Ocurrió en la sección de maternidad de una clínica, en el estado de Chihuahua, México. Marlene trabajaba como enfermera en dicha área del hospital, atendiendo a los bebés recién nacidos y trasladándolos desde los partos hasta los cuneros, prevía revisión médica. Era un trabajo extenuante pero satisfactorio, pues a ella le gustaban mucho los niños.
Sin embargo, ni ella ni sus compañeras podrían olvidar lo que ocurrió aquella noche tan extraña, en la que una mujer murió después de dar a luz a su bebé.
La madre había llegado sola hasta las instalaciones de la clínica, aquejada por fuertes dolores de parto. Se sentía tan mal que era casi un milagro que hubiera podido llegar por su cuenta hasta la clínica. Rápidamente, el personal médico la llevó a la sala de partos en donde dio inicio el más doloroso alumbramiento. La muchacha se retorcía en medio de estertores y lanzaba gemidos anormales; incluso para una embarazada que estaba dando a luz por primera vez.
Cuando el doctor recibió al bebé, se quedó lívido por un segundo. Era una criatura horrible. Tanto, que una de las enfermeras estuvo a punto de desmayarse de la impresión.
Lo peor fue que por más que se esforzaron, no pudieron encontrar a ningún familiar de la madre, que literalmente parecía haber salido de la nada. Fue trasladada a una morgue y probablemente, enterrada en una fosa común.
Mientras tanto, el pequeño permaneció en los cuneros, a la espera de que las autoridades lo colocaran en algún orfelinato. Allí, las enfermeras no paraban de hablar sobre lo feo que era y se turnaban para echarle un vistazo. Marlene, que lo había visto con sus propios ojos, se sentía estremecer cada vez que lo miraba. No se trataba simplemente de que el niño tuviera alguna enfermedad congénita o una desafortunada malformación.
Había algo malo con ese bebé, algo que le ocasionaba un mal presentimiento.
—Que horrible que es —escuchaba decir a sus compañeras, mientras se colocaban alrededor del cunero para mirarlo—, casi no puedo ni mirarlo. Es repugnante.
—¿Por qué habrá nacido de ese modo? ¿Tendrá alguna condición?
—Los exámenes médicos no arrojaron nada en concreto.
—Jesús, María y José, entonces no sé a que se deberá ese aspecto. Pero una cosa sí les digo: nunca había visto un niño más feo que este.
En ese momento, Marlene vio como el bebé abría los ojos, los cuales eran de una oscuridad inconmensurable. Dibujó una macabra sonrisa en su boca diminuta, detrás de la cual asomaron unos dientes afilados y dijo, con una voz de ultratumba que hizo temblar a las mujeres:
—Pues más feo es el mundo y se va a acabar...
Y tan pronto como terminó de hablar, murió.
Este terrorífico suceso mantuvo en vela por varias noches a las enfermeras presentes, incluyendo a Marlene, que no podía dejar de pensar en el niño.
¿Qué o quién era ese bebé? ¿De dónde había venido y por qué había nacido así? Tal vez lo mejor era nunca conocer las respuestas...