a los dos simultáneamente.
Me hallaba atrapado en mi mente hasta que un hombre de casi dos metros de altura se aproximó hacia nosotros para cubrirnos con una sombrilla. Al inicio no mostré reacción alguna, sin embargo, cuando levanté mi mirada, me quedé perplejo.
Cada detalle de su rostro me hacía creer que se trataba de un ángel que estaba ahí para ayudarnos y sacarnos de ese tormento. Encima, tenía una voz bastante dulce con la que fue difícil no prestarle atención.
—¿Se encuentran bien? —Se trataba de un completo desconocido, y aun así, fue la primera persona que nos formuló aquella pregunta—. Lamento tanto haber preguntado algo así, es evidente que tienen un mal día...
—No del todo señor... ¿Puedo ayudarle en algo?
—En realidad... Vine a dejar unas flores a mi difunta esposa —mencionó—. Al regresar me he encontrado con ustedes. Su aura sombría ya habla demasiado de la situación, no podía quedarme de brazos cruzados, pensé en acercarme a preguntar si...
Necesitaba de su cálida imagen para tranquilizarme. Dejé de sentirme preocupado por un momento gracias al misterioso hombre que me sacó del trance. Su presencia hizo posible que las lágrimas brotaran de una en una sin cesar, dando calma a mi interior.
Mi angustia preocupó al sujeto que estaba a nuestro lado. Tan pronto como presenció mi lento quiebre, sacó un pañuelo y me lo entregó, esperando ayudarme con esa muestra de amabilidad que me conmovió. No lucía molesto por mi interrupción, sino todo lo contrario, sus palabras eran realmente honestas.