Una mañana al asomarme a la ventana me sorprendió ver que un enjambre de insectos tapaba por completo la planta que recién había sembrado la semana anterior. Lo primero que pensé fue en una plaga en mi jardín, pero las plagas de moscas no se comían plantas, al menos que yo supiese. Espanté a los insectos mientras arrancaba lo que quedaba de arbusto, pero en el momento no me imaginé que sería el peor error de mi vida. A la madrugada del día siguiente me desperté en medio de la noche con un zumbido de mosca sobrevolando mi oído, no podía explicarme como una mosca había entrado a mi habitación durante la madrugada, pero no era solo una mosca, sino que al abrir los ojos mi cama estaba completamente tapada como un manto de pequeños animales negros que en efecto eran moscas. Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba ocurriendo y sin pensarlo un vomito impulsivo salió de mi cuerpo sin avisar. Me levanté de la cama rodeado de moscas, y el cuarto se nubló de una nube negra de moscas voladoras que iban abriéndose paso mientras trataba de salir del cuarto. En eso que intentaba escapar de mi propia habitación, me tropecé con un tumulto de zapatos que había dejado allí el día anterior. Al caer sentí como aplasté con mi hombro un grupo de moscas que se asentaban en el suelo y el pánico se apoderó de mí. Me vi rodeado de aquellos animales que parecían ir contra mí atacándome para evitar que saliera de la habitación. Las moscas que yo conocía no mordían, pero estas iban arrancando pequeños tajos de carne a medida que venían sobre mí. Pequeñas agujas pellizcaban mis brazos y mis pies, mientras que la sensación de comezón se convirtió en dolor con cada picotazo que lograba percibir. Aquellas picadas envenenadas con un fluido maligno, comenzaron a nublar mi mente. Antes de perder el conocimiento vislumbré como de mi propio cuerpo comenzaron a salir unas formaciones amorfas parecidas a alas, y poco a poco dejé de pensar en mí mismo.
Editado: 04.05.2023