Sentado en un rincón del restaurante más exclusivo de la ciudad, acomodo mi corbata y toco con la punta del dedo el borde de mi copa de vino. Es la hora indicada y ella no debería tardar mucho más en aparecer. La vislumbró entonces en la entrada del establecimiento, enfundada en un elegante vestido negro que abraza sus curvas de manera deliciosa.
El anfitrión del lugar se encarga de guiarla hasta la mesa. Yo sonrío. Se ve preciosa, justo como aquella primera vez en que la conocí. Sus hombros lechosos parecen destacar aun más gracias a la prenda que utiliza y los rizos rubios de su cabello acarician su cuello y su mandíbula.
Trae puesto el colgante que le envíe pocos días después de conocernos. Fue un regalo muy caro, ¿sabes? Un detalle para con el amor de mi vida. Seguramente sigue preguntándose de donde saqué el dinero, es tan ingenua.
Le encantan los misterios, como a mí.
La noche transcurre sin mayores sobresaltos. El vino es excelente y la comida, deliciosa. La sonrisa de Cecilia parece iluminar el lugar entero. Se ríe, juega con su cabello y yo no puedo dejar de mirarla. ¿Qué hice para encontrarme con semejante ángel? Solo pensar en ella hace que todas las terminales nerviosas de mi cuerpo reaccionen intensamente.
Es hora de marcharnos.
Cecilia mira con agradecimiento a su cita cuando esta se levanta y corre su silla para ayudarla. Se cuelga de su brazo sin dejar de reír, mientras él deja un billete de denominación considerable sobre la mesa.
Desde mi lugar yo hago lo mismo, sin perderlos de vista. Me pongo mi gabardina y los sigo con sigilo, hasta el auto costoso que yace estacionado frente a la terraza. Su destino obviamente es el apartamento de mi amada, donde culminarán la noche uniéndose, igual que ella y yo solíamos hacerlo antes de que me apartara de su vida.
No es más que una rompecorazones, ¿quién si no yo podría amarla más que ese idiota? ¿Más que cualquiera que se cruce en su camino? Pero pronto, muy pronto la haré comprender.
No será muy difícil trepar hasta su balcón, como ya he hecho tantas veces para observarla durmiendo. Les veré a ambos intentando amarse, pero Cecilia sabe bien que eso no es amor porque estoy seguro de que estará pensando en mí. En nosotros cuando solíamos amarnos el uno al otro.
Me estaciono frente a su edificio y me encaramo a un árbol cercano para llegar al segundo piso. Ellos ya han entrado en la habitación. Meto la mano en mi bolsillo y me aseguro de que mi cuchillo sigue allí, listo para cumplir con su cometido. Tendré que acallar los gritos de Cecilia, cuando sea testigo de como corto a su acompañante, parte por parte.
Brinco a la terraza y comienzo a deslizar el cancel que me separa de su recámara. Ella siente mi presencia y voltea hacia aquí. Sus ojos se abren de terror. Sonrío.
Será una noche interesante...