Me llamo Sofia, y tengo 5 años. Hace setenta años que cumplí 5 años. Les voy a contar una historia. Vivo aquí en las casas de atrás, por la Calle de las cruces. Siempre he vivido aquí, dicen que alguna vez fue un sanatorio mental, pero yo no lo creo, no me puedo imaginar esto lleno de locos y psiquiatras. De un tiempo acá me pasan cosas raras. Lo último que recuerdo fue un poco después de cumplir los 5 años, cuando el día de reyes me trajeron una pelota.
El Juanito, el vecino feo y grosero de arriba, tenia una pelota y como sabia que me gustaba siempre se burlaba de mí. Me la pasaba por enfrente, hacia que me la iba a prestar y luego se iba corriendo, y jugaba y jugaba enfrente de mi presumiéndome su pelota. “Mira mi pelota roja”, ¿te gusta?, me decía enseñándomela y cuando me veía mirarla, la abrazaba y se iba corriendo y gritando “Pues es mía y no te la presto”. Pero ahora ya no puede, por que yo tengo mi pelota.
Claro que el Juanito quién sabe dónde está, hace mucho que no lo veo. Los Reyes Magos me trajeron mi pelota y también una muñeca, pero esa no ha querido despertarse, es muy floja y dormilona, así que he tenido que jugar con la pelota todo el tiempo. Mi pelota es muy traviesa, se mete debajo de las camas, brinca por las ventanas y entre los pies de las personas que pasan. En una de esas brincó alto y se me fue al agua de los lavaderos, ahí está muy alto, hay mucha agua y no la alcanzo.
Fui a hablarle a mi mamá para que me la sacara, ella estaba acostada y me dijo que luego, que estaba cansada por que se desveló trabajando en la noche. Ja, ja, yo se bien lo que hizo anoche, si ya sé que ella es los Reyes Magos y fue a comprar mi muñeca y mi pelota. Pero yo quería sacarla del agua, si no podía venir el Juanito y llevársela para tener dos, o me la ponchaba. Traje una escoba, con el palo la traté de jalar, pero nada. Se cayó también la escoba adentro del agua. Me trepé al lavadero que está más cerca de donde flotaba mi pelota, estiré la mano… estiré más… casi… casi la alcanzaba…
Me caí al agua. Estaba muy fría y me asusté. El agua sabía a jabón y a podrido. No podía respirar, el agua adentro de las narices se siente muy feo, quise gritar, pero creo que nadie me oyó. Pero alcancé mi pelota, me abracé a ella… Cuando volteé para afuera vi a mi abuelita, que murió hace mucho y vino a aplaudirme, estaba flotando en el aire fuera de la pileta y me sonreía contenta porque alcancé la pelota. No me habló, sólo se sonrió conmigo. Desde entonces todo ha sido raro. Papá lloraba mucho y decía que mamá tenía la culpa, no sé de qué. Mamá también lloraba y se emborrachaba, y también decía que papá tenía la culpa.
Todos los vecinos se fueron yendo… El Juanito con sus papás y su abuelito, la señora enojona de arriba, los muchachos de al lado. Vinieron muchos señores que hicieron paredes nuevas, cambiaron las puertas y dejaron mi casa muy linda. Pero se asustaban si me veían jugando, gritaban; “la niña, la niña”, como si nunca hubieran visto una niña.
Así que por eso ahora solo a veces salgo a jugar durante el día y más en las noches, cuando no hay nadie. Yo no quiero asustar a nadie, sólo quiero jugar con mi pelota, así que me espero a que todos se vayan y me voy a ese patiecito, todo para mí solita, y corro de un lado a otro con mi pelota, toda la noche. Nadie me dice nada, nadie me molesta. Lo único malo es que a veces me aburro de jugar solita, quisiera jugar con alguien…
Editado: 04.05.2023