Un poder le había sido otorgado desde el vientre de su madre, él no era luz. Su poder nunca podría ser llamado así.
Valerian
Valerian susurran a lo lejos y mis ojos se abren de manera inmediata, trato de salir de la cama pero en ese momento noto como una cabeza descansa sobre mi pecho, Mila sus extremidades están enredadas con las mías, una sonrisa se cuela por mis labios, la pequeña miedosa había dormido conmigo.
Apenas rozándola mis dedos trazan el contorno de su cara y es tan suave como las alas de una mariposa, mis dedos se detienen en sus labios y de repente me parece repugnante la idea que otro ni quiera se atreva a rozarlos.
Valerian vuelen a susurra a lo lejos y el sello de mi destino que descansa sobre mi hombro izquierdo quema, me gustaría hacer responsable de mis actos a mi naturaleza, decir que soy una jodida víctima más del destino o de alguna absurda profecía pero lo cierto es que lo disfruto. Yo no rayo en el blanco ni en el gris, yo era negro de un negro azabache y estaba orgulloso de eso.
Valerian dicen por tercera y mis oídos piden a gritos escuchar el último latido de alguien y la idea de ser el último en escuchar los latidos de aquel corazón inocente que duerme sobre mi pecho se hacen insoportables pero algo en ella para mis instintos y trato de frenarlos aunque ellos gritan de una manera casi insoportable así que salgo, necesito aire o una nueva víctima.
Mila
Un zumbido molesto me trae de regreso al mundo de los vivos, como puedo mis ojos se van adaptando a la luz, extiendo mi mano para apagarlo y justo cuando lo alcanzo se calla. Comienzo a gruñir molesta mientras ruedo hacia mi derecha ni siquiera puedo abrir totalmente los ojos ya que la luz que se cuela por mi ventana es estresante, hundo mi cara en la almohada y un olor varonil inunda mis fosas nasales mis ojos se abren de golpe y mi cabeza gira al ver unas sábanas color negro ¿dónde demonios estaba?
Con horror bajo mi cabeza para inspeccionarme y la sangre huye de mi rostro tenía unos pantalones enormes y una camiseta que podría arrastrar, tierra trágame y escúpeme en asgar, Mi mente viaja al recuerdo y es en ese momento que me doy cuenta de lo que hice, estaba en la casa de Valerian pero no había rastro de en la habitación.
Salgo del cuarto con mucho cuidado y horror, esto era humillante. Al llegar al pasillo había una gran escalera rustica aun descalza me aventuro a ella y esta me da un giraro a la derecha, solo quería encontrar a Valerian iba a matarlo o quizás yo muriera de vergüenza. Entre tantos giros que doy llego a un gran comedor y justo cuando creo que ya no podía pasar más vergüenza veo a Valec nuestro máximo gobernante, la realeza de mi mundo, desayunando con una mirada curiosa sobre mí.
- Buenos días- estiró mi gran camiseta y hago una semi reverencia, esto está mal, muy mal.
- Buenos días – la gentileza de sus palabras me hacen sentir más que avergonzada escanea mi ropa y quiero morir - no estaba al tanto que Valerian tenía visita- Adiós a mi confianza.
- yo no - mis manos haces señas para frenas sus hipótesis- yo he solo venía a ver la arquitectura de la casa para mí, mi proyecto - quiero golpearme al decir eso, llevaba puesta la ropa de su nieto sin embargo mi comentario parece darle gracia. - creo que iré a cambiarme - pero antes de girar alguien interrumpe en la habitación, un casco azul y me tenso.
- Señor ya hemos inspeccionado el perímetro no hay rastros de ellos- Valec asiente con la mirada y la posa en mi al darse cuenta que no he salido aun de escena.
- lo lamento - susurro para correr de regreso a la habitación.
Subo las escaleras de dos en dos tratando de dejar mi vergüenza en esa habitación, hasta que mis pies se alzan y doy un gritito involuntario.
- miedosa - pronuncia mi captor y quiero abofetearlo. Estiró mis brazos para liberarme y mis ojos se encuentran con el mismísimo torso del David de Miguel Ángel, Valerian estaba sin camiseta. Muevo mi cabeza y regreso como puedo mi mirada a sus ojos color tormenta.
- ¿Pero qué demonios te pasa? - ahogo un pequeño gritito - me podrías explicas qué hago ¡aquí! - señaló el lugar donde me encuentro y él se limita a girar sus ojos. - ¡y así!
- mmm - pone una mano en su barbilla - para llegar aquí tuviste que haberte levantado y bueno tus pies hacen - aprieto con rabia la mandíbula y mis dientes crujen.
- Oye no hagas eso - pone su mano en mis mejillas obligándome a deshacer mis movimientos anteriores - podrías lastimarte - lo miro con incertidumbre, se había distraído y una de sus capas se había doblado pero rápidamente cambia radicalmente de tema - ¿ha bajado? - señala el pasillo donde me perdí.
- me podrías explicar que hago así - señaló mi ropa y él se limita a alzar una ceja, su piel pálida hace lucir su nariz roja, pero aquí no estaba helado lo que quiere decir que ha salido.