Les preparó el almuerzo y salieron a la calle apresuradas. Como cada día, llevaba a sus hijos gemelos al colegio. Caminaban tarareando una canción y cogidos de la mano cuando el teléfono sonó desde su bolso. Era del trabajo. Respondió rápidamente y su interlocutor le pidió que acudiera de inmediato a la oficina. Había ocurrido algo grave, así que decidió que los niños continuaran solos; conocían bien el camino. Los besó en la frente y emprendió la ruta de vuelta. Solo dio veinte pasos. A sus espaldas, el ruido de un fuerte golpe seguido de un frenazo hizo que volteara la cabeza con una expresión de horror en el rostro. Los cuerpos de los dos pequeños yacían inertes bajo un camión de bomberos. Todavía estaban cogidos de la mano.
La mujer se sumió en una profunda depresión de la que consiguió salir con un nuevo embarazo. Por ironía del destino, en su vientre estaban cobrando vida dos niños gemelos. Cuando dio a luz, el asombroso parecido con sus hijos fallecidos sorprendió a más de un vecino. A medida que los pequeños crecían, la madre se volvió más y más protectora. Le aterrorizaba la idea de que pudiera perderlos. Un día, de camino al colegio, los hermanos se adelantaron y corrían ante la atenta mirada de la mujer. En cuanto pusieron un pie en el asfalto, una férrea mano los detuvo con brusquedad. Entre sollozos desconsolados, su madre les rogó que no cruzaran nunca sin su permiso. “No pensábamos en hacerlo. Ya nos atropellaron una vez, mamá. No volverá a ocurrir”.
Desde entonces, algunos viajeros aseguran que al pasar por ese tramo unas interferencias se cuelan en la radio y se oye una misteriosa melodía: el tarareo de unos niños...
Editado: 04.05.2023