Autopsia de un silencio

*3

Su mirada ya estaba sobre ella mucho antes de que ella arremetiera contra él, en ese momento me hubiera gustado interceder pero muy poco ya podía hacer.

 

Mila

Podía escuchar el temblor de mi quijada y la manera violenta en que mis huesos temblaban, todo esto gracias al increíble frío que estaba haciendo. Aún se podía escuchar las últimas gotas que escurría por los tejados, gotas que solo yo parecía escuchar mientras el resto del mundo continuará rápidamente su camino.

Meto mis frías manos en el gran abrigo de lana que traía, lo que realmente amaba del frío era poder usar mis abrigos, era dueña de toda una colección de ellos. Aunque Max creía que eran sosos y muy infantiles yo los amaba. Hoy traía puesto uno color ladrillo con una telaraña bordeada de lado derecho y múltiples arañitas esparcidas por todos lados. A mí me encantaba aunque el resto me miraba de una manera un poco extraña, pero no me importaba hoy era martes y saldría en horario temprano, lo que me ponía de muy buen humor como para aguantar a la masa de gemelos prejuicioso que me miraban.

- Mila - me llama la atención mi mejor amigo, inmediatamente haciéndome mirarlo - por favor me dirías que día es hoy – miro extrañada a Max él no era de los que perdían la noción de los días, esa era yo - martes - respondo desconcertada y lo observo poner una mano en su mentón, el cual comenzaba a ser poblado por una leve barba.

- muy bien - ahora me mira de manera muy seria, como si lo que me fuera soltar ahora era algo sumamente importante - ¿de qué mes?

- Septiembre - mi rostro estaba Tenso al no saber que esperar de mi mejor amigo.

- Eureka- grita eufórico ganándose una mirada de varios estudiantes que transitaban por el pasillo - Entonces ¿por qué carajos llevas eso encima si el día de las brujas no es hasta dentro de un mes?

Mi quijada cayó al subsuelo, era un maldito idiota. A mí no me importaba lo que pensará de echo me encantaba mi abrigo y me negaba a usar otra cosa.

- eres un tonto Maximiliano - lo reto y este ríe con ganas. La risa de Max era tan linda, inmediatamente me contagie de ella.

- Vamos Mila- soy impactada por su hombro- tú y yo sabemos que soy el tonto que más quieres - giro los ojos por que en cierto punto es total y meramente cierto. Él era mi mejor amigo yo lo adoraba.

- odio tu humor - lo pincho - en todo caso que te has puesto tú, hoy pareces un aguacate - digo refiriéndose a su camiseta verde. De hecho no estaba nada mal, él tenía unos pantalones de mezclilla y una camiseta verde, decente para la universidad.

- Qué graciosa Mila - me mira mal y se ríe sin gracia.

Siento como vibra mi celular eh inmediatamente lo tomo para leer su notificación, era un mensaje.

《Mamá》
No olvides venir a casa Este fin de semana, Han ascendido a Arthur.

De repente todo rastro de felicidad de esfumó, no por el hecho de que mi madre me escribiera, no. Si no por el hecho de tener que volver a aquella casa, siento la nostalgia invadir mi organismo. La historia aquí era que Arthur era el esposo de mamá era un buen hombre eh incluso me consideraba una hija pero de cierto modo sentía que me tenía un poco de lástima. Cuando mis padres estaban casados el moría por tener un niño, él estaba tan seguro que era un niño que ni siquiera dejo que la doctora les diera el sexo del bebé y entonces llegó el tan ansiado día; él ni siquiera quiso cargarme cuando me vio, yo nací algo delgada y era diminuta. Mi madre nunca le perdono que no me amara por no nacer niño. Cuando tenía dos ellos se divorciaron y el nunca más volvió a aparecer en mi vida. Desde entonces me daba grima el significado de familia y mi familia actual me recordaba cómo había sido la causante de la infelicidad de mi madre y de su turo esfuerzo por conseguir trabajo, yo sabía que no era culpable realmente pero así lo sentía mi corazón.

《 Ahí estaré, Te amo》

Fue lo único que respondí.

Me despedí de Max ya que debía ir a clases, ahora tenía calculo II y eso me hacía dar un poco de jaqueca pero era parte de la carrera. Solo paro un segundo para tomar una barra de chocolate de la máquina expendedora donde pongo mi pulgar y automáticamente se descuenta de mi presupuesto estudiantil del mes.
Marco el número doce y veo la barra caer la barra de chocolate rellena de crema de maní que hace mi corazón latir.

A lo lejos escucho risas y voces exageradamente moduladas y vuelvo a sentir pena, pero una diferente. Ellos nunca sabrán que es la necesidad, ni mucho menos que es un verdadero amigo. A lo lejos veo el grupo de los niños populares de esos que todos quieren ser sus amigos pero ninguno lo es en realidad. Veo como Dalia toma a Valerian del codo pero por alguna razón yo sé que él no es así, no pertenece a ese grupo. Tan sólo está perdido o eso quiero pensar.



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Editado: 26.06.2018

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