Autora de la muerte.

Capítulo VII

Inglaterra.

 

Finalmente la noche en la joven Inglaterra había llegado. Emma se econtraba en su habitación arreglada con un vestido negro de seda que era pegado al cuerpo y resaltaba su figura esbelta, sus labios se pintaron de rojo y sus ojos celestes resaltaban junto con su cabello rojo atado en un moño. Miraba impacientemente el reloj que estaba pegado en la pared, esperando que dieran justamente las ocho de la noche para presentarse a la cita que tenía con el mismísimo Alexander Fontaine. Sebastian esperaba pacientemente detrás de ella en silencio, sabiendo que ya había terminado el trabajo de vestir a su ama para está noche, que aún no sabía porque ella esperaba tan ansiosa. No tenía otra orden que acatar más que esperar junto con ella y tratar de predecir movimientos ya que no estaba seguro de que estaba esperando ni lo que iba a pasar, pero de que sí estaba seguro es que Emma hoy se veía radiante y que hoy la luna estaba más brillante que otras noches.

El reloj marcó las ocho de la noche, Emma miró a Sebastian y luego se acercó a la ventana para ver que Alexander había cumplido con su promesa, le iba a mandar un carruaje y que iba a ser puntual. Ella sabía perfectamente que era su última noche aquí, no iba a irse sin las manos vacías, ni mucho menos dejar Inglaterra sin un recuerdo de ella, ya que pensaba en nunca más volver.

—My lady, el carruaje nos espera.—Dijo Sebastian señalando la puerta con una reverencia. Emma volteo sabiendo con riesgo que está noche puede pasar de todo.

Ama y mayordomo bajaron por las escaleras cuando de lejos encontraron a Jade viendo por la puerta curiosa de ver que había un extraño carruaje esperando por alguien afuera.

—¿Jade?—Emma se detuvo a medio camino mientras que Sebastian terminó de bajar las escaleras y espero a que su dueña terminara de bajar.

Jade salto de un respingo cuando oyó de nombre por detrás y ver a su amiga extrañamente arreglada junto con su mayordomo— Emma…hola—dijo ella nerviosa pero no tardó ni un segundo en ergirse para saber qué hacía su amiga tan vestida así—. Hay un carruaje afuera, ¿es para tí?

—Así es.— respondió la pelirroja para terminar de bajar las escaleras e ir lentamente hacia la puerta en donde también estaba su amiga sin querer moverse de la curiosidad.

—¿A dónde vas? Es un poco tarde.

—Es un poco tarde y tú estás despierta aún.

—Es que escuche el carruaje parar en frente de casa— la miró de pie a cabeza—. Estas preciosa hoy, ¿adonde vas?

—La curiosidad mata al gato—dijo Emma firme pero sabía que si no le decía algo iba a insistir y hacer que llegue tarde a la cita—. Saldre a dar unas vueltas, regresaré un poco tarde.

—Mañana tenemos que partir hacia Paris.

—Lo sé, es por eso que quisiera despedirme de nuestros alrededores, de la gente…

Jade bajó la mirada, un poco apenada.

—Lamento mucho lo que pasó con nosotras, rompí nuestra regla numero uno de la amistad, dejé que un hombre se meta entre nosotras. Además, te traje aquí para que respires pero te terminaste metiendo en tu trabajo otra vez y lo peor de todo es que hice que te sintieras mal respecto a todo. De verdad lo lamento, tienes que saber que desde que peleamos, no he querido salir con Alexander desde entonces y rechace todo tipo de invitacion de su parte.

—Con razón sacó los trapos sucios antes de tiempo—dijo ella orgullosa de haber acertado su presentimiento. Miró nuevamente a su amiga y pensó que le perdonaría hasta la traicion mas imperdonable del mundo, sin Jade, quien la aceptó así, estaría vagando sola por este mundo—. Está bien, te perdono. Sabía que no te habías encontrado con Alexander desde que peleamos, que bueno que te hayas dado cuenta de que ese hombre era un miserable.

Jade abrazó a Emma, todo este tiempo la ha tenido bajo el mismo techo pero la había sentido tan lejos.

—Te quiero mucho Emma, eres una de las mejores cosas que tengo en mi vida.

—Tú también. Creeme.

Ambas amigas se despidieron esa noche, Jade le cerró la puerta y Emmanuel junto con Sebastian se subieron al carruaje.

—Sebastian detrás de las escaleras de la entrada está mi maleta, por favor traela.

Sebastian la miró extrañado y se acercó hacia el lugar asiganado y encontro lo que su ama querida. La tomó sintiendo algo ligera y antes de subir y cerrar la puerta de carruaje, le dió unos golpes para hacerle saber al cochero que podia continuar con el viaje. Emma tomo de la maleta y la puso a su lado mirarla con desden.

—Disculpe mi curiosidad my lady, pero quisiera saber que es lo que contiene esa maleta.

—Oh, es ropa, un par de vestidos por si llega a pasar algún percance—Dijo para luego mostrar una inocente sonrisa.

Sebastian se quedó callado ante la confusión, y sólo volteó para mirar por la ventana como su señora hacía.

—Sebastian—llamó la atención de nuevo, la observó y tenía una mirada nostálgica—. Mañana a la mañana regresaré a París. Quiero agradecerte por haber cuidado de mí en todo este tiempo de estadía, no hubo momento en que te hayas separado de mí. Me disculpo por haber sido demasiado exigente, pero valoro que hayas cumplido cada expectativa de cada orden, gracias por tu servicios todo este tiempo. Está noche quizás sea la primera y la última vez que me sentaré a demostrarte mis sentimientos hacia tí, y ser tan intíma contigo—Se estiró sobre su regazo y tomo la mano de su mayordomo que la miraba sorprendido—. Pase lo que pase está noche, tienes que saber que fue un gusto haber sido tu ama, y quisiera que estes hasta mi último suspiro, hasta la eternidad si es posible.

Sebastian sintió que en su corazón acababa de sobresalir y sentía que en sus muñecas lo estaban atando unas cuerdas que llevaban hacia el manejo de su ama, pero en vez de sentirse como un prisionero sólo se sintió con el gustoso de placer de querer seguir a Emmanuel donde sea que vaya, cumplir cada capricho pedido. Estaba siendo atrapado en las telarañas de esa mujer, su olor se había intensificado y sus ojos celestes brillaban con la luz de la luna, mientras que ella sonreía con mucha gratitud.




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