Pasaron desde entonces diez días desde aquel martes trece negro, en donde la pequeña Francia comenzó a tomar otro color, otras vibras, otro rumbo. Para algunos la parte buena de la historia estaba comenzando finalmente después de tanto terror, pero para otros fue el comienzo de una caída en picada.
Desde aquel martes, ocurrieron ciertos hechos que fueron mucho de qué hablar en esos días: Como el caso cerrado sin resolver de la familia Johnson, que fue puesto en la mesa y fue abierto nuevamente por los tenientes Drake Mills y Benjamin Felix; caso que Gabriel antes de morir, le había indicado dónde enterrado a la familia completa. Ambos tenientes destaparon aquel pozo a cien pies de la mansión de Emmanuel Johson, específicamente en el cementerio público de la pequeña Francia, lo cual para los tenientes fue algo totalmente irónico ya que fue demasiado inteligente en enterrar cadáveres en un lugar donde siempre terminan. Y así fue, a siete mil metros bajo tierra encontraron seis calaveras, cuatro de adultos y dos de niños pequeños junto a sus huesos, donde las pruebas dieron positivo en que era la familia completa de la escritora. Cosa que por más que el tiempo se haya llevado la carne, Emmanuel Johnson fue citada para identificar los cuerpos y aceptó sin demostrar ningún tipo de dolor que eran sus padres, sus hermanos y sus tías. Finalmente después de haber confirmado que el sirviente de la familia los haya asesinado, aquellos huesos tuvieron sus respectivas tumbas con su merecido descanso.
Por otro lado, luego de cerrar dos casos, llegó la inesperada noticia de que se iba a realizar el relevamiento de los tenientes, haciendo que los dos regresaran a su hogar, lo cual desencadenó una profunda tristeza para la mayor población ya que se habían acostumbrado a su presencia. Pero así como vino esa mala noticia, inesperadamente el teniente Benjamin Felix dió a conocer que se quedaría, ya que le había propuesto matrimonio a la enfermera del pueblo, Jade Agreste.
La noticia llegó a todos los rincones como así también llegó a los oídos de Emma, pues era de esperar que algo así iba a pasar, como así también un intercambio de ciudades y el nombramiento de un nuevo teniente cabecilla. Molly Leggins, como había mencionado a los tenientes, cerró las puertas de la panadería heredada de su padre y se marchó hacia Inglaterra a iniciara una nueva vida.
¿Pero…qué pasó con Emmanuel Johnson? Era la pregunta constante del pueblo ya que cuando vieron la identidad del asesino, la escritora era nombrada de todos lados, más que nada, se cuestionaba su paradero porque desde entonces no se la volvió a ver por las calles. Su mansión se mantenía limpia y lujosa como siempre, hasta incluso los niños traviesos decían ver a los fantasmas de los sirvientes de Gabriel y Rober limpiando la mansión de noche. Sin embargo, aún quedaba una sirvienta, Rosalia y también creció la duda de saber quién era aquel muchacho que seguía a Emmanuel ese trágico martes trece.
(...)
En la mansión de Emmanuel, se encontraba Rosalia con la cabizbaja mirando algún punto del suelo mientras que Sebastian le dejaba sus cosas, como maletas y demás bolsas al lado de la puerta. Emmanuel no dejaba de verla porque está vez iba a ser la última vez que iba a volver a ver a su sirviente.
—Mi señora, por última vez, ¿está segura que esto es lo que quiere?
Emma se acercó a ella y tomó de sus manos con algo de dolor.
—Han pasado muchos años en que me has servido, siempre fuiste tan leal a mi, Rosalia y en mis años de niña fuiste como una madre para mí. Ambas sabemos lo que va a pasar si te sigues quedando aquí. Aunque todo haya acabado de está manera…aún temo que…las cosas van a empeorar porque…bueno, sólo éramos nosotros lo que sabíamos que sucedía.
—¿Pero qué es lo que sucederá con usted?
—No te preocupes por mí…—mostró una simple sonrisa, mientras la miraba se dió cuenta que el tiempo estaba rasgando la cara a su sirvienta y ya no eran líneas de expresión. Estaba segura que si hubiera observado bien a Gabriel, seguro que también hubiera pensado lo mismo.
—Madame, el carruaje acaba de llegar—dijo Sebastian mirando a Rosalia.
—Eso es todo Rosalia, te relevo de tus servicios. Fuiste más que una sirvienta, estoy muy agradecida y siempre serás recordada. Como último agasajo de mi parte, escribiré sobre tí en mis últimos libros. Sin embargo, aún tengo una última misión para tí…
Rosalia, antes de subir al carruaje miró aquella mansión donde tuvo momentos tan difíciles como felices, en especial donde crío a una niña muy hermosa y cariñosa.
—El agasajo más hermoso que pudiera recibir, señorita Emma… es su último deseo.
Recordó los momentos que pasó con sus compañeros, en como también manchó sus manos de la dulce sangre.
—En el camino, pasa antes por Inglaterra, ahí hay alguien que está esperando una respuesta mía. Su nombre es Celestia Heins. Entregale está carta por mí.
No era inocente, sabía que iría al mismo lugar que se fue Gabriel y Robert. Pero era incluso más consciente de que el tiempo ya estaba debilitando sus huesos y que llegaría el momento que ya no le serviría como una sirvienta.
—Sería un enorme placer cumplir está misión…
Subió al carruaje y le dió el último vistazo a su señora antes de que finalmente desapareciera sin rumbo.
—Por favor, señorita Emmanuel, cuidese y manténgase viva.
(...)
—¿Me veo bien, Emma?—Sonrió una hermosa Jade vestida de Blanco.
—Como el hermoso ángel que siempre fuiste—dijo su mejor amiga mirándola a sus ojos, mirando aquella cara sonriente—, mucho más hermosa que todos los días.
Jade se casaba.
Significaba que aquellas caminatas de chicas solteronas hablando sobre hombres, ya no iban a existir. Ya no iba a existir una Jade libre, su mejor amiga ya no iba a ser suya únicamente. Jade había crecido, Jade es toda una mujer hermosa y fuerte.